Por Juan Dicent
Benjamín Botón, como todo niño de montaña dominicana, nació en el rancho paterno; sino tomamos en cuenta las tres muelas adultas que no le permitían cerrar la boquita, era un niño perfectamente formado. Tal vez muy chiquito, pero bueno, la familia era casi enana, por eso la tinaja en la salita estaba sembrada en el suelo.
Benjamín Botón dio sus primeros pasos a los 2 meses, a los 7 entraba para la salita los aparejos de las mulas sin chocar con las sombras de las sillas. Ordeñó su primera vaca a los 3 años, ya a los 6 se le podía ver sudando de 6 a 6 asombrando humanos y caballos arando una parcelita para sembrar cacao.
Benjamín Botón, buscando leña, a los 11 años, se perdió por tres días en una de las lomas que llevan a Constanza; regresó con los cabellos totalmente blancos diciendo que había visto una mata de plátano de oro.
Benjamín Botón murió a los 21 años, su cuerpo parecía de 80. Duró una semana en cama quejándose de un intenso dolor de estómago que la sabiduría campesina atribuyó a unas habichuelas con dulce y que cualquier doctor hubiese diagnosticado como apendicitis.
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