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©Por Glenda Galán

Es temprano en la mañana y yo busco las oficinas de la City University of N.Y., donde me espera el escritor colombiano Carlos Aguasaco, que funge en esta institución como profesor asociado de estudios culturales en el departamento de estudios interdisciplinarios.

Al llegar descubro que el edificio está ubicado justo frente al toro más manoseado de esta ciudad y me quedo  unos cinco minutos contemplando a turistas y curiosos tomarse fotos con la escultura, antes de dirigirme al Lobby. Allí me piden una identificación y me dan a cambio un sticker con mi nombre que coloco rápidamente en mi pecho.

De ahí paso al piso 7 donde entro a unas oficinas que no son las del College, entonces me devuelvo hasta encontrar el lugar donde entrevistaré a quién también es director de la editorial Artepoética Press y gestor cultural.

La amable secretaria me conduce hacia la oficina del escritor, un espacio lleno de libros donde nos saludamos y conversamos unos minutos antes de que empiece a contestar a mis preguntas frente a la cámara.

Carlos, ¿qué tiempo tienes viviendo en Nueva York?

Vivo en esta ciudad desde 1999.

¿Extrañas algo de Colombia?

Mi tierra está conmigo en todas partes. Yo soy un defensor de la identidad colombiana en el exterior. El diez porciento de los colombianos vivimos en el exterior y practicamos nuestra cultura. Tenemos derecho a la memoria histórica y al reconocimiento de nuestras prácticas culturales colombianas. Yo creo que estoy haciendo patria colombiana e Nueva York. Extraño, claro, el clima maravilloso de mi tierra, extraño algunos amigos, pero la tecnología ahora nos permite estar cerca. Lo que sí me hace falta es el interés del gobierno por las actividades culturales de los colombianos en el exterior.

Yo decía hace unos días, cuando en la Feria del Libro dominicano en Nueva York me otorgaban un reconocimiento, que es importante lo que el gobierno dominicano hace con sus escritores en el exterior. Hace mucho más que el gobierno colombiano con sus escritores, ya que tienen feria del libro, planes de ediciones en la Editora Nacional para autores que viven fuera de la República Dominicana y concursos literarios exclusivamente para los escritores que viven fuera de su país. Yo adoro mi país y le pido a sus gobernantes y a la cámara de representantes en el exterior, que consideren seguir el modelo dominicano, que además incluye una casa de la cultura dominicana en esta ciudad.

Veo que los dominicanos te han adoptado aquí y te han tratado muy bien.

Claro que sí, me han dado un gran ejemplo, les agradezco, no solo a la comunidad, sino al país en general la bienvenida que me han dado como ser humano, como autor, como intelectual. Yo he estudiado la poesía dominicana, he viajado a la República Dominicana a participar en conferencias, en festivales de poesía y a ferias del libro y gracias a ese encuentro el gran descubrimiento mío, aquí en Nueva York, es esa afinidad que tenemos los colombianos con la República Dominicana.

No he conocido al primer dominicano que no me simpatice.

¿A cuáles autores te has acercado dentro de esos estudios que has realizado sobre la literatura dominicana?

En mi editorial Artepoetica Press he tenido la oportunidad de publicar a varios escritores dominicanos, entre ellos al novelista José Acosta, que ganó el premio Casa de las Américas, gracias a un libro que la editorial mandó al concurso. Él no sabía que estaba en concurso. O sea que uno de los premios que ha recibido la literatura dominicana en su historia tiene que ver con Artepoética Press. Más allá de eso, he tenido el gusto de estudiar a fondo la obra de la poeta Irene Santos López, he publicado también libros de Kianny Antigua, una joven escritora emergente y un libro de ensayos muy interesante de Keisy Montas, titulado De la emigración al transtierro. Este libro tiene la idea del transterrado, que de alguna forma uno viaja con su terruño. Uno es como un árbol que lleva no solo sus raíces, sino un pedacito de su tierra con uno. A parte de esto, dentro del festival de poesía de Las Américas que organizo con la poeta Irene Santos López y el profesor colombiano Carlos Velázquez Torres, hemos tenido la oportunidad de invitar al rededor de cuarenta poetas dominicanos.

¿Qué te ha dado Nueva York como escritor?

Nueva York me liberó de esa visión europeizante en la que yo había sido educado. Yo en Colombia fui educado con una educación que considero sólida en literatura, en una universidad nacional, que tenía una visión eurocéntrica del mundo. Se esperaba que uno fuera un imitador de los poetas franceses del siglo 19, un imitador del simbolismo.

Nueva York me liberó de esa carga y permitió que me diera cuenta de que la poesía que me estaba llamando era urbana, con un compromiso altamente social, con unos retos técnicos que nos había dejado la nueva lengua. Así yo terminé escribiendo Poemas del metro de Nueva York , un libro que se ha publicado en el Ecuador, que incluso se ha traducido al árabe y que contiene los poemas que escribí cuando llegué.

Y en ese orden de ideas, también escribí algunos textos en spanglish que están incluidos en algunas antologías y una producción audiovisual escrita en spanglish, que recibió un premio en el festival de cine de Cartagena. Así que la ciudad de Nueva York, definitivamente, le ha dado forma a una gran parte de mi obra reciente.

¿Qué importancia consideras que tienen los festivales literarios de cara al escritor y a los asistentes?

Como escritor, he tenido la oportunidad de viajar bastante a festivales en y puedo decirte que estos eventos tienen algo especial y es que permiten generar unas agrupaciones de afinidades y proyectos de colaboración y traducción. La poesía emergente, de nuestro tiempo, se está moviendo por muchas plataformas, unas son las plataformas digitales y otras esos espacios como los festivales. Se forman entonces como una red de colaboradores que tienen la intención de demostrar que la literatura es algo más que el canon, es decir, que la literatura es algo más que los libros de historia de la literatura que se escribieron en 1970 y que nos dicen por ejemplo que , sí que Huidobro es un poeta de nuestra época, pero no tenemos la fortuna de tenerlo a la mano. Entonces, hay poetas emergentes que se están presentando allí.

En el Festival de Poesía de Las Américas de Nueva York que organizo, tenemos una visión inclusiva como esta universidad propone, y consiste en un festival de poesía multilingüe. Este año tuvo la participación de sesenta poetas representando a 22 países diferentes y leyendo poesía en diez lenguas distintas.

Mi sueño es que algún día haya tantos países como lenguas y poetas.

¿Cómo repartes tu tiempo entre trabajar en este centro de enseñanza, organizar eventos literarios y en tu obra?

Es una lucha. Yo soy un obsesivo del trabajo y la verdad es que durante bastantes años (mientras estuve haciendo la maestría y el doctorado) estuve escribiendo mucho y los libros que han salido publicados recientemente han sido escritos antes.

El festival de poesía me alimenta para mi investigación académica, mi siguiente libro académico va a ser sobre las relaciones entre la multimedia y la poesía. Es decir, cómo los medios de comunicación han afectado la tipología textual de esa práctica cultural, que es el Petrarquismo Garcilasiano, que nosotros hoy llamamos poesía lírica (La poesía lírica de la época moderna es la herencia del petrarquismo garcilasiano que se importó del italiano a la lengua española en el Siglo de Oro), así es que siempre estoy haciendo estas cosas como con una segunda intención, que es alimentar mi propia investigación.

La escritura llega, muchas veces, en los viajes. La escritura de lo personal, llega muchas veces en los resquicios de ese trabajo.

Eres académico, escritor y gestor cultural, ¿Cuál de estas tres facetas te llena más?

Si tuviera que escoger una vocación, mi vocación sería la de escritor, pero la realidad de nuestra época te obligua a tener esas otras funciones sociales, porque yo represento a grupos emergentes de la población. Yo represento a la base de la población latinoamericana que ha emigrado a Nueva York y que comienza a tener ciertas oportunidades y que reclama, no solamente una ciudadanía legítima dentro de la forma o la estructura política, sino una ciudadanía cultural. En ese sentido yo soy un comprometido con las bases.

Cuando yo escribí mi libro anterior, que es la reescritura de mi tesis doctoral; llegué a la conclusión que después de haber dado toda la vuelta de mi formación de estudiante, lo que me hacía falta era rescatar la literatura del pobre. Hay un libro famoso de Juan Carlos Rodríguez que se titula así, Yo digo que esa es la literatura sobre el pobre. La literatura del pobre, es la que el pobre consume y produce. Una parte de eso es mi práctica académica, por ejemplo yo escribí un libro académico que se titula No contaban con mi astucia, México, sujeto, nación y parodia, en la serie del Chapulín Colorado.

O sea que a ti te interesa hablar sobre el hombre que hace que día a día la ciudad se mueva.

A mí me interesa hablar de la mayoría, yo creo que no es necesario ser elitista para tener una formación cultural sólida.

La semana entrante voy a la Universidad de Sevilla, en España, a dar un seminario de doctorado y mi conferencia para los estudiantes de filología se llama Don Quijote, Batman y el Chapulín Colorado. Porque no hay ninguna contradicción en conocer la literatura del Siglo de Oro y conocer la cultura popular del siglo veinte. Es más, yo trato de demostrar en mis estudios académicos que lo popular es una forma más sofisticada de la cultura.

Chespirito, por ejemplo era un gran procesador de contenidos cultos para materiales populares. Me explico, yo he encontrado en algunos capítulos del Chapulín Colorado versos literales de Sor Juana Inés de la Cruz. Y claro, de José Zorrilla, de Tirso de Molina. Pero lo interesante allí es que el pueblo, la base, está conociendo todo esto.

Mi trabajo es hacer la deconstrucción y revelar el valor de la cultura popular, dentro del contexto más amplio, que sería la cultura de nuestra época moderna y yo trazo hasta el Siglo de Oro.

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¿Tu vida en esta ciudad ha sido lo que pensabas que sería o nunca pensaste en lo que significaría Nueva York para ti?

Ha sido muy diferente a lo que imaginaba antes de venir, pero ha sido, también, una experiencia gratificante porque es una sociedad que me permitió rápidamente encontrar un espacio para mí.

Existe ese mito del Sueño Americano, yo no puedo decir que hay muchísimas oportunidades, pero por lo menos hay una oportunidad que sí tienes, que es más de lo que yo hubiera tenido en mi país, desafortunadamente.

Yo en Estados Unidos he logrado hacer lo que no habría logrado en tres vidas en mi país. Hace dieciséis años yo trabajaba en un supermercado repartiendo muestras gratis y hoy afortunadamente soy un profesor y hago otras cosas. Esta fue una sociedad que me permitió irme moviendo rápidamente.

Es verdad que este país te da oportunidades, pero detrás de ellas hay un gran esfuerzo y trabajo. Si miras atrás, ¿cómo fue subir peldaño a peldaño desde estar repartiendo muestras en el supermercado hasta convertirte en profesor?

Desde el inicio yo estaba muy emocionado porque habían muchas oportunidades y yo no quería desaprovechar ninguna. Entonces, a veces la familia se reía porque yo estaba tomando todos los trabajos que me ofrecían, era como una efervescencia de la juventud, que es tan valiosa (Por eso a mí me encanta ser profesor en la universidad, porque la gente joven me llena de energía).

Yo sentía un compromiso más grande con todos los que se quedaron atrás. Es el mismo compromiso que tengo ahora como académico y con los poetas emergentes.

Sería una actitud demasiado arrogante pensar que todo en la vida es acerca de uno, así como tampoco lo es en los poemas. Cuando yo doy talleres de poesía les digo a los estudiantes: No todos los poemas son sobre ti, Cesar Vallejo nos enseñó que se puede escribir un poema sobre alguien que no está allí, sobre el que no tiene voz. No sé si recuerdas ese poema que dice “¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”, y ese vivan está escrito con un error de ortografía. Vallejo obviamente le hace un homenaje a ese hombre que está caído en la calle. Ese es más o menos el compromiso que tengo yo que va más allá de lo personal.

 Porque has tenido que luchar mucho, sabes lo que implica esa lucha.

Sí, yo respeto mucho el trabajo y la lucha de cada uno porque sé que no se escoge la literatura y el arte como una opción fácil, por el contrario, se escoge la literatura porque hay un compromiso más grande, con diferentes ideas.

Muchas veces los escritores con los que compartimos no tienen las mismas ideas que tu tienes, pero yo siento el compromiso de darles la oportunidad de presentarlos en buenas vitrinas, en espacios dignos para que presenten sus trabajos. Nuestros socios en el festival de poesía son: la Casa natal del poeta Walt Whitmman, en Huntington Long Island, el Instituto Cervantes de Nueva York, el Consulado de Argentina, el City College of the University of New York.

 

¿Cómo se hacen las invitaciones al festival?

Es un proceso largo porque tenemos más o menos 700 poetas de todo el mundo que quisiéramos invitar, tendríamos que hacer unos diez años de festival para invitarlos a todos. En general lo que tomamos en cuenta es que tiene que ser un festival inclusivo, diverso y excelente. Una de las formas de la excelencia es la inclusividad. No se puede ser excelente si no se es inclusivo y diverso. Por eso si miras la lista de los poetas del festival versa que está balanceado entre hombres y mujeres. También queremos balance de lenguas y por eso este año tuvimos a un poeta maya que, de hecho, fue elegido el poeta del año por nuestro festival. Otra forma de inclusividad es darle espacio a las diferentes generaciones. Todo esto es parte de la polinización cultural que se crea en estos eventos.

¿Estos eventos culturales se hacen por amor al arte o hay alguna ganancia para quienes los llevan a cabo?

No, no hay ninguna ganancia. Tenemos la ayuda generosa de la u niversidad, que nos da la sede y algunos recursos mínimos, pero el otro gran patrocinador del festival es Artepoética Press, que trabaja todo el año para gastar todos sus recursos en el festival, porque creemos en este proyecto. También tenemos ayuda del consulado de Argentina y algunos países como España nos hacen el favor de mandarnos un poeta. Por otro lado, hay empresas que nos hacen donaciones técnicas como afiches o impresiones.

¿Cuál ha sido la mayor satisfacción que te han dado estos encuentros?

He tenido dos granes satisfacciones: una es que fui fundador de Latino Poets, New York que hizo el Festival Latinoamericano de Poesía, que todavía hoy en día lo mantiene la poeta Karla Coreas. Esa ha sido una gran alegría, saber que pude estar ahí en la fundación de un festival que sigue adelante y que progresa con su propia dinámica. Y la otra satisfacción ha sido haber tenido la posibilidad de abrir el festival de poesía multilíngüe que es el Festival de Las Américas, que va muy bien con lo que hacemos en la universidad.

Estar involucrado en los momentos en los que surgen instituciones es lo que más me toca. Pero te cuento que  conectar, por ejemplo,  a un poeta con un posible traductor, y ver que un poeta maya va a pasar al francés, o que un poeta ecuatoriano va a ser publicado en árabe, para mí,  paga todo lo que no se nos paga en este tipo de trabajo.

¿Cómo ves el desarrollo de la poesía hispanoamericana en Nueva York?

Esta es una ciudad muy literaria. La literatura iberoamericana ha tenido diferentes ciudades que han sido su epicentro en diferentes momentos de la historia. Uno puede decir que en el Siglo de Oro era Madrid, hubo una época en el siglo IX que los escritores pasaban por argentina. En algún momento los escritores del Boom se fueron a vivir a la ciudad de México, estuvo Barcelona, que sigue siendo una gran ciudad para la literatura. Y ahora pienso yo, que ha llegado el turno de Nueva York. Yo pienso que el Nuevo Boom de la literatura en castellano se dará en Nueva York.

Aquí ya hay programas de escritura creativa, los escritores pasan por la ciudad. Nueva York ya no es una ciudad imposible para los latinoamericanos. Cada vez tiene un alma indeleble, que es un alma marcada por nuestras múltiples identidades latinoamericanas que vienen acá y que la narran, que la cantan en poemas, que la describen. Veo que hay un auge en la literatura, a pesar de que hay una crisis de las librerías físicas, pero pienso que la ciudad, en sentido literario, es cada vez más latinoamericana, cada vez más iberoamericana.

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