Glenda Galán
Mi madre y yo recogemos
caracoles en la playa
dejando a un lado
las conchas quebradas.
Mientras el sol sopla fuego
sobre nuestras espaldas,
nuestros pies se escabullen
en el agua salada.
Rito ancestral de mujeres
negras y blancas abrazadas
al inquietante nudo de la espuma,
de la playa como niña que va y viene
con la boca sedienta de besos,
de la sal como una promesa de ola
tras la herida.
La sombra de mi madre
se confunde con la mía,
sin que pueda protegerme
del quiebre de mis labios
enfrentados al olvido.
Convertida en horizonte
mi madre se traga el sol
perdiéndose en la noche,
yo sigo descalza contando estrellas
y nombrando caracoles.
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