GG
“El otoño en Connecticut es poético,
el frio del invierno insoportablemente mudo”…
Esta es a primera frase con la que bauticé mi blog en 2008, cuando decidí empezar a escribir todo lo que me pasaba por la mente, como una forma de no volverme loca en medio de la desolación, que experimenté en mi primer invierno en el norte.
A parte del frio, pasaba mucho tiempo sola en un lugar donde no conocía a casi nadie y donde las barreras del idioma iban más allá del simple acento. Todo era una cuestión de forma y fondo. Así nació mi poesía, sin presentir lo importante que sería en mi vida y el dinero en terapias que me iba a ahorrar.
La poesía nació como la necesidad de expresar sentimientos, algo que los pinceles no me permitían. Así, a través de versos, intenté dar forma a la realidad lacerante que me invadía.
Seis años más tarde, miro hacia atrás y advierto esa latente vocación que asomaba a mis dedos, cada vez que escribía. Siento agradecimiento por haber sido elegida para perseguir palabras y con ellas intentar hacer arte.
A través de lo que escribo he podido encontrar algunos pedazos míos que se quebraron al dejar la isla. Por medio de lo que leo, he empezado a entender el mundo que me rodea de otra manera.
Así que en este camino sin retorno, que es la poesía, voy dejando versos llenos de nieve y sol; sin saber muy bien a dónde fue a parar la mujer que escribió aquella primera frase del blog y a la que leo, de vez en cuando.
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