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Durante un tiempo estuve inconforme con lo que tenía, los amigos, el país, las calles sucias o ensuciadas por el camión de basura que iba regando todo a su paso…los tapones de la ciudad.

Estaba inconforme porque no es nada nice pasarse horas y horas montado en un carro para llegar a la esquina siguiente, gracias a que las calles son pequeñas venas por las que circulas animales al volante, por ejemplo.

Estaba inconforme porque los amigos que decían ser amigos, eran solo aves de paso, excepto por algunos con los que el click fue instantáneo y para toda la vida.

Estaba inconforme por la vida misma, porque no era perfecta, porque hiciera lo que hiciera, no iba a llegar ese momento en el que no existieran los problemas propios o indirectos, que aveces intranquilizan más a uno que los propios. Más aún porque la vida iba muy lenta, nada pasaba en ella y me aburría.

La vida se encargó de enseñarme que no es estática, y me tenía guardada una partecita más movida.

La vida se reía tanto de mi!

– Y lo que falta niñita, ahora es que viene el mambo!, habrá pensado la muy sabia.

Y el mambo llegó intempestuoso, implacable y  avasallante, dispuesto a hacerme sudar.

– Aquí el paso lo marco yo, dijo el  con cara de Sinismo;  mientras la vida le dejaba hacer y deshacer a su antojo para que me entretuviera.

Por más que intentaba bailar a ese ritmo, mis pies y mis fuerzas no me daban para seguir ese paso acelerado de eventos, de encuentros y desencuentros a los que no estaba acostumbrada. Ya no parecían tan malos esos amigos, o conocidos que había ido cosechando en mi juventud, ya no parecía tan imperfecta la vida que vivía, antes de que se acelerara esa música que me hacía levantar los pies hasta quedar suspendida en el aire.

Los choferes de carro público, si me siguieron pareciendo insoportables, pero esa sería historia para ser contada en otro momento.

– Quiero dejar de bailar, le dije a la vida.

-No creo que puedas hacerlo, te eburrirías si no bailas?

– No se, lo que si se es que no me calo este mambo.

Y dicho esto tapé mis oídos y mis pies volvieron a rozar la tierra.

Desde ese día me entretiene el crear mi propio sonido y bailarlo a mi antojo.

Me siento felíz de que ahora el mambo lo toco yo.