Allí huye la noche y calla el viento.
No hay aroma, no hay arrullo,
no hay quietud, no hay movimiento
ni silencio entre los labios.
La urbe enmudece y se esconde.
Allí escapa el verso del poeta.
No hay muros, no hay rosales,
no hay niebla, no hay rocío
ni calor entre las manos.
La aurora se extingue con sus cantos.
Allí no hay lluvia y se postra el cerro.
No hay sabor, no hay tacto,
No hay soledad, no hay compañía.
Ni pensamiento entre las letras.
Sólo hay ser, alma deleitándose en la nada.
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