obelisco

Por Ruth de los Santos

Que digo yo, ¿vergüenza nacional? No. Son una vergüenza, ¡pero mundial!  ¿Que quienes? Por supuesto, nuestros políticos en Washington, a quienes, con tal de salirse con la suya, no les importó que Estados Unidos se convirtiera en la burla de todos, o peor aún, que nuestros héroes no tuvieran un funeral digno, digo esto, sólo para mencionar dos de las consecuencias del cierre del gobierno federal, por falta de fondos.

¿Quién lo diría? Los líderes políticos del país más poderoso del mundo, no se puedan poner de acuerdo antes de causarle un daño irreparable, moral y económico, a la nación que ellos juraron defender, aún a costa de sus propias vidas. El problema es, que en ese juramento no se especifica -pienso yo- que tendrían algunas veces, que deponer sus apetencias personales y mal engendro político, para no hacer un flaco servicio a los ciudadanos de su nación.

Es posible que esa pequeña omisión en el juramento, esté ocasionando que los congresistas del Partido Republicano, junto a los del Tea Party, decididos a que los pobres de este país -que según salió a relucir en la pasada campaña electoral, de boca del candidato republicano, Mitt Romney, son el 47% de los ciudadanos -no tengan derecho a la salud, y menos a la educación, al proponerse como meta principal, derogar lo que ellos llaman el “Obama Care”, que no es otra cosa, que la más grande reforma de salud lograda jamás por un presidente.

Con este macabro objetivo en mente, los republicanos de la Cámara de representantes, se enfrascaron en una larga batalla de más de dos semanas, tratando de doblarle el pulso al Presidente Barack Obama, que afortunadamente para los pobres, conoce muy bien cuál es su trabajo, al tiempo que nuestra credibilidad e imagen como nación fuerte, se deterioraba frente al mundo; y qué decir de nuestra economía -en pañales, todavía luego de los ocho años desastrosos de la era Bush- se venía abajo como un castillo de naipes.

La larga, y muy grave crisis presupuestaria, por fin resuelta la noche del pasado miércoles 16, con un pacto de última hora, que no hace otra cosa, que posponer por unos cuantos meses, un duelo que parece interminable, y que pone gratuitas herramientas en manos de nuestros enemigos, para ser usadas según la conveniencia de tales.

¿Por qué la potencia, que tiene el deber de garantizar la estabilidad económica mundial, puede mantener en suspenso al resto de las naciones, cada tres o cuatro meses, y lejos de ofrecer seguridad a sus aliados, está inmovilizada por sus constantes crisis internas de gobernabilidad, pudiendo ésta, convertirse en una clara señal de alarma, sobre la necesidad de cambios, mucho más profundos?

Tras más de dos semanas, de dimes y diretes en los medios de comunicación, y de tensar y tensar una cuerda que está a punto de romperse, de votos, negociaciones, acusaciones y contraacusaciones de todo tipo, con palabras muchas veces impublicables, entre republicanos y demócratas, entre el Congreso y la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes, finalmente votaron una ley que permite elevar el techo de deuda, sólo hasta el 7 de febrero, y extender el presupuesto para reabrir la Administración Federal, hasta el 15 de enero del 2014.

Los ciudadanos sensatos de este país nos preguntamos: ¿Hasta cuándo puede esto continuar? ¿Qué solución tiene? ¿Cuál es la ganancia?, ya que hasta este punto, sólo hemos visto pérdidas. Perdida de la confianza internacional, pérdida de empleos, pérdida de credibilidad, incluso, pérdida de memoria de nuestros políticos, que han olvidado cual es su trabajo, para quienes trabajan, y su responsabilidad con esta gran nación.

Aunque al anunciar el acuerdo, Barack Obama expresó, que “aquí no hay ganadores”, está más que claro, que fue él, el gran vencedor de esta frustrante batalla. El primer mandatario ofreció un ramo de olivo a sus adversarios haciendo un llamado a la unión y a la razón, pero también les indicó, que “si no les gusta una política determinada, o un presidente en particular, vayan y ganen unas elecciones; cámbienlo, pero no destruyan lo que nuestros predecesores tardaron dos siglos enconstruir”.

Obama logró salvar la situación y salir airoso, sin  una sola concesión a los republicanos -quienes esta vez, salieron con las manos vacías- y demostró  una moderación inusitada en Washington, al menos, en estos tiempos.

La derrota de los republicanos no fue del todo ignorada por los más veteranos, en más de una ocasión, durante esas dos largas semanas, se le escuchó decir al Senador y ex candidato presidencial, John McCain, “si yo, ya lo sabía; yo sé cómo va a acabar esto. Mal. ¡Muy mal!”, refiriéndose, obviamente, al pulso que libraban sus copartidarios de la Cámara de Representantes con la Casa Blanca. “Lo sabía. Sabía que tendría este final”, dijo finalmente, el también veterano de Vietnam, McCain, quien confirmó su más grande temor, la noche del miércoles, cuando la Cámara de Representantes, aprobaba una ley consensuada en el Senado. McCain calificó lo sucedido esas dos semanas, como “uno de los capítulos más vergonzosos” de los años que ha pasado en el Congreso, y tildó los debates sobre la crisis fiscal, como “una odisea agonizante”.

En tanto que el senador por Carolina del Sur, Lindsey Graham, vinculado al Tea Party, catalogó lo sucedido, como de oportunidad perdida para los republicanos, y ganada para los demócratas. “Han sido las mejores dos semanas en los últimos tiempos para el Partido Demócrata, porque estuvieron fuera del foco de atención y no tuvieron que exponer sus ideas”, expresó, Graham.

Mientras que el representante republicano por Carolina del Sur, Mick Mulvaney, dijo, “lo intentamos, y fracasamos. Quiero olvidarlo y pasar página”. Además, la Senadora por Alaska, Lisa Murkowski, aseguró, al dejar claro, al igual que McCain, que ya sabía con anterioridad, que era una guerra en la que no ganarían, ni empatarían. En tanto, que las conclusiones del senador republicano por Missouri, Roy Blunt, eran aún, peores y presagiosas, “logramos crear una división entre nuestras filas, sobre algo en lo que estábamos unidos; sobre un asunto que no era alcanzable”, concretizó Blunt.

Pero este recorrido no estaría completo, si no analizáramos la actitud arrogante, presumida y poco patriótica, asumida por el artífice de estas dos largas semanas de vilo, nada más y nada menos que, John Boehner, Presidente de la Cámara de Representantes, y por supuesto un hombre del Tea Party, de quienes ha recibido innumerables elogios por no dejarse tumbar el pulso al inicio de las negociaciones, pulso mismo, que le hará mucha falta ahora, para retomar el mando de una Cámara en lo que podría calificarse, como la era más improductiva, debido precisamente, a la incapacidad de su líder para consensuar leyes complejas.

En conclusión, nos preguntamos, ¿Cuál fue la ganancia? Juzgue usted si se merecen el calificativo de: “faltos de vergüenza”.