©Por Glenda Galán
Hay encuentros memorables e inspiradores, uno de ellos es este que me coloca frente a una poeta querida para quién la palabra asombro sigue teniendo ese sabor exquisito de la niñez y que, a través de su poesía, nos logra contagiar con la maravillosa forma que tiene de ver el mundo, su mundo.
Compartimos esta entrevista con la poeta Ana Cecilia Blum, a días de su participación en el XII Encuentro de poetas Iberoamericanos en Salamanca, España a mediados de este mes de octubre.
Un gran placer ha sido concretar este encuentro con esta creadora que en cada uno de sus poemas nos deja observarla desde una ventana sin cortinas, por la que se cuelan su fuerza y su talento.
•Ana ¿cuéntame cómo inicias en el mundo de la poesía, qué recuerdos tienes de esos primeros poemas que escribiste?
La casa de los abuelos siempre estuvo colmada de libros y de buena música y en ella la poesía vino a mí con toda su fuerza en el año mil novecientos ochenta y cuatro. La literatura ya había crecido conmigo entre duendes, hadas, cuentos, leyendas y rimas infantiles, pero su poder inescrutable llegó a los doce años, cuando un día en mi escritorio de niña escribí un par de versos, y esos versos chiquitos y tremendamente cursis fueron el inicio de este oficio que hoy me hace, me deshace y me vuelve a hacer.
•Dices que escribes para caminar los laberintos, ¿qué has encontrado en ese camino que son las palabras?
Yo misma me he encontrado y he encontrado al mundo. Escribir -en mi caso- ha sido, es y será una forma de conocimiento y auto conocimiento. Es un recurso para escuchar las respuestas, una medio para descubrir lo de afuera y lo de adentro. Todo lo que puede ser evidente pero necesita de la emoción, o todo lo que se halla agazapado en el subconsciente y es posible traer, a través de la poesía, a la superficie de lo consciente. Así, al caminar el laberinto me camino a mí misma y camino la vida, pasa entonces ese encuentro con la palabra que había estado oculta.
• Cuéntame de tu segundo libro Donde duerme el sueño, publicado en 2005, 10 años después de tu primera publicación Descanso sobre mi sombra. ¿Por qué pasó una década sin que publicaras, que pasó con la poeta en ese tiempo que no compartía con los demás sus creaciones?
Soy hija de los talleres literarios de la Casa de la Cultura del Ecuador (Guayaquil), entré a ellos muy jovencita, a los 17 años fui aceptada por el escritor Miguel Donoso Pareja a uno de sus talleres que luego él paso a las manos de otro gran escritor Mario Campaña. Estuve en este por casi 4 años y allí gesté mi primer libro Descanso sobre mi sombra. Una vez publicado este texto me auto-gradué -por así decirlo- de los talleres y sentí que ahora era mi tiempo de caminar sola. Sentí que debía dirigir mis propias lecturas, mis propias correcciones más allá de la voz del director y los compañeros. Así que me dediqué a estudiar teoría literaria, a leer mucho -de todo-, y a escribir en libertad sin los rigores del grupo. Me destiné a experimentar, a viajar, a conocer otras gentes y otros pueblos. Seguía escribiendo y haciendo lecturas a donde iba pero en esos años publicar no fue mi prioridad sino vivir.
• ¿Qué poetas te han marcado como lectora a través de sus versos?
El Neruda de Residencia en la Tierra, Montale, Cernuda, Cavafis, Holan, Carrera Andrade, Whitman, T.S. Eliot. Y las maravillosas poetas: Pizarnik, Belli, Mistral, Espinel, Dickinson. Entre muchas y muchos más a los que me devuelvo siempre y otros a los que afortunadamente voy descubriendo en el camino
• La Poesía es…
Ser poeta es una forma de existir en el mundo, y la poesía es ese mundo en el que se existe, donde habita la belleza y la fealdad, y todo aquello maravilloso o terrible que puede hacernos suspirar o lamentar.
• ¿Existe algún poema tuyo que al leerlo, no importa el tiempo que pase puedes encontrarte en él?
SOY
susurro cósmico
bajo las yemas de la lluvia,
falange rota
sobre la hojarasca en fuego.
Grito en veladura.
• Háblame sobre Libre de espanto, tu libro publicado en 2012, donde publicas por primera vez prosa.
Me gusta experimentar con los géneros, me entusiasma jugar con las palabras y creo que la prosa poética es un experimento muy lozano y a la vez profundo, un híbrido bello que lleva los genes de la poesía y la narrativa. Entonces quise servirme de esta amalgama, sentí con ella más libertad que en el poema y menos rigurosidad que en el cuento; y me gustó tanto esto que ahora mismo uno de los próximos libros en los que estoy trabajando titulado Al Norte de Cuba es totalmente en prosa poética.
• ¿Qué prefieres leer en cuanto a género, autores…?
Me cansa un poco leer teatro, me gusta mucho ir al Teatro y su dinámica, pero prefiero no leerlo. Me obligo a leer ensayos, especialmente aquellos desafiantes, difíciles, que exigen muchísima concentración, estudio e investigación de referentes. El cuento y la novela son probablemente los géneros narrativos que prefiero, especialmente la novela, un género que me da placer, me encanta, me sostiene, me llama, me tira hasta no terminarla. En cuanto a la poesía no puedo decir que es ni mi género favorito ni menos favorito para leer, esa palabra no cabe con ella, porque la poesía es otra cosa, es una necesidad, es un llamado leerla, sentirla, vivirla, tenerla entre las manos va más allá de gustos. Leo a autores conocidos y poco conocidos, consagrados y no consagrados, todos tienen su espacio en mi biblioteca y en mi día.
• ¿Qué libro descansa en tu mesita de noche en estos momentos?
Bueno, te cuento que yo no tengo mesita de noche, tengo un banquito de noche donde está una lamparita y al lado en el piso un pilo de libros. Ahorita mismo estoy leyendo una Antología de poesía hispanoamericana contemporánea que va desde 1914 a 1987 compilada por José Olivio Jiménez. En ensayo, sostengo en mi lector electrónico Seis propuestas para el próximo milenio de Ítalo Calvino y en el mismo lector El laberinto del mundo de Marguerite Yourcenar . (Sí, parece cosa de locos, pero me gusta leer dos o tres libros a la vez, tomo uno, leo un poco, luego otro y así…).
• Dices en un poema: “Escribo, porque no puedo pelear batallas con mis manos y el lápiz -a veces- apunta mejor que la escopeta”. ¿Cuál ha sido la batalla más difícil que has tenido que librar hasta ahora como ser humano, como poeta?
La que libro cada día. Soy sobreviviente de Poliomielitis, con secuela en las manos y la pierna izquierda, secuela que se agiganta con los años y que se va convirtiendo en algo degenerativo y entumecido. Esa es la batalla que tengo que ganar, cuando me levanto con mis puertas desvencijadas en la mañana y a lo largo del día -cada día- la voy venciendo por fuerza de voluntad, no por fuerza física.
• ¿Cómo definirías tu experiencia como inmigrante?
Creo que el inmigrante que emigra en su adultez, vivirá siempre con dos países adentro, y eso puede ser una maldición o una bendición, un encanto o un desencanto, una piedra enorme en la espalda o unas alas crecidas sobre la misma. Depende como lo mires, como lo vivas y cuán decidido uno esté a fortalecer un equilibrio entre aquello que cada país representa y ofrece.
• ¿Cómo ves tu patria desde afuera, que extrañas de ella y qué te gusta del lugar donde te encuentras?
De mi Ecuador extraño los almuerzos largos, los sobremesas desprendidas de las angustias horarias. Extraño a la abuela y a los buenos amigos. Extraño la bulla de los barrios, la algarabía, la música tocando todo el tiempo. Extraño el olor y el sabor del pan de yuca, el plátano frito con salprieta y los yapingachos calientitos (tortitas de papa). Extraño hablar español todo el tiempo y todo el tiempo escucharlo.
Ahora, una de las razones fundamentales que me empujó a salir del Ecuador en el cual yo crecí y viví fue la discriminación física que tuve que sufrir por muchos años. Supe por amigos con capacidades diferentes que se habían mudado a los Estados Unidos sobre cuanta inclusión y tolerancia esta sociedad ofrecía a las personas con desafíos físicos, cosa de la cual hoy doy testimonio positivo y generoso y por la cual me siento infinitamente agradecida.
En el Ecuador que me tocó crecer -tómese en cuenta que ya tengo cuarenta y dos años- nunca se hablaba de discapacidad, en su lugar se hablaba de defecto, deficiencia o peor aún, de castigo de Dios. Ese Ecuador era muy duro para quienes crecimos con desafíos, una dureza que se experimentaba en todos los ámbitos, de lo doméstico a lo laboral; aun entre los más cultivados, por ejemplo hasta algunos de los compañeros intelectuales de mi generación hicieron broma en algún momento de mis manos, que parecían de langosta los escuché reírse un día. (Sí, los escritores -más que otros seres- podemos ser realmente crueles).
En ese Ecuador que me tocó vivir había que luchar hasta el cansancio por un espacio que entendiera los alcances de una discapacidad; y en la escuela, la universidad o el trabajo no hubo ley viva que asegurara las acomodaciones pertinentes. El Ecuador al que yo retorno ahora, es otro; existe ya entre mejores realidades para los que viven con desafíos mentales y físicos, el cambio -la revolución ciudadana- se nota desde que se va llegando: las rampas de acceso para sillas de ruedas; las filas especiales en lugares de atención al cliente; tarifas reducidas en el cine y el transporte; un carné exclusivo que facilita los servicios; bonos, vivienda, gestiones de auto-sustentabilidad, centros de empleo, programas de capacitación e inclusión laboral; legislación que no es letra muerta, leyes que se cumplen.
Yo sé que hay tanto por hacer todavía, tanto por reinventar, tanto por curar, prejuicios a quemar, ignorancias por vencer, dinero por invertir; pero la acción oportuna, apropiada, justa, necesaria del gobierno ecuatoriano en estos últimos años, ha cambiado la vida de miles de personas con limitaciones específicas; y hoy observo con mucha satisfacción como la sociedad ecuatoriana en sí misma ha mejorado su actitud y trato.
Espero que muy pronto aquí y allá se hable de “las personas con capacidades diferentes”, en lugar de “discapacitadas”, entonces como seres humanos y como sociedad habremos avanzado otro peldaño más; y no se trata -aclaro- de tapar la realidad con palabras bonitas, sino de re-estructurar el pensamiento colectivo, porque en gran medida siempre seremos lo que pensamos, lo que decimos.
•Una palabra que te gusta mucho es… Asombro
• Cuéntame de tu relación con la poesía, ¿cómo es tu proceso creativo, es diferente cada vez que escribes un poema, o tienes cierto ritual que propicia la llegada de las palabras?
Yo soy un ser de rutinas. Tengo mis rituales y me gusta sostenerlos. Encuentro cierto sosiego en ello. Por las mañanas -tempranito- escribo y por las tardes cuando no tengo que salir a dar clases de español leo, por las noches leo otro poco también, antes de dormir. A veces el ritual se rompe y la poesía o la narrativa, las ideas asaltan en cualquier lugar, en cualquier momento y pues es muy difícil negarse a ellas y termino tomando nota, registrando líneas en una libreta que llevo conmigo todo el tiempo, ya luego subo todo al ordenador y la verdadera labor empieza, la de darle sentido y solidez al texto, a veces se consigue, a veces no.
• ¿Qué tres poemas tuyos quisieras compartir con nuestros lectores?
LA QUE SE FUE
Camina en otras calles.
Sucumbe en otra lengua.
Lejos de su casa,
escoltada por el anonimato,
con la alforja vacía de país y herencia
asiste
al velatorio del espejismo.
Entre los monumentos de la muerte
ha olvidado:
de qué savia está hecha su sangre,
de qué oficio se yerguen sus huesos.
No quiso retornar cuando pudo,
es tarde
para alcanzar las carabelas.
Lo que dejó
se lo comió el apetito de la ausencia.
Volver al mismo mar
es volver al desencuentro.
De La que se fue, 2008
LEJOS DE LO URBANO
Adentro, en el bosque
junto a los lagos, sobre la arena,
despiertas a media noche
bajo el conjuro de la vía láctea,
ves la marea empinada de los astros
abrazando tu cuerpo,
cortando el silencio de tu sueño,
salvando tu existencia.
De La que se fue, 2008
NOSTÁLGICA
Son las seis de la tarde y no hay nadie a quién decirle
venga para tomarnos una taza de chocolate con rosquitas.
El portal está escrito con los relatos del bisabuelo,
cuentos de aparecidos que iluminaron la infancia.
Las sombras crecen en las jorobas de la noche,
los coyotes muerden el tesón del viento allá afuera.
Un tren en la distancia, yo soy ese tren,
descendiendo las crestas de cañones.
De Libre de Espanto, 2012
• Háblame de la sensación que sientes al leer tus poemas de antaño, para cada poeta es diferente, en tu caso cómo es ese encuentro con esos versos que quizás ya no te dibujan a ti o a tu realidad actual y que definitivamente ya no te pertenecen…
Sabes, yo abrazo a todos los versos que he escrito, ellos son la que fui y son la que soy; porque uno es todas las vidas que ha vivido en una sola vida. Y el ser que hoy te escribe esto ha sido hecho por el que escribió ayer, y será construido por el que escribe ahora. Yo no niego mis viejos poemas, eso sería negarme a mí misma; lo que sí a veces reniego es su calidad, porque soy muy severa con el producto y esto es una herencia del taller, efecto de haber sido tallerista por tantos años y de haber tomado alta conciencia de la necesidad de limpiar el poema. Entonces vuelvo a ver un texto ya publicado y le empiezo a ver las fallas, los rellenos, lo que podría quitarse o añadirse; es decir, es la forma lo que me preocupa pero en su esencia estoy tranquila porque creo haber dicho lo que he querido decir.
• ¿Cómo ves el mundo literario del Miami de estos días?
Intenso. Hay tanta actividad literaria, tanta gente linda haciendo cosas buenas por la las letras, los libros, los autores.
Miami es “un país nuevo” y como nuevo necesita padres, padres de la literatura, escritores que sirvan de referentes a las futuras generaciones; afortunadamente creo que eso ya se está gestando, Miami tiene poetas y narradores fabulosos que ya pasan los cuarenta y que van camino a convertirse en esos referentes tan necesarios e insoslayables. Unos ya están dictando talleres otros ya deben empezar a hacerlo y tratar de ser una guía, un faro.
En poesía por ejemplo, Miami ya tiene un referente extraordinario llamado Chely Lima, y a eso me refiero, maestros a quienes un poeta que recién empieza puede acudir, llevar su textos y este puede decirle: esto va, esto no va, así se hace, o así no se hace, esto hay que leer y esto no. Al final, claro, el escritor tiene la última palabra sobre su propia obra y sus lecturas, pero contar con la oportunidad de una crítica y guía constructiva a tiempo, aunque no se la acepte del todo, ya es mucho, y ya lo deja a uno pensando.
Además quisiera anotar que Miami tiene revistas literarias muy buenas, entre ellas: Nagari, Conexos, Baquiana, Suburbano, Dominicana en Miami.
•Una canción que te gusta mucho es…
Una composición maravillosa es Samba pa Ti de Santana. (Gracias por preguntar, ahorita mismo tengo que ir a tocarla, no puedo resistirme).
… 5 minutos después …
Ya la escuché. ¡Qué felicidad!
• Su no fueras poeta serías…
Poeta. Es que no tengo elección. Uno no elige ser poeta. Uno puede elegir escribir o no, publicar o no, hay libre albedrío para todo eso menos para la poesía que hace su nido en la mente y que exige ser poeta todo el tiempo con tinta o sin ella.
• En el plano literario, ¿en qué trabajas ahora?
Tengo tres proyectos que a ratos andan y a ratos se suspenden.
-El primero es un libro de prosa poética, el que te mencionaba arriba, con tono protesta muy visceral, creo que hasta ahora nunca había escrito algo tan incisivo, tan sin pelos en la lengua, comprometido; lo estoy haciendo porque llega un momento en que callar equivale a hurtar la verdad, y se vive ahora mismo demasiado dolor y demasiada injusticia, y pues he sentido la necesidad y el deber de hablar sobre ello.
-El segundo proyecto, es algo a lo que yo llamo “una novelita de poeta”, una novela corta de iniciación y de alguna manera autobiográfica que narra los primeros quince años de mi vida.
– Y mi tercer y último proyecto -por el momento- es la revista literaria Metaforologia cuya versión digital va muy bien pero el propósito es sacar para el año próximo su primer número en imprenta y pues para eso necesitamos encontrar auspicios, monedas y tiempo.
Ana junto a varios poetas de Miami.
Ana Cecilia Blum (Ecuador, 1972). Poeta, Ensayista y Narradora. Grado y Posgrado en Ciencias Sociales y Literatura, respectivamente. Autora de: Descanso sobre mi sombra (Poesía, 1995); Donde duerme el sueño (Poesía, 2005); La que se fue (Poesía, 2008); La voz habitada (Co-autora, Poesía, 2008); Libre de espanto (Poesía y Prosa, 2012); Todos los éxodos (Antología Personal, 2012); Absurdities (Ficción Breve, 2013); Poetas de la Mitad del Mundo. Antología de Poesía escrita por Mujeres Ecuatorianas (Co-Antóloga, 2013). Varios de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano y portugués; consta además en antologías ecuatorianas y extranjeras. Es directora de talleres literarios; editora de la gaceta literaria Metaforología; trabaja en difusión cultural y escribe para varias revistas digitales.
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