Traducción, Juan Dicent
Habiendo considerado el asunto en, claro, todos sus aspectos, yo he decidido que no hay excusa para la poesía. La poesía no da un adecuado retorno en dinero, es cara de imprimir en razón del desperdicio de espacio ocasionado por su forma, y casi siempre promulga conceptos ilusorios de la vida. Pero una mejor evidencia para la prohibición de toda la poesía es el simple hecho de que la mayoría es mala. Nadie va a manufacturar mil toneladas de jalea con la esperanza de que cinco sean comibles. Además, la poesía tiene el efecto en el puñado de insignificantes que la lee de estimularlos a que escriban poesía ellos mismos.
Un poema, si anchamente diseminado, engendrará tal vez mil copias inferiores. La misma objeción no puede hacerse en los casos de la pintura y de la escultura, porque estas ocupaciones dan empleo a los artesanos que producen los materiales. Aun más, los poetas son usualmente personas pobres y que insisten siempre en discutir ese tema increíblemente aburrido, “los libros”.
Lo que es importante es la comida, el dinero, y oportunidades para vengarse de los enemigos. Dale a un hombre estas tres cosas y no escucharás muchos graznidos saliendo de él.
Comentarios