img_6282©Por Glenda Galán

Conversar sobre una figura como el Profesor Juan Bosch resulta grato, sobre todo si se hace con alguien que lo conoció de manera íntima como su hija Carolina Bosch. Esta mujer que vio a su padre por primera vez siendo ya adulta, nos cuenta lo que significó ser familia de uno de los enemigos de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, así como también, lo que ha influenciado en ella el legado de su progenitor.

En esta ocasión también compartimos con Sheila Ares, nieta del recordado político y escritor, que nos comenta varias anécdotas sobre su abuelo y nos asegura sentir una gran responsabilidad al ser una de sus descendientes.

¿Qué significó ser hija de una figura como el profesor Juan Bosch?

En mi infancia y en mi adolescencia fue muy duro, porque decir Juan Bosch era como decir lo peor del mundo. Él, era enemigo de Trujillo y desde muy joven se tuvo que ir del país. No pudo volver hasta después de la muerte del dictador, que fue cuando yo lo conocí. Entonces, no era fácil ser hija de Juan Bosch en esa época.

¿Cuáles fueron las principales situaciones negativas que usted recuerda, en ese sentido?

Fueron tantas que he preferido olvidarlas. No quiero recordarlas porque me hace mucho daño.

Mira si era difícil ser hija de mi padre que te voy a contar una anécdota:

Yo iba caminando por la calle El Conde con unas amigas, creo que para la época de navidad y habían unos jóvenes en una esquina. Uno de ellos dice ”Oye, que mujer tan linda, cualquiera se casa con una mujer así” y le contesta otro ”¿Tu sabes quién es esa? es hija de Juan Bosch. Cásate con ella para que te pases la luna de miel en la Torre del Homenaje”. Era así la cosa.

Eso lo vivíamos a diario, por donde quiera. No te digo que había gente que nos quería y nos demostraba cariño y respeto, pero era la minoría porque el temor a Trujillo era muy grande.

 O sea que era una mujer muy bella, pero le salían huyendo los pretendientes.

Sí, hasta que me casé y recuerdo que la madre de él le dijo ” ¿Tu no te estas volviendo loco para casarte con ella?” Y el le respondió: “pues sí me voy a casar con ella”.

Yo le tenía tanto miedo a Trujillo que él acostumbraba a pasar por mi casa, no sé si porque sabía que nosotros vivíamos ahí, pero los ojos de ese hombre yo los sentía como un demonio.

¿Dónde vivía usted en esa época?

Nosotros vivíamos en la ciudad intramuros, en el número once la calle 16 de Agosto y después en la calle El Conde.

¿Cómo era la ciudad en ese momento?

Era una ciudad pequeña, que tenía sus valores. Las familias eran respetables, aunque fueran personas de poco dinero, había educación que es lo principal que debe tener un país. Yo me sentía muy bien viviendo ahí.

Mucha gente nos protegía, otros cruzaban la calle por temor.

¿Cuáles fueron los aspectos positivos que usted recuerda de ser hija de él?

De lo positivo recuerdo que Papá era un hombre muy noble. Un hombre con un corazón tan grande, que cabía todo el que él que quería ahí. Y al mismo tiempo un hombre fuerte, como buen español que era. Yo no sabía que lo iba a conocer. Me costó acostumbrarme cuando lo vi.

¿A qué edad conoció a su padre?

Tendría unos veintisiete años, ya yo tenía a mis hijos.

Todos los enemigos de Trujillo estaban condenados a muerte. Si llegaba cerca de la República Dominicana lo desaparecían. En varias ocasiones intentaron matarlo y en varias ocasiones lo lloramos, porque lo que llegaba a nuestros oídos es que lo habían matado y uno no podía investigar si era verdad o mentira. Hasta que por fin se acabó Trujillo.

¿Cómo fue vivir sin esa figura paterna?

Tuve la dicha de que mi madre se casó en segundas nupcias con un hombre muy bueno, que fue un padre para mí.

img_6280¿Cuál fue la primera impresión que tuvo de su padre?

Yo no podía hablar cuando lo vi, no me salía l a voz. Para mí era un sueño hecho realidad, un sueño de toda la vida. Yo nunca pensé que lo iba a conocer.

Me impactó tanto conocerlo, que lo único que hacía era llorar y él reaccionó igual.

¿Cómo fue esa relación de ustedes?

Muy buena, a pesar de que él estaba casado con una señora con la que no hicimos mucha liga. Pero papá siempre fue muy tierno con sus hijos y con sus nietos por igual.

Nunca se me va a olvidar que mi hijo más chiquito, que siempre oía decir que él era nieto de Juan Bosch, cuándo lo conoció se quedó mirándolo y le dijo “¿tú eres Juan Bosch?, él respondió ”sí” entonces él le dijo “y yo soy Jean” . Papá le respondió riéndose “Ya sé que tu eres Jean y eres un atrevido”.

¿Pudo leer algunas de sus obras antes de conocerlo?

No, antes no, porque no podíamos tener nada de él. Pero luego de leerlo opino que es uno de los mejores escritores porque tenía una gran facilidad para crear. Le gustaba mucho hablar sobre los campesinos, pues su papá era un español del campo y se crió en un campo La Vega. El tenía contacto con los campesinos que lo querían mucho y era muy dado a proteger a ese tipo de gente.

A pesar del cariño que muchos dominicanos sienten por su padre, ¿usted hubiera preferido que él no se dedicara a la política?

Claro que sí, porque hubiera sido mío. El fue un padre que yo me pasé la vida entera añorando, tenía que compartirlo con todo el mundo. No es que me sintiera mal, pero entendía que me lo quitaban, me robaban su tiempo.

De los recuerdos que tiene con su padre y de sus enseñanzas, ¿cuáles son las que usted más atesora?

Fueron tantas. Papá era una persona a la que muchos le temían porque tenía un temperamento fuerte, pero al mismo tiempo era un hombre tierno y cariñoso con las personas que lo conocían. Le encantaban los niños, disfrutaba un mundo con un niño inteligente.

De las enseñanzas el tratar de ser honesta, porque él era un hombre demasiado honesto. Ser una mujer honesta, que te sientas tú bien con lo que estas haciendo.

Hablando de ese temperamento fuerte, ¿hay algo que recuerde que le haya sucedido con él?

Muchas cosas. Porque él hablaba y si tú no le hacías caso, ya no era el papá bueno y tierno, era el papá que decía “te hablé”. Entonces uno sabía que tenía que respetarlo. Pero entre nosotros dos hubo una unión muy grande. Era un hombre fuerte, duro de temperamento pero con nosotros no. Sí nos exigía que teníamos que entender que si éramos sus hijos teníamos que respetar la imagen de él. Siempre estuvo ahí en cualquier momento que nosotros lo necesitamos.

En estos momentos en que hay tanta corrupción en la República Dominicana, no solo en el plano político, ¿cómo cree que se sentiría su padre?

Papá era un hombre muy exigente en ese sentido, no creo que se sentiría nada bien. El no aceptaba esas cosas, ni siquiera de nosotros sus hijos lo aceptaba.

El amaba a su pueblo y entendía que había cosas que no tenían justificación y así se las hacía saber a todo el mundo.

¿Dejó fortuna su padre?

No. Sus libros.

¿Qué mayor fortuna que esa?

Sí, son unos libros de los que nosotros no nos separaríamos jamás. Para nosotros es un tesoro.

Una de las cosas que más lastimaban a papá era la miseria en la que vivían los seres humanos. Eso a él lo sacaba de quicio, él decía que no entendía el porqué.

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Al escuchar a su madre, Sheila Ares, nieta del profesor Juan Bosch se emociona y nos dice:

Recuerdo que cuando abuelo cobraba lo dividía en sobrecitos manila pequeños, le ponía nombres y empezaba a ayudar a la gente. Él era muy sencillo.

¿Qué otros recuerdos tienes de él, Sheila?

Muchísimos. Cada vez que teníamos alguna situación, ahí estaba él. Era muy familiar, se sentaba conmigo, me sentaba en sus piernas y me hablaba. Veía las cosas que yo hacía y me decía que yo le recordaba a su madre. Siempre se aparecía de sorpresa en la casa.

Cada vez que mis hermanos y yo teníamos algún proyecto lo consultábamos a él, porque la experiencia no se improvisa.

Cuando yo cumplí quince años, mientras él estuvo en la fiesta, pusieron música de salón, pero tan pronto él se fue empezaron a poner merengues eso lo recuerdo mucho. 

Doña Carolina, ¿Qué le gustaba hacer a su padre cuando estaba en la casa?

Leer primero y después escribir.

Sheila nos dice:

El también fue escultor, no fue que hizo una gran cantidad de esculturas, pero hizo varias. Al igual que su madre él era muy manual.

¿Qué le gustaba comer al Profesor Juan Bosch?

Más que nada chocolate. Le encantaba el chocolate. Recibir de regalo un chocolate era lo máximo para él.

El comía muy sano, cenaba temprano y muy ligero. De hecho, cuando iba a las actividades políticas de noche no acostumbraba a comer nada, pues no le gustaba comer en la calle. Se acostaba temprano, pero en la madrugada ya estaba despierto, casi siempre escribiendo. También le gustaba mucho caminar.

¿Qué ha sido este tiempo sin él?

Al principio la falta fue muy grande porque el siempre estaba muy pendiente de nosotros y nosotros de él. Los años han pasado y uno se va acostumbrándose, pero el vacío se siente porque él era como la columna, como ese árbol que te sostiene.

¿Tu crees que su nombre se ha respetado en el país y en el partido al que él perteneció?

Mira, la generación que va subiendo ahora realmente no lo conoce, pero la que lo conoció a él sí. Él es un símbolo de respeto y honestidad y para nosotros es de mucho orgullo. En cuanto al partido, me reservo la opinión.

Doña Carolina, ¿qué usted desearía para nuestro país, basada en lo que su padre le enseñó?

Respeto a la ciudadanía. El ciudadano no tiene casi derechos, nadie lo protege, al menos que tenga un apellido o mucho dinero.

Para ti Sheila, ¿qué ha significado ser nieta del Profesor Juan Bosch?

Es un traje grande de llenar el que nosotros tenemos, porque tenemos que imitarlo. Cuando llegas a un sitio no puedes dar una nota discordante, no debes, si respetas su memoria. Y hasta ahora, gracias a Dios, todos lo hemos respetado, porque él se lo merece.