Por Glenda Galán

A raíz de la presentación de mi nuevo libro “Ventanas” en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo 2018), realicé un recorrido por esta hermosa ciudad, que compartiré con los lectores de Dominicana en Miami en varias entregas.

Llegué a Bogotá en medio de un aguacero, tomé mi maleta de la correa de equipajes y salí a encontrarme con mi editor y con Lucho, que sería mi guía y compañero de aventuras durante los diez días que anduve entre su gente y sus calles. La crónica es ya un libro que empieza a formarse dentro de la computadora, las fotografías son pequeños segundos que quiero compartir, mientras escribo sobre esta hermosa experiencia del primer país latinoamericano que piso y que no es isla.

Desde el abrazo y la mirada constante de las montañas organizo los instantes de esta ciudad que me sobrecoge, besando mi pelo con finas nubes  y que me regala cientos de imágenes que, aún, flotan en mi memoria.

Este es solo un intento de organizar las sonrisas, las comidas, los encuentros con tanta gente, con tantos espacios llenos de color, de ostentación y de pobreza, llenos de un verde que borra cualquier vestigio de duda ante un mejor futuro.

“Santa Bárbara, virgen bendita, grandiosa de inmenso poder, Dios te acompañe, y tú a mí por el camino del bien”.

El primer lugar que visité en Bogotá fue Santa Bárbara, un barrio que posee una de las primeras iglesias de la ciudad y a varios grafiteros que pintan los muros con cantos, flores alegres y montañas frente a las montañas.

Siguiendo el camino hacia el estacionamiento, para dejar el carro cuidado, mientras recorremos las calles, veo gente que espera milagros.

La iglesia de Santa Barbara está cerrada cuando llego, pero, al tocar la puerta, las personas que limpian el lugar me permiten ingresar en ella. No solo eso, sino, que me dan un tour explicándome los cambios que ha experimentado el lugar –Las imágenes que han sido cambiadas de sitio, los objetos que estaban desde antes y los que han sido adquiridos en los últimos años. Los doce apóstoles rodean una imagen de Cristo en una de las alas de la iglesia.

–Esa es la guerrilla de Cristo– me dice, riéndose, la guía.

No sé si reírme con el comentario, entonces camino hacia los velones encendidos que elevan plegarias hacia el cielo en bola de humo. Mi deseo para los colombianos es la paz, ellos se la merecen.

Al salir de la iglesia camino por sus inmediaciones y me encuentro con una buena idea. Si esto de escribir no me deja para vivir, aquí hay un negocio que consideraría emprender, por los recuerdos de la niñez que me trae de vuelta, cuando encontrarse con la peletera, en cualquier esquina de Santo Domingo, era un sueño hecho realidad.

Ya les seguiré contando sobre este viaje.