f

Por Glenda Galán

He decidido mis haceres, porque nadie puede imponerme los suyos.

Observar y diluirme en esa masa viscosa que es la impotencia, mientras otros se reparte por pedazos las patrias y los honores, no es precisamente un hacer, es una inercia maldita que ocupa las manos con haceres por hacer.

Hacer que el olvido haga lo que ha de hacer con el artista sin obra, no es tampoco hacer, es dejarle al azar, o al tiempo que deshagan la memoria de lo que pudo ser, dejarle las velas a otro para que las apague.

Nada da más placer que apagar las velas del pastel, eso da un sentido de pertenencia indescriptible, saber que tienes el poder de apagar de un soplo, la luz de un pedacito dulce, que luego repartirás.

No hay nada más triste que apagar las velas y comprobar que nadie celebra a tu lado, que la soledad ha hecho estragos en cuanto creías te pertenecía.

He decidido hacer consciencia de velas, pasteles, memorias y manos. Empezar a construir un lugar donde el quehacer sea una virtud, no una subversión hacia lo impuesto.