Dedicado al poeta de Miami Manuel A. López.
Cuando alguien llora tu partida en Miami es porque has dejado una huella importante en su vida; hay demasiadas ocupaciones en este pantano para desperdiciar las lágrimas, mucho café qué colar para seguir charlando con los que quedan, mientras sientes que todos se despiden.
Quién me iba a decir que lloraría por toda la US1 la falta de un poeta que conocí hace doce meses en el Centro Cultural de España en la puesta en circulación de su libro? No podía imaginar en ese entonces que luego de esa noche ese ser humano tan especial se convertiría en parte importante de mi camino, en este año que ha pasado y que deja en mi las marcas de un gran cariño.
Luego de que me informara que se marcha de la ciudad, no había tenido la valentía de ir a visitarle, hasta que hoy por fín decidí enfrentar ese adios inminente, mientras él se deshacía de todo lo que le ataba a su linda casa de la Pequeña Habana, allí en el Garage Sale permanecían expuestos los testigos de aquellas tardes de poesía que me hicieron crecer como escritora, las tazas de café y hasta el chismecito colado en la cocina. Las obras de arte develaban sus mejores ángulos esperando encontrar quienes las acariciaran con una nueva mirada, en otros muros y en otras historias. También estaba yo, una obra aún sin terminar, sin poder halar de las piernas a ese amigo que la vida me concedió ya grande, como lo hacía con mi madre cuando se alistaba para ir a trabajar los sábados.
De esos episodios de ausencia materna se remontan mi odio a las despedidas y las lágrimas que siempre se deslizan por el adiós de mis mejillas cuando veo partir a quienes amo. En esas despedidas con olor a Aire del tiempo de Nina Ricci, se fueron muchos pedacitos míos que aún sigo tratando de recuperar, aunque sé que es algo imposible.
De aquellas despedidas y de estas actuales, he aprendido a ser fuerte y a no apegarme a nada, que todo pasa por la vida dejando su huella, hasta la misma vida y que los encuentros con personas llenas de luz nos cambián irremediablemente.
Por ese cambio que produce tu amistad, te extrañaré en la cotidianidad de los días sin cafecitos en el Versailles, sin tardes de poesía o de discusiones literarias, por eso que me das y que no estuvo a la venta en el Garage Sale, es que vendo mi tristeza y me quedo con la alegría que te produce a tí este cambio de ciudad.
Voy a extrañarte querido poeta y aunque estes lejos siempre estarás cerca, en ese pedacito que ahora es tuyo en mi. Te deseo tantas cosas buenas que no podría enumerarlas, pero sobre todo que vuelvas pronto, antes de que empiece a preocuparme.
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