Por Jimmy Valdez
Siento la más torpe de las tristezas, la más inútil, la más pesada, la más visible, la imborrable; la que se ha muerto hasta podrir en un podridero de tardes melancólicas, y huesos asemillados de un caldo pétreo, que al ser tocados por el viento diseminó en abrojos el respiro y ya mi corazón, apenas tibio para justificar la adolescencia de los sueños, cuando aún era surco sin ser astillado, o sea, tres amaneceres anteriores al más terrible abandono, hiende de fantasmas o de disparos el cerebro loco que madruga.
He muerto entre tantas otras noticias, con un hambre bisiesto de aleaciones; qué puede ser más punzante que el podrir de tristezas incomprendidas?
Imagen: escultura de Ezequiel Taveras
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