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GG

El abuelo murió!

Treinta años más tarde aún sigo escuchando la tristeza en esa frase tan corta que encierra una ausencia tan larga.

El abuelo fue el hombre que más amé hasta que me enamoré, y no cuento en esos menesteres al primer noviecito que me rompió el corazón, porque no quiso volver conmigo, no; aquello fue  un simple flechazo, un caerse bien, un que lindo muchachito y tres besitos en la boca.

Hablo del amor que se cree el verdadero, antes de descubrir que existen varios, que también lo son (algo que me sucedió al dar a luz a mis hijos), del que te impulsa a cometer locuras y desaciertos acertadísimamente inolvidables y que a pesar del tiempo, guardan la magia de sacarte una sonrisa cuando se asoman sus latidos por la ventana del recuerdo.

Pero para qué cambiar el tema?

El abuelo me hace falta. No hay día que no sienta ese gran amor que aún percibo cuando veo sus ojazos azules y  su sombrero en esa foto que nos tomaron en La Vega agarrados de las manos, en la que muestro una cara tan alegre, que parece  como si me hubiese sacado algún premio en el programa del Sheriff Marco.

Lo más curioso es que aunque lo extraño, su recuerdo siempre logra sacarme una sonrisa, al igual que aquel amor que me flechó y que acertadamente me sigue llevando de la mano.