©Por Glenda Galán
Nos conocimos hace poco en Books & Books, cuando asistí a la presentación de su libro Sobre las fábricas de Sudaquia Ediciones. Mientras leía, disfruté cada uno de los poemas que compartió con el público y al conversar con ella, en esta entrevista, vuelvo a disfrutar, desde otra perspectiva, esa capacidad de crear mundos que posee Raquel Abend van Dale.
Esta venezolana residente en Nueva York, comparte en este encuentro el contenido de una maleta llena de anécdotas y de vivencias, que nos permiten advertir a la joven que partió de un país convulso y a la mujer que se reconstruye en una ciudad que espera merecer, como presagia en uno de sus poemas.
•Raquel, inicias la escritura de cuentos en un libro de castigos, cuando en la escuela te ponían a escribir si te portabas mal. De cara a este inicio, ¿cómo percibes el hecho de escribir en este momento?
Esto que me dices es algo en lo que no pensaba desde hace varios años. De hecho, estoy sorprendida… No sé cómo pudiste dar con esta información. Podría afirmar que la escritura a partir del castigo o la expiación es algo que no se ha ido por completo. Me obligaron a ello de niña, y quién sabe hasta qué nivel he asimilado esta idea. Pago con la escritura lo que digo y lo que hago. Es también un concepto muy católico, el de la penitencia. Fui criada en un colegio salesiano. Por otro lado, hay algo que creo firmemente: hay que estar insatisfecho para querer escribir. No siempre logramos decir las cosas como queremos, tampoco hacerlas. Ya no se trata de un libro de castigos, pero si hay algo de querer ¨arreglar¨ la realidad incambiable que lo rodea a uno. Incluso de enfrentarla desde un terreno más propio: el creado por uno mismo.
• Hay una maleta presente en tu libro Sobre las fábricas y el constante recuerdo de quien has sido, dices también que confías en que pronto merecerás el asfalto. ¿Ha quedado defraudada tu confianza, o así ha sido?
Es inevitable la imagen de la maleta cuando uno se vuelve extranjero. No importa cuáles son las razones que llevan a una persona a irse del país en el que nació, creo que inevitablemente se pierde parte de la identidad que a uno lo volvía propio de ese país. En mi caso, ser venezolana. Y es solo natural, a uno le van naciendo nuevas capas de nuevas ciudades como mecanismo de supervivencia. Hay que ser neoyorquino para sobrevivir a Nueva York, de eso no tengo duda. Y en ese sentido, así como uno deja de estar presente, entonces también uno deja de merecer.
• Tu madre está muy presente en este libro, ¿cómo ha influenciado ella en ti como escritora?
La presencia de mi madre en Sobre las fábricas no solo es real, sino también simbólica. Hablo de la separación entre mi país, lo familiar y yo. Lo materno como lo que se conoce hasta cierto punto. Lo duro que es el cambio entre el sentirse protegido y el sentirse amenazado. Mi mamá es una mujer profundamente sensible y fuerte, una combinación que me hace admirarla muchísimo: como artista visual y como madre. Dos labores complicadas de llevar paralelamente, me parece. Haber tenido el privilegio de tener una madre que ha vivido siempre de su propia obra es esencial para mí. Me tomo en serio la labor de crear.
•Tu poesía es muy visual, ¿tiene que ver esto con tu amor por el cine?
Supongo que sí, porque al escribir recuerdo cosas que, no solo me ocurrieron a mí, sino a personajes. Lo que hace más variada la gama de escenarios y circunstancias a la hora de imaginar. Hay mucho más material. Además, el archivo ya viene con música incluida. Mi última obsesión fueron las composiciones Zbigniew Preisner para varias películas de Kieslowski.
• ¿Cómo percibes el mundo literario latinoamericano en estos tiempos? A tu entender, qué falta, qué sobra? Qué está en su justa medida?
Gracias al Internet y a las redes sociales, uno tiene acceso a escritores y libros que de otra forma hubiera sido imposible. Se está escribiendo mucho y se está publicando mucho, lo que ha traído cosas buenas y malas. Ahora casi cualquier persona puede tener un libro publicado, pero son pocos los que logran resaltar de la masa literaria, digamos. Hay que investigar y leer, para poder tener un juicio crítico ante la obra de alguien. Cada vez hay más editoriales independientes en Latinoamérica que apuestan por nombres desconocidos. Algo que me atrae es que el escritor latinoamericano, en general, apuesta por un estilo y una línea de creación propia, más allá de cuáles sean los ¨trends¨ del mercado.
•¿Qué libro de los que has leído en los últimos 5 años te llega a la mente si digo: memorable?
Confieso que sigo enamorada del libro de María Negroni Pequeño mundo ilustrado. En aquel entonces le dije a Adalber, mi pareja, ¨esto es literatura para Raquel¨.
• Naces en un país que pasa por una situación complicada, ¿cómo ha influenciado esta situación política, social y económica en los poetas de tu generación?
Mucho. De hecho, me parece que la poesía actual venezolana está tomada por la política y la inmigración. Está la poesía de los que sobreviven el quedarse y la de los que sobreviven el irse. Ambas situaciones muy complicadas.
•Cuéntame de tu experiencia en la ciudad de Nueva York, primero como estudiante, ahora como una escritora que también se desempeña en otro tipo de trabajo. ¿Qué ha sido lo más complicado y qué lo más maravilloso en todas estas etapas?
Tengo la teoría de que Nueva York te destruye. Inevitablemente, te destruye, tarde o temprano. Los que logran reconstruirse, terminan por amarla locamente. Los que no lo logran, terminan por irse.
•NY es… un buen Bloody Mary.
• Ser poeta es… un cerdo amarillo.
• ¿Qué poema tuyo es recurrente en tu pensamiento?
Creo que ninguno. Los olvido una vez escritos.
•¿Qué 3 poemas tuyos quisieras compartir con nuestros lectores?
Compatiré tres poemas recientes del libro que estoy trabajado ahora. Es un poemario inédito llamado Hotel de Santos.
De golpe, dejo de hallarme en mi propia
lengua
hay un robo por delante, un cuerpo desmembrado en el piso
simulando una encrucijada de tiza,
hay gritos que son conocidos por las palomas de
todos los tiempos habidos y por haber,
la injusticia
se habla en lenguas.
***
En esta ciudad las vírgenes dementes
saben todo sobre la castidad.
Se visten de azul, andan descalzas
y con el pelo suelto, marrón claro, como
en las estampitas,
el sol brilla en las sierras eléctricas que cortan
los cuellos de los bebés, en las manos quemadas y fuertes
de quienes los estrangulan,
nadie es gris en las cárceles de las madres
donde las apariciones lamen la sal de sus juicios.
Los domingos encuentran fetos en los basureros
de Nueva Jersey, esa hermanastra fea y de pies
gigantes que nunca podrá ser como Nueva York.
Tampoco intenta serlo.
En mi escritorio están las caras de las vírgenes
que quieren adoptar, de las que han asesinado
al hijo indeseado, de las que se creen malas madres,
de las que saben que son buenas y sacrificadas,
de las desatendidas por sus maridos, de las dotadas
en sus hornos de plata.
Hoy se hablaba de la aparición de una virgen negra,
en un restaurante de hamburguesas de Manhattan,
diagnosticada como esquizofrénica, de alucinaciones
bíblicas. La virgen negra mató
a su hijo en el baño, lo dejó botando espuma por la boca,
inconsciente: “fue acusada de homicidio en segundo grado
por el asesinato del bebé de 20 meses”.
La virgen negra juró haber escuchado la voz de un demonio
producto de la marihuana y un diagnóstico tardío.
En este país las vírgenes dementes saben todo
sobre la triste eternidad.
***
Porque parte de mi vida actual
es pasar horas diarias en el
mismo cubículo, con las mismas 37
personas, en sus mismos cubículos,
y las mismas pantallas, violaciones,
asesinatos, crímenes pasionales, muertes
de bebés que caen por la ventana o que
son asesinados por sus madres, e historias
de superación, porque siempre hay alguien que
logra salir de Paterson a Princeton, o
de Washington Hights a CUNY.
Y en esas mismas sillas arden
porque no hay interrogatorio ni exposición de vida.
Yo cuestiono su desarraigo y ellos cuestionan
mis reacciones abiertas y mal tragadas.
Soy la única que grita la congestión del tiempo
que jamás se reproduce.
Y es que pasan los días
bajo la misma luz azul de neón,
calles eléctricas y acentos hispanos que
hace mucho perdieron su poder.
Todos murieron ya como un Cristo desarraigado
y ahora no responden a su cuerpo ni al de sus países.
Saben que vienen de Puerto Rico o República Dominicana
pero no recuerdan qué es un rico puerto o una
domínica hecha república.
Raquel Abend van Dalen: Caracas, 1989. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Monteávila y Magíster en Escritura Creativa en Español por la New York University. Autora de los poemarios: Sobre las fábricas, (Nueva York, Sudaquia Editores, 2014) y Lengua Mundana (Bogotá, Común Presencia Editores, 2012); de la novela Andor (Caracas, Bid&Co. Editor, 2013), y coautora del libro Los días pasan y las formas regresan (Caracas, Bid&Co. Editor, 2013). Lleva el blog Expedientes M, de entrevistas a escritores hispanoparlantes.
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