Por Katty Martínez

Taller Vocal y Consonante

Omar Jassuf Mustafá Mohammed se preparaba para una muerte noble. Su familia, orgullosa, lo despidió con honores. En su tribu la esta de despedida fue apoteósica. Los viejos del pueblo lo bendijeron y las mujeres con sus burkas le llevaron ores. Los niños lo seguían alegres y esperanzados, lo despe- dían como el mártir que era y el Santo que iba a ser.

Ya en la misión, junto a sus hermanos talibanes, empezó el rito de la iniciación. En un ambiente impregnado de incienso, oraron a Alá y lloraron de gozo. Luego entraron los grandes líderes del Califato y leyeron el Corán, comieron dátiles y bebieron leche. Al nalizar, y como último paso, se vistieron para grabar el video; su legado ferviente a la gran familia musulmana, su testimonio como muyahidín para extender la ley de Alá sobre la Tierra.

Terminaron la grabación y todo estaba listo. El hermano especialista vino a colocarle el cinturón con la bomba. Omar Jassuf Mustafá Mohammed estaba nervioso pero con el pecho aventado y con su mente enfocada en la Yanna. Se acercaba la hora, y los comandantes empezaron a besarlo y a bendecirlo. Luego lo transportaron hasta la plaza más concurrida de la ciudad, subió al autobús donde iba a detonar la bomba y gritó con su último respiro Allah-u-Akbar.

Al despertar en la otra vida se encontró cara a cara con San Pedro.