r Nave sorda de René Rodríguez Soriano fue presentado recientemente en Miami en el marco de las celebraciones programadas en la Semana de la Herencia Domínico-Americana. La actividad contó con un público compuesto por escritores y amantes de la literatura de diferentes nacionalidades que residen en Miami, así como también personal del Consulado General de la República Dominicana en Miami. En la presentación, la Dra. Amada Vargas y el cónsul dominicano Miguel A. Rodríguez hicieron entrega de una placa de reconocimiento a Rodríguez Soriano, por sus más de 40 años en el ejercicio literario. Al finalizar el conversatorio, que en esta ocasión sostuvo el escritor con Dominicana en Miami, compartió varios de los poemas contenidos en el libro y procedió a la firma de ejemplares entre los asistentes.

Nave sorda es un poemario dividido en nueve poemas, ocho en prosa y el último, titulado “Naufragios”, en versos. Del viernes al sábado de la siguiente semana, a cada día le corresponde un poema en este libro, porque a fin de cuentas, la vida misma es poesía. Cada poema está precedido por un epígrafe con los versos de poetas latinoamericanos, entre los que podemos citar a Álvaro Mutis, José Emilio Pacheco, Fayad Jamis, Tomás Segovia, Enrique Molina y Elizabeth Schön. 

A cada poema en prosa, antecede un poema más breve que sirve de introducción, así como un soporte iconográfico aportado por las pinturas de Venus Guerrero. Nave sorda es un viaje hacia el vacío, hacia el naufragio en el que han devenido algunas rutas navegadas en otras décadas. En este libro Rodríguez Soriano elige el poema en prosa que hiciera famoso Charles Baudelaire con (Le Spleen de Paris) Pequeños poemas en prosa, publicado póstumamente en 1869.

También recurre  a la intertextualización, mediante  versos de autores latinoamericanos, con los que entabla un diálogo, en el que quizás pretende encontrar alguna certeza que le permitan anclar en algún Puerto. Es importante, además, en este texto la elección de poemas cortos, con los que invita al lector a realizar el trayecto, de la mano de cinco ilustraciones a tinta, agua y café.

Es como si el poema en prosa atravesara a oídos sordos, como una vez lo hiciera Ulises, entre sirenas, la liquidez de un trayecto que no proporciona certidumbres, hasta que naufraga y toca fondo, un fondo poblado de versos exquisitos, del que no se vuelve igual a la superficie. René

De Nave sorda  

Alza el sol altos

y luminosos trapos sobre el cenit;

lame la sal con furia

los corales y los arrecifes,

y los veleros y los catamaranes al fondo,

polifónica melodía de colores y sonidos,

argamasa de reflejos y aleteos de gaviotas,

martines pescadores, cangrejos

y larvitas.

Si escribo en esta página es porque te espero, desbrozando distancias, anulando caminos. Dime lo que no dices y hazme vibrar con fuerzas. Empuja —como dices— los verbos que sabemos, los que no inventa nadie de un pueblo que inventamos antes que anocheciera. Bruja de mis desvelos, loca mansa sin bridas, cabálgame hasta el alba, mira mis manos brochas; siente mi dedo loco —así como tú dices—, meliflua lengua muda; idioma de tus rosas, soporte en tus vaivenes (pie de amigo no entiende de alfabetos callados, quejido que tú guardas cuando das y recibes). Dime que soy tu potro, cabálgame hasta siempre, no te desmontes nunca, amazona insoluble, soy yo cuando soy tú, vencido entre tus aspas.  

2

No hay pasión más encendida

que este vuelo hacia tus rosas; no hay luz,

sólo ardes tú, mi sol que no derrite alas.

Sacude de un tirón el mar y la distancia,

que en mi pecho el agujero de tu adiós

duele mis alas hasta el desgaste.  

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