©Por Glenda Galán

En nuestro reciente viaje a Santo Domingo, realizamos un conjunto de entrevistas a escritores y artistas que hacen de la ciudad un mejor lugar para vivir. Entre ellos, el director y productor de cine Ernesto Alemany nos habla sobre el cine dominicano, sobre los aciertos y los retos que enfrenta esta industria en República Dominicana.

A  tres años de haber presentado su opera prima La Gunguna, de la mano del guionista Miguel Yarull, Ernesto también nos cuenta sobre esta experiencia que marcó su carrera cinematográfica en un antes y un después.

Ernesto háblame de tus inicios en el mundo de la publicidad.

El mundo publicitario es mi día a día, el cine siempre ha sido mi pasión, casi que lo veo como un hobby, porque todavía no puedo vivir de él. La publicidad es una carrera que siempre me gustó y de la que he recibido grandes satisfacciones y en la que tengo grandes amigos.

Me inicié en la publicidad porque cuando me tocó insertarme en el mundo laboral, la carrera de cine no existía–había algo, realmente precario, en la UASD–y me incliné por la publicidad que es lo que, a fin de cuentas, hicimos muchísimos de los que teníamos esa vocación. Por ahí nos decantamos muchos de mi generación de los que teníamos inclinaciones cinematográficas.

Empecé a trabajar en el área de producción audiovisual para publicidad–comerciales, sobre todo– y así me fui conectando al mundo de la producción.

¿Cómo fue tu primera experiencia de trabajo en el cine dominicano?

La primera vez no fue en un proyecto mío, yo era parte de un equipo que trabajó en la  película Azúcar amarga, que se filmó aquí en el 1996, con fotografía de Claudio Chea . Aquello fue fascinante. Mi generación era muy joven en ese momento, ahí estaba Leticia Tonos, Marcia Pérez, gente que ahora hace cine y que, en ese momento, éramos los que asistíamos a los que hacían cine.

Yo era asistente del segundo asistente de director, o sea yo era el que repartía las fotocopias, pero estar en ese set era fascinante para todos los que queríamos hacer esto. Fuera de eso era muy esporádico que vinieran películas aquí. En el 89, cuando se filmó completamente aquí, la película Havana, fue una mala experiencia para filmar y eso hizo que durante mucho tiempo no se filmaran películas completas en el país.

¿Porqué?

Porque como era la primera vez que se hacía en el país una película de esa magnitud, con los estándares de Hollywood, que mueve mucho dinero –donde hay mucho dinero y hay gobierno, no te tengo que explicar mucho lo que pasa–. Había militares, burócratas del gobierno y mucho dinero, eso ya sabemos cómo termina.

Entonces Havana nos dejó muy mal parados en el mundo cinematográfico internacional y durante mucho tiempo no se vinieron a filmar películas aquí. Pasaron siete años entre Havana y Azucar amarga, luego vivieron a filmar escenas de algunas películas más y uno se involucraba, de alguna manera, en la producción. Así fue cómo uno se fue empapando de la manera en que se hacía cine.

De ser el asistente del asistente del director, llegas años más tarde a  la producción y dirección de tu opera prima: La Gunguna, que tuvo muy buena crítica de parte de algunos amantes y conocedores del  cine. ¿Cómo empezaste con tan bien pié?

Tuve mucha suerte, porque me encontré con ese cuento fabuloso de Miguel Yarull, “Montás”, que está contenido en el libro Bichán, que él acaba de reeditar.

Talvéz algunos no sepan que La Gunguna es el título de una canción de Luís Dias.

Sí, y de hecho, de los nombres de algunas canciones de Luis se inspiró Miguel para dar nombre a algunos personajes del cuento, por ahí va la cosa. Entonces, tuve mucha suerte de encontrarme con esa historia tan buena y con Miguel, que escribe tan bien y que ya tenía un guion con ese cuento como base. Básicamente, fue un golpe de suerte, encontrarme con el guion correcto, con una historia que yo me sentía cómodo contando, por el tono que tenía. El humor negro es mi género favorito, lograr que alguien se ría de algo que dan ganas de llorar, es el humor más inteligente que hay;  ya La Gunguna venía con esa impronta y a mí me encantó.

Ya en el proceso, Miguel y yo avanzamos el proyecto bastante y en un momento él tuvo el tino de juntarnos con Juan Basanta que acababa de terminar su primer largometraje y él fue quién cerró el proyecto como productor general.

Entrevisté a Miguel hace poco y me comentó que si tuviera que elegir las caras para los personajes de su cuento, él elegiría a los mismos actores que tú elegiste. ¿Qué tomaste en cuenta para elegir a esos actores?

Partamos del hecho de que Miguel y yo somos amigos, somos de la misma generación y crecimos muy cerca, por lo que probablemente manejamos las mismas referencias y manejamos códigos muy comunes y al leer Bichán, el libro completo, era muy fácil ponerle cara a cada cuento porque yo podía inferir a quién se refería, sino exactamente, la bola picaba cerca. Entonces construir los personajes con esas referencias que teníamos, hizo que eligiéramos personajes que a Miguel también les parecían.

Incluso, la sorpresa que nos llevamos todos con don Chú, el chino jefe de la mafia dominicana, fue chulísima, porque nosotros no estábamos buscando ese perfil de persona. él fue una propuesta que nos hizo Mario Núñez, el director de casting, que la verdad que nos puso a pensar, pues de entrada buscábamos a una persona que se viera mala y nos terminamos encontrando con este personaje que parecía un osito al que quieres agarrarle los buchitos y darle un besito, pero que resulta que es malísimo. Ese contraste, entre cómo se veía y las características del personaje, nos pareció muy interesante.

Luego de que han pasado tres años desde el estreno de La Gunguna, ¿qué provoca en ti la película cuando la vuelves a ver? ¿Cuáles consideras que fueron tus aciertos y qué mejorarías?

El mayor acierto fue la selección del talento, de las personas para encarnar a los personajes del cuento creo que funcionó muy bien.

Qué yo haría distinto, son muchas cosas, la última vez que conté la película ha estado en casi 28 festivales por el mundo y aunque no he podido asistir a todos, cada vez que la veía habían cositas que si las tuviera que hacer de nuevo las haría de otro modo, pero son mínimas.

Talvez en algunas de esas radica también la frescura de la primera película tuya.

Puede ser, sí.

Miguel y yo trabajamos el proyecto durante unos cuatro años y cuando empezamos al filmar en diciembre del 2013, ya teníamos el proyecto muy digerido y muy claro de hacia dónde queríamos llevarlo.

Dices que uno de los aciertos tuyos fue haber encontrado un buen guionista. ¿Hay buenos guionistas para cine en República Dominicana?

Siento que ese es el talón de Aquiles de nuestra industria. No mucha gente se ha preparado en esa área. Hay muy buenos escritores–Miguel es uno de ellos– pero no todos se han formado en el ejercicio de escribir guiones, que aunque es escribir, es escribir con un propósito muy específico, con una estructura, con un modo de narrar las historias que es distinto al de la literatura.

¿Crees que los escritores que tenemos pudieran integrarse a esta industria?

No hay un librito en ese sentido, es gente que lo asuma con pasión, que lo asuma con seriedad y que decidan formarse específicamente para escribir para cine.

A mí me viven llegando historias buenísimas, pero a eso darle forma de guion, con todo lo que eso implica, tiene un ejercicio y un conocimiento muy particular y específico que no mucha gente ha optado por  tener. Miguel, es el que, en ese sentido, lo sigue teniendo más claro. A él siempre le gustó el cine, así como la literatura y como que se formó paralelamente en ambas cosas. Siempre ha hecho buenos ejercicios de guion, por eso pienso que es el mejor formado para escribir guiones en este momento.

Me gustaría ver mucho del talento que hay en literatura volcado a escribir guiones.

¿Tú te atreverías a escribir un guion?

Lo he intentado, pero no siento que ese sea mi fuerte.

¿Qué debe tener un guion para que llame tu atención como director?

Primero que nada una buena historia y luego saber manejar la estructura, como se maneja el ritmo en el que se va mostrando las diferentes fases de la historia para llegar a una conclusión interesante. Siempre la base es una buena historia.

Me dices que aún no vives del cine, ¿porqué sucede esto si se manejan presupuestos millonarios en las producciones de las películas?

Porque el presupuesto puede parecer mucho, en cifras, pero cuando tú desglosas eso, la verdad es que el presupuesto se gasta. Cuando uno recibe equis cantidad de dinero para hacer la película, el director tiene dentro del presupuesto un sueldo, como todos. Y con lo que la ley de cine permite que un director cobre por hacer su película, para quien tiene tres hijos, no necesariamente lo que te paga la película no te permite cubrir tus costos del año (tiempo que puede tomarte hacer la película).

Mucha gente no sabe quizás que la ley de cine regula lo del los sueldos.

Así es, la ley permite algunas cosas y otras no. El beneficio de quien hace la película, que no necesariamente es el director, se ve cuando la película es un éxito de taquilla.

¿Crees que vamos en camino de que se pueda vivir del cine?

Yo espero que sí.

Creo que lo que nos puede ayudar a lograr eso es hacer productos que sean internacionalizables, porque el mercado interno tiene un gusto muy particular, de manera que quienes no queremos hacer ese tipo de cine –que yo lo reivindico, pues creo que es necesario y que bueno que se hace porque es el que de verdad sostiene la industria–

¿Lo reivindicas aunque no tenga calidad?

La calidad es una apreciasión subjetiva. Lo que para ti o para mí significa calidad no necesariamente lo es para una tercera persona, que maneja otros criterios. La calidad es un criterio elitista.

Ernesto, hay cosas que sabes están bien hechas y otras que no. No seas tan diplomático.

Lo que te estoy diciendo lo creo firmemente. La calidad es un concepto  elitista que quien se siente culto, preparado o informado se abroga el derecho de determinar qué tiene y qué no tiene calidad. Sin embargo, cuando eso se somete al escrutinio popular, no necesariamente coincide con lo que es de su agrado. Y ahí ¿quién tiene la razón?, ¿porqué somos nosotros los que tenemos que decidir que lo que nos gusta a nosotros es lo bueno?

Sería una posición hasta cierto punto arrogante y prefiero no entrar en eso. Yo hago lo que me gusta a mí y que le gusta a la gente que comparte mis códigos y mis criterios.

Creo, que la comedia popular es un género altamente necesario, es el género que ha sostenido el cine históricamente, en todo el mundo.

No hay una sola industria que no dependa del cine de corte popular para  existir.

Pero porque sea popular no tiene que ser malo.

Eso digo.

No hay un solo sitio donde el cine que se produce con un criterio meramente artístico y que se produce para gente que consume el cine como arte, sea auto sostenible. Ese cine siempre es subsidiado por fondos estatales y por fundaciones que quieren que se sigan produciendo materiales de esas características.

¿Qué es lo primero que te llega a la mente si te digo: La Gunguna?

La Gunguna es una pistola chiquita que tu no puedes dejar que se moje. La Gunguna, la verdad ha sido una gran satisfacción para todos los que nos involucramos en el proyecto. Quedó como queríamos y nos sentimos muy orgullosos de haber participado ahí. Siempre que pensamos y hablamos de La Gunguna, nos sonreímos, porque lo logramos, llegamos bastante cerca de lo que aspirábamos conseguir.

Tres palabras que definan el cine dominicano

Ganas, ganas y ganas.

Se trabaja mucho por amor al arte.

Sí, salvo las películas que se hacen específicamente para vender muchas taquillas, en el resto del cine –que es su gran mayoría y que es un cine que muy poca gente ve porque no es un cine que tiene, ciertamente, vocación de popularidad–  hay muchas ganas y muchos trabajos interesantes que están teniendo muy buen transito por los festivales. Ahí está Nelson Carlo, que hizo Cocote este año, las películas de Laura Amélia e Israel, Natalia Cabral y Oriol Estrada, que andan por el mundo moviendo Miram Lies (Miriam miente), que acaba de ganar el premio del jurado en un festival en Praga.

Sí, porque no todo es malo.

No, se produce muy buen cine que no trasciende a nivel popular, pero es muy buen cine.

Entonces, sí hay cosas buenas.

Sí las hay, cosas que nos gustan y responden a nuestros criterios estéticos y a nuestros patrones culturales.