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Por Ramón Saba

Nació en Santo Domingo el 29 de julio de 1930.

Poeta, ensayista, abogado y profesor universitario. Se graduó de Doctor en Derecho de la Universidad de Santo Domingo. Además, realizó estudios de postgrado en Derecho Laboral comparado en Italia, Suiza y España. Dirigió la Escuela de Relaciones Laborales de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña y la Asociación Dominicana de Derecho del Trabajo y de Seguridad Social.

Miembro destacado de la Generación del 48 de la que también es su historiador, en la que compartió espacio preferencial con letristas de la estirpe de Máximo Avilés Blonda, Ramón Cifré Navarro, Abel Fernández Mejía, Rafael Lara Cintrón, Luis Alfredo Torres, Rafael Valera Benítez, Abelardo Vicioso y Víctor Villegas.

Es Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua y formó parte de la directiva de la Academia Iberoamericana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social y del Instituto Ibero-americano de Derecho del Trabajo. Como escritor dio a conocer sus primeros textos en la sección Colaboración Escolar del diario El Caribe.

Fue fundador, junto a Luis Alfredo Torres y Alberto Peña Lebrón, de la revista literaria Testimonio y codirigió la colección Silbo Vulnerado.

Ha obtenido varios títulos Honoris causa en varias universidades, entre las que podemos mencionar a la Universidad Interamericana, Universidad Central del Este (UCE), Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) y en la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA).

Obtuvo el premio Nacional de Poesía en cinco ocasiones, a saber el dominicano que mayor cantidad de veces ha obtenido este importantísimo galardón. En 1980 recibió el Premio Nacional de Ensayo por su obra La generación del 48 en la literatura dominicana, y en 1997 el codiciado Premio Nacional de Literatura por su valiosa trayectoria en las letras dominicanas.

 

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Entre sus obras literarias más conocidas podemos señalar Como Naciendo Aún (Premio Nacional de Poesía 1960), Santo Domingo Vertical, Del Tamaño del Tiempo (Premio Nacional de Poesía 1979), Muerte y Memoria (Premio Nacional de Poesía 1963), Crónica del Sur, La Generación del 48 en la Literatura Dominicana (Premio Nacional de Ensayo 1980), Cuanza (Premio Nacional de Poesía 1984), Con el Pecho Alumbrado (Premio Nacional de Poesía 1988), Por el Mar de Tus Ojos y la Antología La ciudad y el amor ( que lo incluye a él, a Marcio Veloz  Maggiolo, a Tony Raful y a Tomás Castro Burdiez) la cual se puede conseguir gratuitamente en la internet. Y en lo jurídico ha producido importantes otras como Jurisprudencia de trabajo, Nociones de Derecho de Trabajo y La seguridad social en Santo Domingo entre muchos títulos más.

El ensayista y poeta Manuel García Cartagena asegura que “la inscripción de los textos de Hernández Rueda en la tradición epigramática sólo adquiere sentido si observamos cómo funcionan esos textos. Breves, certeros, casi desprovistos de recursos retóricos, los epigramas de Hernández Rueda están concebidos para ser leídos en voz alta y en primera persona.”

Por su parte el poeta y editor José Alejandro Peña explica que “ Lupo Hernández Rueda es uno de los poetas capitales de la República Dominicana y, aunque desconocido en Hispanoamérica, es uno de los poetas hispanoamericanos con una poesía imponente, deliberadamente impresionante, con giros de una madurez notoria al vuelo. Se le ha reconocido su poema Círculo como su mejor poema a lo largo del tiempo por casi todos nuestros críticos y poetas, sin embargo, sus poemas breves son mejores que Círculo, ya que en Círculo encontramos momentos de gran poesía, pero son solamente momentos, mientras que en sus poemas breves hay un caudal constante que muy pocos poetas logran plasmar con tal belleza y hondura. Admiro mucho los poemas breves de Lupo Hernández Rueda, no solamente por su brevedad sino por su perfección, palabra odiosa para el poeta, pero es la palabra adecuada en su caso. Nuestros críticos y poetas deben empezar a valorar el poema Definición del árbol como uno de los poemas emblemáticos, mucho más emblemático que cualquiera de los poemas emblemáticos dominicanos, si ponemos la atención debida, fuera de toda mezquindad.

Y finalmente el narrador y poeta César Zapata manifiesta que “Oh, Círculo… mandálico poema – al decir del gran Spencer-. Es un texto que, más que circular, opera en ese centro que se desplaza en espiral del eterno retorno. Lupo Hernández Rueda, como todo gran poeta, hace un viaje, explora en el lenguaje y descubre significancias, asombros y tesoros. Por alguna razón “Círculo” me recuerda ciertas escenas de 2001, Odisea del Espacio. Stanley Kubrick hace girar el tiempo tan rápido que Bowman se encuentra consigo mismo muriendo de viejo en una cama y luego es un feto que flota en el espacio: simultaneidad del tiempo o, quizás, espacio de un tiempo otro. Eso logra el poema “Círculo”: Nací cuando ya era un anciano con hijos. Mis nietos, que nacieron ayer, hace tiempo que han muerto. Yo los miro crecer conmigo en esta hora. Como dice Paz: el poema -el verdadero- se construye con mitos encontrados y mitos recuperados. Lupo, ha logrado conjugar ambas sentencias en su gran poema insignia.

 

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS con un poema de Lupo Hernández Rueda.

 

CUANDO LLEGAN LOS MUERTOS
(A Virgilio Díaz Grullón)

Cuando llegan los muertos
y han llovido sobre ellos muchas lágrimas,
cuando sobre sus rostros, alguna vez hermosos,
se pasea la noche,
y la hierba crece como sus cabellos;
cuando llegan innumerables
y establecen su asiento bajo el pasto viviente,
bajo las catedrales
y los árboles,
sus cuerpos endurecidos crecen
en la inmovilidad,
en el umbral de la memoria
como un beso,
como una moribunda llama.
Sólo la sombra de sus vidas queda
sobre la tierra,
y el deseo
y el sueño de los vivos,
y el Tiempo que ni muere ni padece,
y la sedienta Muerte
como de una cuerda
tirando de nosotros.

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