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Por Jimmy Valdez
Eso de enmendar los vacios, de cruzarlos tensando una cuerda, sin más guiños que el dedo regordete de los pies y un nudo mordiendo el aliento. Esas cosas en la roja directriz de los zarpazos, acústica figura de esperma, claxon para los remordimientos, bolsillo donde guardar las torpezas y todas las alegorías; balde agarrotado con nuestra ropa dentro, sifón. Eso de llevar apellido, de tener nombre innombrable, molusco profético en la faltante costilla; torniquete medular, la palabra mayor de un ensalmo. Eso de ambicionar, inventarnos los labios, la leche materna, los manuscritos: querer vivir, vivir, vivir, en un útero interminable que al final termina pariéndonos de la forma más abortiva, en esa desnudez tan arrojada al precipicio y que solo recuerda el malabarista, acierta no tener lógica…

Algo dentro te ordena despertar; chasquea sus dedos: el universo agitado de tu pecho parece aferrarse a la elástica estructura de un malvavisco. La terapia ha terminado en su hora justa. Una mujer no ha parado de llorar en el desván.