Por Luis Carvajal

Ignorando la simple rutina que le toca
La oruga cree en el mundo
inmenso de su hoja.

No sabe de la brisa
Creadora de vaivenes
Ni del sol que calienta
y perfuma las horas.
El mañana no existe
más allá de su boca
que descubre sin pausa
y sin prisa desborda.
En sus ojos desfilan
los confines del tiempo
y su cuerpo es el todo
que presagia la aurora.
Infinita es la vida
que ondula con su cuerpo
y su cuerpo es la magia
de la fuerza creadora.

En ella el universo
concentró sus poderes.
Es la máxima obra, es la excelsa constancia
Es la prueba impoluta de que un dios, a su imagen,
recreo su yo propio en ajena sustancia.

La oruga es la conciencia
más sublime del mundo.
Es la eterna vigencia
de saberse con alma.
Es la obra más alta
de la esencia suprema
y la virtud más grande
de su universo rama

¿Existen otras ramas más allá de sus ojos?
¿Existirán más hojas en las supuestas ramas?
¿Habrá alguna oruga como yo, que se sepa?
Si se saben, ¿nos saben las orugas lejanas?

Ignorando la simple rutina que le toca
La oruga cree en el mundo
Inmenso de su hoja
y sin saber de vuelos
no presiente las alas
que le tiene el destino
cuando llegue la aurora.

Luis Carvajal