Por José Mora
Mataron a Ramón. Lo mataron con un arma mortal.
Fue un asesinato con alevosia y escalamiento y si se puede agregar, con toda la mala fe del mundo. Lo mataron para siempre, puede decirse que esta muerto, aunque no deja de fumar e imaginarse formas y extrañas criaturas que se forman en el humo del cigarillo, las crea las disfruta y las acaricia escuchando La caballería rústicana.
Es un muerto extraño, un muerto que respira y que sueña. Se sienta y quieto, escucha todos los ruidos, las bocinas y la gente que pregona.
Ha perdido el interés en los periódicos, pero no cesa de recrear en su mente el Mate de Legal, como si algo fuera a cambiar, lo recrea y lo disfruta una y otra vez, sin esperar diferentes resultados.
Ramón, el muerto, esta clavado en el fondo de algo, como una agonia eterna y llora, pero solo de vez en cuando.
Alguien pude decir que tanto cariño no se niega, y que cuando se quiere se quiere, sin que la culpa muerda algo, querer por ejemplo a Joel y a Martín D, es como una obligación, porque diríra el, cómo no los voy a querer?, los dos son como si fuera yo!, y maliciosamente sonríe, pero con amarguras diferentes, y se sirve un trago.
A pesar de estar muerto, Ramón esta planeando suicidarse , para evitar situaciones desagradables contempla contratar a un abogado, para cuando Dios lo pretenda mandar al infierno, detenga el proceso aludiendo que nadie se suicida a largo plazo.
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