Por GG

Fue un tiempo en el que se temió por la desaparición del rosado plumaje de los flamencos del Hialeah Park Racing & Casino, y no es que les faltara el alimento que los mantiene a tono, es que habían pasado cinco años sin que las aves se dignaran a bendecir el lugar –construido en 1925-, con sus huevos. Demasiados años como para alertar a su cuidador e impulsarlo a emplear toda su astucia en miras de solucionar la situación reproductiva.

En los primeros años del siglo XXI, el parque –inmortalizado en el intro de Miami Vice– había atravesado por batallas legales y, tras un gran deterioro, cerró su pista de carreras; quizás esto espantó el instinto procreador de las aves o les llegó a la memoria que, en los remotos años treinta, sus antepasados fueron traídos, desde Cuba, sin su consentimiento. Este sería un buen método para protestar, digo yo.

En esas primeras décadas, del siglo XX, James H. Bright introdujo los flamencos en el Hialeah Race Track, lugar de esparcimiento que él había construido. No valió que, también, fueran traídas, de la isla caribeña, las palmas reales; definitivamente los flamencos no estaban dispuestos a quedarse, así que emprendieron el vuelo de regreso a casa.

Bright era perseverante y mandó a buscar el doble de aves. Esta vez, les mantuvieron las alas cortadas con la esperanza de que Cuba se convirtiera en un recuerdo lejano (ironías de la vida).

Cinco años pasaron para que, en 1937, una de las aves pusiera el primer huevo, pero tras ser empollado, duró  pocos meses. Sin desesperarse, siguieron cuidando de las aves, hasta que, dos años después, treinta y dos huevos coronaban los nidos de fango –de los que sobrevivió un gran número.

La historia de los cinco años de espera se repetía, nunca sabremos porqué, lo cierto era que esa situación preocupaba a todos en el Hialeah Park y, aunque algo similar había pasado en la década de los ochenta, esta vez la cosa parecía ser más complicada. A pesar de que la población de flamencos era de unos 300, si tomamos en cuenta de que cada ave solo pone un huevo al año, y vive unos cuarenta y cinco, había que actuar con rapidez.

Fue entonces que Dennis Testa, el encargado de operaciones y cuidador de las aves, en el Hialeah Park Racing and Casino, tomó cartas en el asunto. “Hay que intentarlo todo”–dijo, resuelto a cambiar la situación. Lo primero que hizo fue contactar a varios expertos en la materia, cuyos consejos no dieron resultados. Luego, procedió al “engaño”.

Es bien conocido que la estafa y los trucos son el modus vivendi de algunas personas en Miami, una práctica detestable que no nos enorgullece como ciudad. Sin embargo, en casos como este, aplicar ciertos truquitos podría verse como una forma de contribuir con la fauna miamense. Así que, ni corto ni perezoso, Testa aplicó su astucia y, llevándose de los métodos empleados por él en los ochenta, abrió las regaderas para las plantas, pues los flamencos se reproducen en época de lluvia. Luego, colocó huevos de yeso en unos nidos hechos por él.

El cuidador de aves, que llegó a los 7 años a Miami, cuando su padre consiguió trabajo en el mismo parque, había jugado su última carta y salió victorioso. Veinte pichones coronaron los nidos de los flamencos.

Pero no todo es color de rosa en el mundo de los flamencos del Hialeah Park, pues a los pocos meses de sobrepasar este episodio, los polluelos, nacidos en 2015, fueron secuestrados y, seguramente, vendidos entre 500 y 900 dólares. De nuevo se quedaba el parque sin su 45 nuevas aves.

Hoy en día el costo de la alimentación de los flamencos asciende a unos US$1,000 dolores mensuales, cantidad que los mantiene sanos y rosados, a base de mariscos y proteínas para perros.