Por Glenda Galán
Siempre que voy a la isla, nos encontramos en la librería para comprar, juntos, algún libro. Esta vez, Frank Báez me recomienda el libro Poesías completas de Konstantino Kavafis, toda una joya. Mientras lo hojeamos buscamos un lugar para conversar y me va contando historias sobre algunos de los libros que se exhiben en los anaqueles. Hoy también tendré la oportunidad de escuchar algunas historias sobre su trayectoria literaria, una conversación que comparto a continuación.
–¿Quién nace primero en ti, el lector o el escritor?
–Te diría que el lector. Sin embargo, yo no disocio al lector del escritor, creo que en el ejercicio literario ambos van de la mano. A medida que uno más lee más escribe. Y viceversa. Los escritores que más me gustan son los que dialogan directamente con una tradición literaria de una manera directa e indirecta.
–¿Frank Báez es narrador o poeta?
–Poeta.
–Cuéntame de tu experiencia de vivir en los Estados Unidos.
–Te la cuento con un ejemplo. Recuerdo que salí de Santo Domingo y la temperatura estaba en 28 grados. Cuando aterricé en Chicago, la temperatura estaba en menos 28 grados.
–¿Consideras que escribir bien es un don?
–Ah, es que no estoy claro con lo que significa escribir bien. Para mí el don más bien es sentir la pasión por escribir y leer. El don es tener ochenta años y sorprenderse de la misma manera en que escribíamos y leíamos a los veinte.
–¿Qué buscas cuando escribes?
–Abrir una ventana. Proyectar el mundo qué tengo en la cabeza.
–Tú me asombraste con algunos relatos de “Págales tu a los Psicoanalistas” en los que narras con voz de mujer, ¿cómo pudiste concebir tan bien esas historias?
–Muchas gracias por lo que dices. Los relatos en voz femenina me costaron mucho tiempo y esfuerzo escribirlos. En el caso del relato que se titula como el libro, fueron años de trabajo. Recuerdo que una vez una amiga se lo aprendió e intentó hacer un monólogo para teatro. A medida que se lo aprendía usaba expresiones y palabras propias, es decir, como que lo adaptaba a su voz, a su manera de cantar, por lo que yo me aproveché de esto y tomé estos cambios en el texto final para darle más verosimilitud. Pero como te imaginas, uno nunca se siente satisfecho. Uno quiere siempre seguir corrigiendo y ser cada vez más fiel con las voces que uno oye en la cabeza. Por lo que hace unos meses estaba en Puerto Rico y una amiga me preguntó que por qué no aprovechaba que el libro cumplía diez años y lo reeditaba. Así que lo pensé y lo voy a reeditar a fin de año. Por lo que “Págales tu a los Psicoanalistas” saldrá con nueva portada y con los textos pulidos, limpios y prolijos. También les incluiré seis o siete textos que no estaban en el original. Lo sacaré en Navidad para que mis amigos, quienes me inspiraron los textos, se lo regalen entre ellos.
–Cuando lees, ¿qué te hace pensar “este es un buen poema”?
–No lo sé. Uno puede tener una idea predeterminada de lo que es la poesía hasta que abre un libro que desconocía y se da cuenta de que estaba equivocado. Creo que es algo físico. Como cuando uno siente un corrientazo. Si un poema te da un corrientazo es que le hallaste la poesía.
–¿Qué es El Hombrecito y cómo empieza esa aventura artística?
–Empezó hace unos años cuando Homero Pumarol y yo nos dimos cuenta de que en la República Dominicana no había espacio para difundir nuestra poesía, es decir, no había editoriales y los suplementos literarios habían desaparecido. Por lo que decidimos empezar a leer nuestros poemas en bares acompañados de música y elementos visuales. Nos fue tan bien que comprendimos que habíamos encontrado no solo un espacio de difusión, sino sobre todo de creación Y esto es lo importante, que abrimos nuestra poesía a otras manifestaciones artísticas y a músicos y a artistas talentosos que admiramos, como Ángel Rosario, Fernando Soriano, Marino Peña, Wilson López, Vadir González, Jaime Guerra, entre otros, creando esta especie de híbrido, de Frankenstein, que llamamos El Hombrecito, y que se alimenta de la música, de la literatura y de otras manifestaciones artísticas. Seguimos de lleno con el proyecto. Estamos dándole los toques finales a nuestro tercer disco.
– ¿Y “La trilogía de los festivales”?
– “La Trilogía de los festivales” es un retrato de los festivales de poesía celebrados en Latinoamérica. Acá relato mi experiencia en el Festival Internacional de Rosario, en el Festival Internacional de Granada y en el Festival de la Palabra de Puerto Rico. Son crónicas de viaje divertidas y descabelladas que indagan en el interés que la poesía sigue despertando en Latinoamérica y que resaltan el espíritu de fiesta y celebración de estos eventos.
– Hablemos de tu más reciente libro de crónicas Lo que trajo el mar, ¿cómo nace la idea de recopilar estos recuerdos?–”Lo que trajo el mar” fue un libro por encargo. La directora de Ediciones Aguadulce me había pedido desde hace tiempo un libro. A mí se me ocurrió la idea de escribir una crónica larga sobre Puerto Rico. La intención era tomar el ferry a San Juan y contar mi estadía de varios días en la isla vecina. Sin embargo, cuando ya teníamos todo listo para el viaje, el ferry se quemó y su reparación tomó varios meses. Por lo que optamos por recopilar una serie de crónicas y ensayos que había publicado. Al principio, empezamos como si se tratase de una recopilación normal de textos, pero como en medio de esto, mi padre falleció, me decanté por las crónicas que lo mencionaran. Y esto le fue dando orden y cohesión al libro que se puede leer como un homenaje a la persona que me regaló la palabra.
– ¿Qué debe tener una crónica para que te atrape como lector?
–Debe tener poesía. La poesía es como la sal o la sazón de la literatura.
– En el proceso de concebir y escribir un libro, ¿hay algún momento que te estreses o todo es placer?
–Pongamos claro una cosa, escribir es un privilegio. Por consiguiente, debiera ser un acto de placer, de alegría, de dicha. Sin embargo, escribir cuesta y a veces uno siente que está colocando las palabras en el texto como si uno fuera una hormiguita y las cargara en su lomo. Es decir, escribir requiere un esfuerzo titánico, mucho sudor, mucho trabajo… porque las cosas más difíciles son las más estimulantes y placenteras.
– Recientemente fuiste escogido como uno de los 39 mejores escritores de ficción menores de cuarenta años en Latinoamérica por el Hay Festival, en su edición de Bogotá 39 – 2017. ¿Qué fue lo primero que te vino a la mente cuando lo supiste?
–Al principio no sabía lo mediático e importante que era esta selección, pero a medida que todo el mundo empezó a felicitarme y mi foto fue saliendo en un montón de periódicos y medios, fui comprendiendo que era una cosa grande. Por lo que cuando concienticé eso, lo primero que me vino fue un susto. Pero solo un momentito. Luego lo disfruté, y empecé a celebrar.
–Has venido varias veces a Miami a presentar tu trabajo. La primera con Postales, esa vez compartiste conmigo y con René Rodríguez Soriano, luego te presentaste con El Hombrecito y después con la gente de O’ Miami y Jai- Alai cuando presentaste tu libro “Anoche soñé que era un DJ/Last night I dreamt I was a DJ”. Háblame de lo que te ha mostrado (cómo la has percibido) esta ciudad en estas tres experiencias tan distintas.–A Miami le tengo mucho cariño. Te agradezco a ti que has sido siempre mi anfitriona, a tu familia y también a Scott Cunningham, por haberme mostrado el Miami profundo e intelectual que no es el que aparece en las series de televisión, en las películas o en Telemundo. De esas experiencias tan disímiles recuerdo una que me impactó. Fue cuando presenté mi libro en el Ball and Chain de la Calle Ocho. En el público había un montón de lesbianas. Ponte que había alrededor de ochenta lesbianas contra quince o veinte heterosexuales. Pero lo mejor no es eso, sino que ellas se sabían mis poemas de memoria y me pedían que les autografiara el libro. Fue hermoso.
– A pesar del tiempo que ha pasado y de que he disfrutado los libros que has escrito, “Postales” es un libro memorable para mí como lectora. ¿Para ti qué ha significado ese libro de poesía?
–Bueno, yo siempre lo tengo cercano, ya que cuando me toca leer poesía, siempre escojo al menos un poema de ese libro. “Postales” me trae nostalgias de mis veinte años, una nostalgia falsa y maquillada, por cierto, ya que es una edad a la que nunca quisiera volver.
Háblame de la sensación que sientes cuando ves un texto o un libro tuyo traducido a otro idioma.
Una sensación de orgullo. ¡Imagínate que esos poemitas míos se traduzcan y se conviertan en otra lengua! ¡Increíble! Me imagino que es la misma sensación de felicidad que te puede dar un hijo que te anuncia que se cambiará el sexo.
-Qué poema te gustaría compartir con los lectores?
–Una epístola para Walt Whitman
Querido Walt, te escribo para contarte
cómo tu barba ha inspirado a mi generación
más que tu poesía.
Estamos en el 2013 y estoy aquí en mi cuarto
observando una foto que tomaron en 1979
cuando yo tenía un año y mi papá tenía treinta y uno
y donde este me carga detrás de un retrato tuyo.
Mi papá tiene una barba rala.
Y tú tienes tu poderosa barba whitmaniana,
y ahora que el tiempo ha pasado
comprendo que era una premonición
de que yo también acabaría con barba.
Me la dejé crecer hace unos años.
No fue nada planificado.
Fue creciendo así como una hiedra
que crece misteriosamente en el patio.
Y creció en mi cara y fue bien recibida
en una época en que quienes se dejaban la barba
eran talibanes o terroristas.
Pero yo la dejé que siguiera creciendo
y entonces cada vez más aparecían barbudos
y llegaron los hipsters con sus bigotes y sus barbas
las cosas inmediatamente cambiaron
y los barbudos se pusieron de moda
como en el medio oriente
y a nadie más le volvieron a vocear terrorista
por tener la barba larga
ya que ahora con una barba lucías cool
y hasta los policías y las mujeres se las dejaban
y en los aeropuertos no volvieron a verme raro
y en migración me dejaban pasar
sin cuestionarme de más
y sin llamarme Osama.
Ahora de cada dos hombres hay uno con barba
y cada vez que veo un barbudo
con una mujer hermosa de la mano
siento que el mundo va por buen camino
y sé que este asunto de la barba
ha molestado a los lampiños
que no saben qué hacer
y están los bigotudos
que no se quieren quedar atrás
y que han empezado
a dejarse crecer la barba
y juran que siempre han sido barbudos
como si uno no se diera cuenta.
Y los he visto paseando en bicicletas,
en picnics tomando té y galletas,
paseando perros y jugando con gatos.
Los he visto temprano en las mañanas
de pie en sus baños
aceitando y peinando sus barbas.
Querido Walt, he visto el puente de Brooklyn al atardecer
lleno de niños con barbas largas como la tuya.
Y a veces pienso que fue a ellos
a quienes te dirigiste cuando escribiste
los versos de «Cruzando en el ferry de Brooklyn»
y que quizás esa vez tuviste una visión profética
y alcanzaste a verlos a todos ahí arriba
con sus barbas paseándose en el puente de Brooklyn
que por cierto también era parte de la visión
ya que en esos días el puente tampoco existía.
……………………………………………………. publicada en 2017
Frank Báez (Santo Domingo, 1978) Es autor de los libros de poemas Postales, Llegó el fin del mundo a mi barrio y Este es el futuro que estabas esperando. También de Anoche soñé que era un DJ que fue traducido al inglés y publicado por Jai Alai books. De igual modo, la editora egipcia Sefsafa publicó una antología de su poesía al árabe. En Madrid publicó la plaquette Jarrón y otros poemas y el libro artesanal La Marilyn Monroe de Santo Domingo que contiene estampas del artista Nono Bandera. También ha publicado prosa. Por el lado de la narrativa, ha publicado la colección de cuentos Págales tú a los psicoanalistas; y por el lado de la no ficción, tres crónicas largas que están reunidas en el volumen La Trilogía de los Festivales. Es editor de la revista Global y coeditor de la revista de poesía Ping Pong. Junto a Homero Pumarol fundó y conforma el colectivo de spoken word El Hombrecito, que ha editado dos discos y un DVD. Ha sido seleccionado como uno de los 39 mejores escritores de ficción menores de cuarenta años en Latinoamérica por el Hay Festival, en su edición de Bogotá 39 – 2017.
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