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Por Geovanny Debrús Jiménez

Para Sila Chanto, por el concepto y su bella exhibición de arte Inversión histórica, orgullo costarricense en la Bienal de Venecia.

Los estudiantes se miraron pudorosos, bajaron el rostro y después estallaron en carcajadas al unísono, sentados al desayunador de la casa.

– ¿Habrás semejante malacrianza… pretender que la historia ha sido manipulada… por conveniencia de mantener el poder de las clases? –dijo a medias mirando de soslayo a su madre, intentándolo, en medio de las carcajadas morbosas.
– ¡Qué vergüenza la de estos progres, que hablar de historia debería ser algo normal, parte del vocabulario de cada día! –complementó Alexánder.
Raimundo, comedido como le era usual, había dicho más bien mucho. Alexánder, en cambio, estaba chispeante y sus ojos maliciosos indicaban que seguiría con su burla:
– Todos quisieran tener su propio video exhibiendo la historia de su pueblo, sin pena, haciendo el ridículo, como si la historia fuera de dominio público…

En esos días, un video de la historia de Puritania había provocado un gran escándalo en redes sociales y medios de comunicación. La gente se alarmó de que se exhibieran las intimidades de las familias de esa comunidad, su genealogía, quiénes habían dominado la economía y política del pueblo a través de las generaciones, de mayor impacto fue aún que hasta se conociera de un héroe que tuvo una vez la comunidad; quien había salvado a todo el valle cuando pudo desviar una gran cabeza de agua. Todo aquello generó vergüenza en el pueblo, cómo era posible que se diera a conocer públicamente mediante un video.

– Y esa tontería que se les ocurrió ahora, de que se enseñe historia en los colegios, eso sí está fatal, indecentes que son –dijo la madre de Raimundo, quien se acercó a escuchar las noticias con los muchachos.
– “Guías de historia”, les llaman, los profes dicen que eso es terrible, porque ellos no están preparados para enseñar sobre eso –agregó Alexánder, con su tono cargado de morbo.

– Escuché que uno dijo que le daba mucha vergüenza, que él no sabía ni la historia de su propio pueblo, mucho menos enseñar la de otros –se dejó decir, con la cabeza baja, Raimundo, casi temiendo la reacción de su madre, que era tanto inevitable como inminente:
– Es una gran barbaridad, profesores estúpidos y el gobierno sin cerebro, no hay donde caer muertos hoy en día… y le digo Raimundo, usted no va a recibir ese vergonzoso curso de Historia, vergüenza les debería dar.

En las noticias, después del reportaje, vino una discusión sobre el tema, entre un defensor de la iniciativa y un contrario. La señora apagó, sin espera alguna, el televisor y siguió con sus oficios domésticos. Agarró un libro del curso de sexualidad humana, lo abrió en una página central, donde un cuerpo desnudo de mujer se mostraba por completo, y les ordenó:
– Mejor pónganse a estudiar algo que valga la pena, ¡lean sobre sexualidad!
– Pero es que es muy aburrido mamá, estar viendo mujeres chingas, es solamente un cuerpo humano, el mismo de siempre…

 

Este cuento pertenece al libro Eroscopio, tercer libro del autordisponible en ventas@culturacr.net con envío por correo postal o en Amazon: http://www.amazon.com/dp/B00GIAVSGG

 

giovanny