Por Gabriel del Gotto
No es realmente necesario pensar en el cielo, piense de manera radical que es usted el cielo, por más horóscopo de televisión matutina que esto le suene.
Piense en esa persona incansablemente, de todos modos dudo que pueda dejar de hacerlo.
Pase constantemente de la risa al llanto, como si ambas cosas pertenecieran a la misma caricatura incompleta.
Termine dando el toque final, con una prolongada comisura entre su pecho y su estomago, los cuales sentirá separarse incluso de sus huesos, cuando esté empezando a tomar la altura necesaria.
Déle una importancia nula a la manera de hacerlo, centralícese en el hecho de volar y nada más.
No se detenga nunca a pensar en sus dedos de palmípedo, en su nariz sacacorchos, en su quijada de abre latas, en sus ojos de tortuga trasnochada, en que tiene mas dientes que una pelea de perros o que hipódromo Quinto Centenario en su día de inauguración cubierto de corceles de Hato Mayor.
Recuerde que el don de volar consiste en aprender a tirarse al suelo y fallar.
Sálvese de una vez y por todas, de su mundo congelado, de sus preocupaciones de deudas por pagar, de pensarse todo el día con el pellejo tocando sus huesos y su sangre bañando las paredes, como salsa de un discreto pavo en navidad.
Olvide el calor, los tapones de la Tiradentes, los hijos de puta que tratan de estafarlo día con día; no sienta nostalgia por la habitación y las cuatro paredes que paulatinamente ira dejando vacías.
Escurrase, ecualicese, multiplíquese, divídase, musicalisese, encuentrese, dispérsese en usted mismo.
Olvídese de capas, alas artificiales, o su ropa interior por fuera de los pantalones, nada de eso es necesario ahora. Recuerde que nada de eso le sirvió jamás a usted para alcanzar el vuelo.
No luche contra el cuerpo que trata de entumecérsele y los sueños cursis que en procesión tratan de colonizarlo.
Olvidese de serotoninas, dopaminas, oxitocinas, Robertos Carlos, atardeceres, Gatos Barbieris, niños jugando por las calles, ácidos desoxirribonucleico, todo esto ya le será irrelevante, pues usted ya habrá alcanzado el vuelo, y todas las anteriores le causaran la misma cursi sensación en el esófago que cada trozo de materia del universo.
Nunca sobra un buen cigarro, varios grados Celsius bajo dieciocho y un buen chianti.
Recuerde, volar es un arte que no tiene tanto que ver con la carne como se cree, volar es un arte que tiene que ver mas con dos almas que se arropan con las nubes.
No olvide nunca que elevarse, ascender, es la prueba final, si consigue esto tenga por seguro que siempre con esta persona usted podra volar.
Que tenga un maravilloso vuelo.
(Rescatado: Junio 2007)
18 años.
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