Por Bernardo Jurado
El perfume de Patrick Suskin, determina entre otras cosas que los olores forman parte importante del vivir, de hecho el uso de ellos (los perfumes), poseen una connotación eminentemente sexual, para marcar algunos informes territorios como tal vez lo hacen los perros. Dependiendo del PH corporal y el sitio donde nos lo ponemos, su influencia, mas allá del fijador químico, se sentirá con mayor solidez y me refiero específicamente lo que el brillante autor llama el hueco de la rodilla y el del codo.
Salí a pensar, a caminar junto al mar que linda la isla donde vivo y fui a ver ese viejo velero con el que sueno y aunque a sabiendas de que sería poco inteligente comprarlo, sigo sonando con él, porque al fin y al cabo la vida es eso, poseer sueños, fantasías y revolcarse en ellas. Tiene un casco blanco con una ancha banda en turquesa y me encanta que usa ventoleras a la vieja usanza, es muy marinero y tan solo posee un pequeño motor fuera de borda para maniobrar, de manera que ese sería un barco para un Capitán de verdad, velerista y arriesgado, que sepa de los vectores que afectan, que sepa de esa matemática y de la física del mar, que comprenda a Coriolis y a Bernoulli y que tenga buen humor, ¡mucho humor!.
Me acercaba al muelle de la marina y pude ver entre yates de lujo, catamaranes inmensos y otros veleros a una vieja carcaza color gris naval, una suerte de pontón propulsado y seguía caminando hacia el encuentro del sueño y le pasé a un lado y me detuve ipsofacto. El olor a diésel, a metal, a mar, a aventura me retrotrajo a mis años a bordo y si hubiese cerrado los ojos, la magia del pasado me hubiese envuelto, pero me negué, porque las páginas de ese libro ya han sido pasadas, lo que no implica que recuerde su lectura. El médico y pensador español Juán Corbella Roig escribió: “Toda experiencia vital supone un riesgo. Arriesgarse equivale a vivir”.
Por ello, compraré ese velero, arriesgaré mi presupuesto para contar mis escuetas aventuras de mar en las bahías de Miami y mas allá, rodeada de la seguridad y la vigilancia de la ley y viviré en la soledad de la mar que a todos da esperanza, por aquello que también escribió el italiano D´Annuncio: “Debe hacerse uno la propia vida, como se hace una obra de arte”. Realmente si no llegara a cumplir lo predicho, nada importa. Lo importante es el sueño, lo importante es el proyecto y las emociones que a su alrededor podamos hacer valer en el corto y efímero proyecto que constituye el arte del vivir. Por los momentos, mi mente a través del olfato, me recuerda las hojas del libro leído con los olores del pasado.
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