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En estos últimos diecinueve años mi vida ha dado un giro grande, como quizás les ha pasado a muchas otras personas, pues lo raro sería que nuestras vidas se quedaran estáticas (¡qué ladilla!, como diría mi amiga venezolana de Miami).

A partir del año 2000 pasé a ser madre de dos hijos, en vez de uno solo. Grande sería mi sorpresa al comprobar que cada uno trae su manual, a pesar de salir de la misma barriga. He vivido estos diecinueve años maravillada de esos dos seres humanos que me ha tocado ver y ayudar a crecer. Nada puede compararse a lo difícil y hermosa que ha sido la tarea de criar a mis dos muchachos junto a mi esposo, dentro y fuera de nuestro país. Sí, porque en este período de tiempo también emigré (¡Qué lucha!).

De mi experiencia como inmigrante aprendí que, para quienes luchamos honradamente por salir adelante, nada es cuestión de suerte. Todo es una conquista, una prueba de fortaleza y determinación. Que hay que estar algo loco para marcharse de su país y muy cuerdo para lograr una mejor vida en el nuevo país que nos acoge. Que nada es seguro, solo los cambios y que todo pasa.

En este lapso de tiempo me mudé unas ocho veces: de calle, de ciudad, de estado y de país; cambié de carrera, completé tres programas de estudio diferentes, trabajé en un periódico, en una revista, en una universidad en una galería de arte, en un canal de televisión y en mi casa (de todos aprendí lo mejor y lo peor de los seres humanos, logrando el mayor de lo premios: gratitud por lo positivo de todas esas experiencias.

En estos años, que no han sido paja de coco, me enfermé, sané, reí, lloré, me aburrí, disfruté, perdí la fe como la concebía hasta los treinta años y gané una fe más fuerte y madura –otro regalo del que vivo agradecida. Viajé a tres continentes, a muchísimas ciudades y países. Conocí de cerca y logré enamorarme de la ciudad que me ha abierto los brazos y me ha permitido desarrollarme profesionalmente, hasta ser galardonada en todos los proyectos que he emprendido en ella. Aquí he conocido personas de muchas nacionalidades y hoy puedo decir que mis amigos pertenecen a diversas partes del mundo, sobre todo de Latinoamérica, ¡Cuánta riqueza he encontrado en Miami!

Vivir en esta ciudad me ha permitido experimentar la maravillosa aventura de perderme, pues solo así pude encontrarme y empezar a conocerme un chin, más allá de ser la hija, la mamá o la esposa de alguien. Yo soy la que bebe café colado en greca, aunque me encanta el cortito cubano y la colada, el tinto colombiano, el fuerte café árabe y griego – y si no hay más nada, le entro al café americano –¿qué se le va a hacer?. Aprendí a comer más allá de la bandera dominicana y las empanadas, arepas, cachapas, ajiaco, bandeja paisa, croquetas con galletitas de soda, congrí, pasteles de guayaba y ceviche, hoy forman parte de mis comidas preferidas. Con lo que no he podido es con el cake cubano, nada es como el bizcocho dominicano con su suspirito, que quede claro.

Escribí guiones, corregí guiones, transcribí, traduje, escribí poemas, cuentos, crónicas, cartas, varias mascotas como diario y cinco libros, de los que me publicaron cuatro (para el que diga que el dominicano es vago). Participé en varias ferias del libro en diversas partes del mundo y ojalá que en esta nueva década pueda compartir lo que escribo en mi país, donde, por fin, tuve la dicha de presentar mi libro premiado este año con el Florida Book Award; gracias a Unibe que, también, me distinguió como egresada sobresaliente (mil gracias).

Estos diecinueve años han traído a mi vida a cientos de personas a las que entrevisté. Muchas de ellas, maravillosas y de las que he recibido enseñanzas invaluables, también han traído libros extraordinarios que me han hecho viajar y conmoverme. También estos años han traído arrugas, libras nuevas y un gran amor por mí ante todos estos cambios. He experimentado intensamente el amor, la pasión, la desilusión, la esperanza, la solidaridad, la pérdida, la entrega, la angustia, la serenidad y la alegría (confieso que he vivido, por mi mamacita).

En estos últimos días del 2019, casi recibiendo los años 20’s mi balance es positivo y espero con ansias todo lo bueno por venir, como cuando era niña y me dormía el 24 de diciembre pensando en los regalos que encontraría al amanecer del 25.