Escribí esto hace ya muchos años y hoy que me siento parte de esta ciudad de inmigrantes y que estoy a punto de publicar mi tercer libro, quiero volver a compartirlo.
Marzo 2009
Cuando dejé mi país para venir a Estados Unidos no sábía que esperar de ese gran cambio de vida, empaque todos mis sueños y los de mi familia en una maleta y partimos.
Quizás es muy pronto para hacer balance, pero a 3 años y 3 mudanzas de un lado para otro creo que hasta un libro saldría de esto.
Emigrar es un proceso complejo, pues los resultados van a depender de las espectativas con las que te vas.
Inmigrar es más complejo aún porque llegas a un sitio al que no perteneces.
Es lo mismo que arrancar una planta de un macetero y replantarla en uno más grande.
Este cambio lo han vivido millones de dominimicanos, cada uno con su historia propia, que para valorarlas en su justa medida habría que vivirlas; solo así se puede entender con exactitud a lo que me refiero.
Lo primero es que empiezas a ser extranjero en tu propio país, cuando llegas de visita te tienen que contar lo que ha pasado en tu ausencia. Los lugares de moda, las bodas, los divorcios, los divorcios, los divorcios, el día a día de los políticos…luego vienen las comparaciones que si es mejor vivir allí o aca, que si la gente, la familia, los amigos, etc.
A eso del mes ya has desempacado y colocado todo en su lugar, es cuando empiezas a echar de menos a los familiares y amigos. Unos meses más tarde sus llamadas se hacen más espaciadas (menos las de mi madre, que me llama rigurosamente todas las semanas).
Al año de vivir lejos tus hijos empiezan a ver la isla como el sitio ideal para vacacionar.
Ya a los dos años, cuando llegas de visita a la isla cojes cuerda con algunas situaciones que antes formaban parte de tu día a día, pero que ahora no las entiendes; como los niños pidiendo en las calles, los asaltos a diario, la luz que no llega…
Después de varios años y de que tus nuevos amigos te han enseñado muchos lugares que ellos consideran maravillosos para que te familiarices con tu nuevo entorno, llegas a la conclusión de que no hay un lugar más hermoso que Punta Cana o Las Terrenas, que no hay mejor bebida que un refresco rojo o merengue, que no hay café con un aroma más exquisito que el de mi isla y que no hay nadie más pendejo que un dominicano!
Así va pasando el tiempo y lo que era novedad hace unos años hoy es parte de tu vida.
El orden, el respeto a la privacidad, la limpieza, la consciencia ciudadana, el retorno de los impuestos en obras que luego puedes disfrutar, etc.
En mi caso, haber dejado la isla me ha permitido ver con otros ojos la vida.
Desde lejos se puede ver mejor la realidad, apreciar lo bueno y lo malo.
He podido brindarle a mis hijos un mundo más diverso, donde no necesariamente es malo ser diferente, pero también perdimos un poco el calor humano de vivir en un sitio donde conoces a muchas personas y eres conocido por muchas otras.
Desde lejos aprecio aún más la gran madre que tengo y veo claramente todo lo que me falta para llegar a ser como ella. En cada una de sus llamadas siento que todavía pertenezco a un lugar maravilloso donde me quieren desde que nací.
Desde aquí he aprendido a dar nombre a muchas cosas que son parecidas pero no iguales, como: amistad y conocidos, familia y familiares, hogar y casa, fe y creencia.
Como diría Juan Luis “No es lo mismo, ni es igual”.
He reido, he llorado, he añorado, he soñado, he conocido y sobre todo he amado.
Sólo el amor me ha dado las fuerzas para no ver a mis sobrinos crecer, no hablar a diario con mis amigos y no disfrutar los domingos con mis padres.
Las fuerzas para cambiar todo eso por ver a mis hijos desarrollarse intelectualmente de manera acelerada, de verles crecer alas que los llevarán hasta donde nunca imaginé, de adquirir una madurez prematura y de criarlos con la libertad de elejir quienes quieren ser sin tantos prejuicios sociales.
Desde aquí no veo el horizonte como el límite, sino como la continuidad de lo que me falta por ver y a eso sigo apostando!
Amo mi isla y solo Dios sabrá si volveré a vivir en ella.
Por lo pronto, me siento dichosa de ser tan querida allá y aquí, de sumar nuevos amigos donde quiera que voy, de aprender tantas lecciones de vida y descubrir que por más lejos que estes, siempre hay un lugar al que puedes llamar hogar
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