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Pasados varios días en Santo Domingo, uno trata de ser positivo y de observar solo lo bueno que tiene nuestra nación.

A pesar de apagones, una economía golpeada como la de muchos otros países (pero este es el mío), y la desesperanza de la gente, uno puede darse cuenta de que aún somos alegres, de que bailamos los problemas y bebemos para celebrar lo que sea.

Nuestro país, aquí o en Miami es un lugar de talentos, de gente que piensa en los demás, aunque no se una fácilmente para luchar por alcanzar causas comunes. Es un hervidero de creativos desde el que se la “sale a buscar”, como el que crea arte, aún sin tener los recursos necesarios para llevar a cabo su empresa de talento.

Santo Domingo permanece a la espera de que algo pase, algo que se va construyendo sin hacer mucho ruido, pero que va sentando bases para que podamos seguir exportando talentos a todas partes del mundo.

Jóvenes ilustradores, pintores, escultores; han acaparado por ejemplo la 27 Bienal de Arte de Santo Domingo, un relevo que nos alienta a pensar que vamos enfilando los ojos hacia nuevos talentos que han venido trabajando por años en la escena artística del país o fuera de este.

Otros, ya consagrados y  con impresionantes trayectorias como Máximo Caminero, han sido invitados a manera de  visitas honoríficas para resaltar su trabajo, en el caso de Caminero por su aporte a las artes basado en su compromiso de pintar a diario horas y horas respetando su voz interna desde Miami.

Así como Máximo, muchos dominicanos, artistas o no, permanecen comprometidos con poner en marcha sus proyectos y a respetar sus vocaciones, dándonos esperanzas de que  siempre hay una luz que se enciende en medio de la oscuridad y de que con perseverancia podemos aspirar en algún momento a ser reconocidos como una nación que echa pa’ lante!