sombrero

GG

Es tanta la prisa con la que se vive en estos días en los que entramos y salimos de un lugar a otro sin ni siquiera mirar los rostros de quienes nos rodean, que se van perdiendo algunos modales propios de tiempos en los que un caballero le abría la puerta a cualquier dama.

Recuerdo a papi decirme “Hasta que a usted no le abran la puerta, usted no se monte en el carro el enamorado”, o a mi abuelito cuando en sus paseos por las calles de La Vega se quitaba el sombrero para saludar a las señoras que pasaban a su lado.

Por un tiempo batallé con sentirme bien cuando un hombre era caballeroso conmigo. Eso, para una mujer criada en décadas en las que las mujeres clamaban por igualdad con los hombres era sinceramente traumático. Al pasar los años, dejé de preocuparme y sobre todo, me ha llegado a resbalar el hecho de que me digan machista, alienada o mujer sumisa, en este sentido. Lo admito, me encanta que me abran la puerta del carro, me encanta que retiren la silla para sentarme a comer cuando estoy en un restaurante, me encanta que me regalen rosas, me encanta que me agarren de la mano para cruzar la calle y que me añoñen…¡me encanta!, soy culpable.

Si es machista la visión que tengo de  relaciones entre hombres y mujeres, en las que espero que el hombre abra una puerta, para dar paso a toda la delicadeza que encierra el ser mujer, pues me declaro machista. Si sentir que el corazón me salta de alegría cuando recibo flores o cuando me dejan pasar primero en la fila del banco es ser machista, pues si; lo soy. Si decirle a mi hijo que debe retirar la silla para agradar a su pareja, que le ceda el paso a una mujer, o que la agarre al bajar o subir una escalera para que la proteja, es criar a un hombre machista, pues soy una madre feliz de entregar al mundo a un machista de ese tipo.

Por más igualdad que reclame para mí en los puestos laborales, por más igualdad que desee para las mujeres en la actividad política y en cualquier campo intelectual, no me interesa reclamar abrir la puerta del carro en la primera cita. Yo sé que tengo la capacidad de abrir las puertas que tenga que abrir, pero me encanta que sean galantes conmigo. Así que querida amiga, no me diga que mi hijo es un pendejo, porque dejó pasar a una jovencita en la fila donde esperaban para compar unos tickets, él para mí, es simplemente es un caballero.