bolPor Elidio La Torre Lagares

Hay que volver a Bolaño de vez en cuando. Aún cuando uno no quiera ni lo pretenda, el chileno se le revela a uno como por bibliomancia. Así es como me ha vuelto su ensayo “La nueva poesía latinoamericana”, publicado originalmente en la Revista Plural de México (1976) y reproducido en El Interpretador. Cosas que uno ha leído hace tiempo, ¿no?, y en la distancia, tras otra lectura, luego semiotiza de otra manera. En tiempos de vacas flacas para la poesía, he extraido algunos pasajes que me llaman la atención:

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Si por panorama general entendemos a una promoción emergente de jóvenes poetas que vienen a llenar algunos huecos surgidos en el aparato oficial de la literatura latinoamericana, a mí me parece definitivamente mediocre. Ahora que si por panorama general entendemos un movimiento al menos estéticamente al margen del aparato oficial o un subpanorama ética y estéticamente al margen, un estado de ánimo común a muchos jóvenes, una interpretación transformadora (y esto es más contradictorio que el diablo) de una realidad cotidiana sangrienta, en donde es imposible verdaderamente crear sin subvertir, en donde es imposible subvertir sin ser apaleado, en donde es imposible ser apaleado sin adoptar, por el momento aunque sólo sea visceralmente, posturas de rechazo total a situaciones culturales burguesas (y cualquier postura de rechazo total significa comenzar a experimentar y pensar nuevas formas de acción, a intuir nuevas sensaciones), el panorama general se me presenta como el segundo cartucho de dinamita de la poesía latinoamericana en lo que va de este siglo […]

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Creo una cosa: si bien ahora el panorama general de la nueva poesía latinoamericana es en un cincuenta por ciento clandestino, dentro de poco tiempo lo será en un cien por ciento. En una época de crisis, el poeta se lanza a los caminos. De esta inmersión obligatoria en mundos nuevos renace la poesía, la verdadera poesía, o se va todo al carajo.

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¡Santo cielo! si yo me pusiera extremista diría que los únicos antecedentes para muchos de nosotros son una cadena de carnicerías, una colección de fotos de poetas surrealistas, una monomanía por las carreteras, nuevamente una cadena de carnicerías, informaciones enajenadas con el método cut-up, complots experimentales, canciones de rock’n roll (sobre todo Simpatía por el diablo), Vietnam y la guerrilla, el sexo y los cómics, muchas nubes negras y veloces. Antecedente quiere decir, más o menos, acción, dicho o circunstancia que sirve para juzgar algo posterior. Bueno, creo que los antecedentes de los nuevos poetas latinoamericanos no son primordialmente literarios. Ni nacionales. No existen antecedentes puramente nacionales.

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Nuestras experiencias, entre ellas el acto de escribir desesperadamente en un callejón sin salida, nos han orillado a reencontrar antiguos tótems, largo tiempo ocultos (ninguneados o manipulados por la tradición oficial) y a tomar de ellos lo más corrosivo, lo más fresco.

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La renovación de nuestro lenguaje poético no se da meramente como una búsqueda formal, sino como resultado de un choque formidable entre una realidad cada día más exasperantemente poética y nuestras ganas de jugar un rato con ella, de interpretarla, de transformarla, por lo pronto sea sólo para ver qué nos pasa. La poesía de lo que se mueve y me rodea, extiende mi poesía al infinito, diría Bakunin.

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Otras tendencias de poetas jóvenes, me refiero a los que hacían poesía coloquial, con el pretexto de reflejar una cotidianidad fresca y sencilla sólo le rindieron tributo a una cotidianidad pequeñoburguesa, sin trascender nunca, tanto en forma como en contenido, al animal de la costumbre. De eso solamente quedan malas fotografías.

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Cuando el ambiente no sólo es indiferente u hostil, sino francamente criminal, como en el caso de Chile o de Argentina,, al poeta no le queda otra que entrar en organizaciones clandestinas (hacer poesía a balazos, como diría Dalton), o irse del país. Europa está llena de argentinos, chilenos, uruguayos, que obviamente no están ahí de vacaciones.

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Vivimos la aparición de formas nuevas, condicionadas por factores económicos, formas marginales que poco a poco vemos reconociendo como poesía. Un aire de poesía desligado de los medios sociales donde tradicionalmente se mueve la poesía. Vivimos la aparición de una poesía del lado salvaje de las calles.

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La subversión de la cotidianidad no puede circunscribirse a los ámbitos puramente socioeconómicos, la revolución y la vida deben ser la ética y la estética (una sola cosa), de cualquier proyecto de vanguardia.

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El núcleo central de una posible vanguardia debe ser la aventura, creo yo. Y prefiero al muchacho que lee a Pablo de Rokha en vez de Valéry, el que lee a Kerouac y no a Fuentes, el que escribe en una máquina de sueños: Dinero Gratis o Thanatos Go Home.

Aventura de los nervios, aventura de los párpados, aventura del camino, aventura de la revolución, aventura del amor.

Más o menos como el que está tirado en una esquina, sudando y descansando un poco, y algún teórico sicoanalista de la Universidad le grita pequeñoburgués con mala conciencia. Y él se sonríe casi como un Buda armado.