nieve
 

Por Juan Dicent

Ese ring ring ring no es la campanilla de un policía persiguiéndote a ti y a Oliver Twist a través de un arrabal en el laberinto roto de Londres, es la alarma de tu celular diciendo “Levántate loco, ya son la siete.”

No pises el frío piso descalzo, te pasmarás otra vez. Busca las chancletas de playa inútiles en este clima.

Entra al baño. No vayas a sentarte en el trono helado que te hará pegar un brinco despertándote por completo quitándote las ganas de cagar por una semana. Al menos cúbrelo con papel grueso usado para limpiar regueros.

Abre la ducha con agua caliente mientras te cepillas los dientes en medio del vapor. La temperatura subirá aunque sea un grado. No te metas debajo de la ducha con tus pijamas.

 Corre desnudo del baño a tu habitación por olvidar la toalla. Controla los temblores, los escalofríos, el taca taca taca de tu quijada. No te muerdas la lengua.

 Chequea el Weather Channel. A massive Atlantic storm will continue to strengthen, dumping dangerously heavy snow and producing even white-out conditions on all five boroughs. A lousy day to be on the road, the snow is accumulating and…

Para aguantar el frío, vístete por capas: boxers, terma o apretados pantaloncillos mangalargas hasta los tobillos que te harán sentir como una Pavlova con pelos en las piernas (no te asombres si das varios pasitos en puntilla tarareando el verano de Vivaldi), medias finas, medias gruesas, jeans de obrero, botas impermeables, fino t-shirt amarillo, t-shirt Give Haiti a Chance, poloché o suera con capucha, abrigo para escalar el Everest (no importa si pareces una aberración con el torso de un avestruz y las paticas de un pollo), gorrito de rapero hasta las orejas. Una bufanda ayuda mucho si te la envuelves en el cuello como una culebra de lana, no si la dejas sobre la cama. Por nada del mundo olvides los guantes: tus manos esclavas, entumecidas la mitad del tiempo, la otra mitad escaldadas, te lo agradecerán. Lleva sombrilla.

Cierra todas las puertas, abre la sombrilla, ya estás en la calle, la nieve cae. Los copos como cornflakes de nata traen a la mente el supuesto alimento, lleno de gusanos el mismo día, enviado por Dios a los judíos en el desierto y cuyo nombre fue cualquierizado para siempre por un grupo mexicano de rock cuyo vocalista es tan charlie que a su nombre le intercaló una H.

No, la nieve no huele, ese olor a bacon frito viene de la cocina de la boricua haciendo el desayuno mientras le vocea “Canto e cabrón” al esposo carnicero que cometió el error de traer bistec, steaks y costillas cuando ella le pidió alitas de pollo, mollejitas y rabo.

 Puedes sentir pena por la africana cogiendo lucha tratando de encender su carro después de pasar una hora limpiando los vidrios, sus dreads son crudas longanizas cubiertas de azúcar. No trates de ayudarla, además de tu ignorancia en asuntos mecánicos ese hombre que rocía sal en su acera, moviendo la mano como si estuviera echándole maíz a gallinas invisibles, pronto irá en su rescate. Por cierto, no seas imbécil y creas que es sal de cocina, no, es una dañina mezcla química que destruye las manos.

Ponte protector labial. Lucha contra la costumbre animal de pasarse la lengua por los labios.

Respira por la nariz todo el tiempo, no lo hagas por la boca: el aire de hielo pulverizado entrará a tus pulmones y conocerás intimamente a una flemática señorita con el bello nombre de Enfisema.

 Camina despacio. Mide tus pasos en esta acera de mayonesa. Es mejor llegar tarde al trabajo que caer sobre el cemento rompiéndote la rabandola, digo, coxis. Nada hay más doloroso que una fractura en este maravilloso clima, me comentó un pingüino.

 Ten mucho cuidado cuando pases por ese balcón donde un hombre con mente privilegiada dejó varias botellas que explotarán precisamente cuando estés debajo. No mires para arriba si no quieres perder uno de tus preciosos ojos de macotoro.

 Párate en Morris Park. Móntate en ese taxi. Siente el comfort de la calefacción. Pon atención al taxista ecuatoriano con la cara llena de moscas o verrugas: “Escuche esto, tengo 14 hijos; escuche esto, cuatro están en Irak, ¿usted cree que por lo menos no me maten a dos?; escuche esto, sólo una hembra, Irene, vive en Guayaquil, no quiere venir a Nueva York, y la entiendo; escuche esto, mi mujer es un vegetal que respira a través de un tubo gracias a un pulmón de hierro; escuche esto, por suerte está nevando.”

 Mira a tu alrededor antes de entrar a la oficina. Disfruta de esta sensación de novedad que no sentirás otra vez. Escucha esto: los copos de nieve son pasitos de ratones albinos sobre tu sombrilla.

 
Juan Dicent