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Por Glenda Galán  •  Ilustración Jennie Santos

 

Nadie es profeta en su tierra, es un dicho que no se cumple cuando habla- mos de Rubén Sánchez, uno de los escritores dominicanos más galardona- dos de estos primeros años del siglo XXI, en la República Dominicana.

Educador, poeta, narrador y ensayista, Rubén es una buena sorpresa para la literatura dominicana que se trabaja en los Estados Unidos.

 

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•  Cuéntame de «Para que te tranquilices»

El libro me gusta mucho, tiene diez relatos. Algunos están ambientados en Nueva York, otros en Santo Domingo. Hay textos donde aparecen personajes que hablan como lo hacen Pimpo, El hombre del Mercedes y El Gordo en Los muertos no sueñan, con el coloquialismo dominicano, y pienso en “María”, narrado en primera persona por una prostituta, o en “Te la diste”, donde un taxista relata sus aventuras amorosas con una enana.

Por otro lado, hay relatos donde el lenguaje es más culto, si se quiere, sigue la vertiente de Un cuarto lleno de anguilas. Los personajes de estos textos son escritores, como en “Der Mord”, título alemán de la pintura de Paul Cézanne, o “El efecto Scheherezada”, cuyo personaje, aunque escribe, se gana la vida vendiendo productos de Royal Prestige, o el mismo “Para que te tranquilices”, relato psicológico que cuenta la historia de un tipo rarísimo, pienso yo, un contador profesional que, además, es un lector exigente.

También me propuse, entre otras cosas, explorar el puente emocional que nos conecta con el allá, por ello en “El reencuentro” hay un personaje que visita el país (República Dominicana) diecisiete años después de haber emigrado a los Estados Unidos, y en “El tal Arnold” un señor de pueblo viene a pasarse unos días con la hija en Nueva York. Creo que el relato mejor logrado es “En fuga”…, ah, y “El loco”, claro.

Si te fijas en el jurado del concurso, son tres escritores —e intelectuales— de primer orden, a quienes no he tenido el gusto de conocer personalmente. A Andrés L. Mateo es al único que he visto de cerca, pero nunca lo he saludado. Me puse muy contento cuando vi que el jurado estaba compuesto por Manuel Matos Moquete, Manuel Núñez y Andrés L. Mateo.

 

• ¿Por qué  «El Capitán Marlow» como pseudónimo? 

Me gustó el seudónimo porque tiene que ver con la estructura del libro. Al igual que en la novela del polaco Joseph Conrad, en varios de los cuentos de Para que te tranquilices hay personajes que se apropian de la voz narrativa, como lo hace Marlow en El corazón de las tinieblas, y se da lo del narrador enmarcado o la narración dentro de la narración. En algunos cuentos prima la oralidad.

 

• Este premio literario conferido por la UCE te hace uno de los escritores dominicanos más galardonados de la actualidad, ¿cuál es tu impresión al respecto?   

El lado bueno de los premios es que la gente se interesa por lo que escribes, y en ese sentido, me siento satisfecho porque, para bien o para mal, me están leyendo. Aquí, allá y en otros lados. Me leen mis amigos, los estudiantes universitarios dominicanos, gente que no conozco, latinoamericanos, gringos, españoles, en fin, me leen, y eso para mí es lo más importante.

Hace poco un club de Boston eligió Un cuarto lleno de anguilas como libro del mes y me tocó reunirme con un grupo de finísimas lectoras mientras discutían mi novela. Alucinante. Eso incentiva. Yo entiendo que un premio no me hace mejor escritor que otro y, te voy a ser franco, es algo que me importa muy poco; pero cuando a uno le premian un texto, se siente bien, porque un jurado compuesto por escritores-lectores especializados escoge tu obra por encima de otras.

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• ¿Desde cuándo sentiste inclinación por la literatura?

Mi madre tiene mucho que ver con mi pasión por la literatura. La recuerdo en un rincón de la casa de mi infancia, allá en Villa Juana, con un libro en la mano, tratando de concentrarse. Es por eso que desde muchacho me ha gustado la lectura.

Cuando leí La mañosa, de Juan Bosch, Momón (uno de esos personajes secundarios que aparecen y se marchan de repente) me sedujo de tal manera que fantaseé con escribir su historia. Después de leer las epopeyas de Homero, alguien me dijo que algunos de esos personajes reaparecían en las tragedias griegas, y entonces leí a Sófocles, a Esquilo y a Eurípides. Pero no fue sino hasta mucho más tarde que un amigo salvadoreño me hizo escribir mi primer cuento para enviarlo a un concurso literario. Desde entonces escribo o intento hacerlo.

 

• ¿Cómo es tu día a día como un escritor y dominicano de la diáspora?

A veces escribo mucho, a veces no tanto. Lo que no dejo de hacer es leer. Tengo la suerte de enseñar literatura y eso me hace estar en un contacto permanente con los libros. Lo de dominicano en la diáspora, no sé ni qué decirte. En serio.

 

• Un escritor que te haya impactado cuando lo leíste.

Más de uno. Pero de los tantísimos, me viene a la mente Hermann Hesse. Hay libros que te llegan en el momento indicado.

Recuerdo que cuando leí Siddhartha yo tenía unos diecisiete años y necesitaba leerlo. Busqué casi todos los libros de Hesse y los devoré. Todavía siento la voz, las reflexiones de Harry Haller en El lobo estepario; los debates de Narciso y Goldmundo; cuando Veraguth entraba y salía del trance, mientras pintaba y era visitado por Pierre, su pequeño hijo, en Rosshalde; la relación entre Emil Sinclair y Demian… Alucinante.

 

• Mucho se habla de las ferias de libros y los eventos literarios, ¿para qué sirven?

Las ferias del libro y los eventos literarios sirven para reconectarte y compartir con amigos escritores, conocer gente, posibles lectores. Ahora, el escritor no puede estar en todas las ferias y eventos literarios habidos y por haber, porque uno necesita tiempo y estar a solas para escribir. La soledad es vital para el escritor.

 

• ¿Qué tipo de música te gusta escuchar?

Me gusta Serrat, Toño Rosario y Bob Marley. No es broma. Escucho Jazz, música clásica, pero también a Teodoro Reyes y al Grupo Niche. Silvio Rodríguez y Clasicom. Los Beatles, Franklin Ruiz y Omega. Me encantan Pedro Guerra, Concha Buika, Juan Luis Guerra y Kanye West…

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• ¿Qué pasó en tu vida después de emigrar? ¿Qué ganaste y qué perdiste?

Mi vida cambió radicalmente. Me convertí en un nostálgico por excelencia. El pasado 1ro de noviembre me invitaron a dictar una charla en Brooklyn College para el Brooklyn Reading Council Association of Blacks in Higher Education.

Haciendo un recuento de mis primeros años en Nueva York, como si reflexionara en voz alta, me di cuenta de que la gente con la que me formé académicamente viene de todas partes: judíos, italoamericanos, latinoamericanos, anglosajones, afroamericanos, asiáticos, en fin, una gama de culturas y nacionalidades que han enriquecido mi perspectiva del mundo. Eso fue lo que gané: la oportunidad de interactuar con las varias culturas que se concentran en Nueva York, sin abandonar mis raíces dominicanas.

 

• Un poema que te gusta es…

“Preciosa y el aire”.

 

• ¿Cómo evalúas la vida cultural actual de República Dominicana?

Allá hay una fiebre cultural que hacía tiempo no se veía. Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con algunas medidas oficiales, pero no podemos negar que están trabajando.

Cultura ha hecho un buen trabajo con los talleres literarios, las campañas de lecturas, las actividades barriales, las ferias y concursos regionales.

A pesar de ello, no se aprovechan de un escenario como la Feria Internacional del Libro para promover nuestra literatura.

Otro grave problema en Cultura es que los únicos que viajan a las ferias y festivales internacionales son los funcionarios de turno. Eso me parece una barbaridad. Los mismos rostros, siempre. Caramba.

Pero regresando al lado positivo, además de Cultura, hay algunas instituciones independientes que hacen de tripas corazón. Pienso, por ejemplo, en Clodomiro Moquete y su revista Vetas.

Clodomiro, junto a un reducido equipo de trabajo, promueve nuestra cultura de manera desinteresada y eso hay que valorarlo. René Rodríguez Soriano hace lo mismo desde Texas con su revista Mediaisla.net, y aquí en Nueva York tenemos la revista Trazos, que dirigen con mucho esfuerzo los poetas Félix García y Osiris Mosquea.

Esta gente dedica gran parte de su preciado tiempo para difundir nuestra cultura, y lo hacen sin fines de lucro, más bien por amor al arte.

Volviendo a los talleres, hay que enfatizar el trabajo de capacitación que están realizando el taller de narradores de Santo Domingo, el taller de narradores de Santiago, el taller literario Triple Llama y los otros tantos talleres y agrupaciones en la capital y las provincias que son cada vez más numerosos y de donde ya se están viendo frutos. Esos espacios de lectura, debate e intercambio son invaluables.

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• ¿Inglés o español?

Hasta spanglish, si quieres.

 

• ¿El alma o el cuerpo?

Cuando escribo, el alma; cuando corrijo, el cuerpo.

 

• ¿Qué escritor te viene a la mente cuando se habla de literatura hispanoamericana del siglo pasado y de este?

Juan Rulfo y Roberto Bolaño.

 

• ¿Y si hablamos de literatura universal ?

Albert Camus y Phillip Roth.

 

• El poeta por excelencia.

César Vallejo (y Lorca, caramba).

 

• ¿Qué estás leyendo en este momento?

La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq. A mucha gente no le gusta Houellebecq, pero a mí sí, sobre todo las reflexiones de los personajes. Un amigo me dijo que leyó Las partículas elementales y le pareció un texto pornográfico. Yo no lo vi así, yo me enamoré de Bruno y Michel y de la forma en que se radiografía la sociedad francesa de la época. También acabé de leer Marranadas, de Marie Darrieussecq, y Sueño profundo, de Banana Yoshimoto.

 

• Lo más difícil que has tenido que enfrentar como ser humano y como profesional es…

Lo más difícil que he tenido que enfrentar como ser humano fue cuando mi hijo mayor se cayó de una bicicleta; se dio un golpe fuerte en la cabeza. Por suerte todo salió bien y pasó a ser parte del anecdotario familiar. Como profesional, acaso dedicarme tan de lleno a la literatura, porque le robo mucho tiempo a mi familia.

 

• ¿Hacia dónde te diriges ahora?

No lo sé. Creo que voy a descansar un poco para que lo que he escrito hasta ahora camine. Van varios títulos en poco tiempo. Aunque eso es lo que siempre quiero hacer: descansar, darle una tregua a la escritura, pero, qué vaina, casi nunca puedo. Cuando vienes a ver te sorprendo con otra novela.