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Por Elidio La Torre Lagares

 Vía Facebook recibo una invitación para nombrar los siete libros más raros que yo haya leído y que me han humillado (en el sentido de tornar a uno humilde, claro está).

Por libro extraño se entiende aquel que no sólo es distinto en su asunto sino también en sus pareceres formales y estilísticos. Extraño es bueno: extraño se equipara con algo raro o singular, distinto, novedoso, calificativos que se otorgan cuando se provocado un impacto.

Estos libros no implican que uno lleva el nombre de los autores tatuados en la espalda o el pecho, no. Y tampoco implica que serían los primeros en la “Quema Personal de Libros”.

De todas formas, aquí van los míos, en el orden que los pensé:

Alice in Wonderland/ Through the Looking Glass– Lewis Carroll.

Viajes por madrigueras, ingesta de hongos, orugas que fuman opio, fiestas de te y un gato Cheshire que aparece y desaparece, y proclama solemnemente: “We’re all mad here”. El asunto que todo esto transcurre en un sueño y que Lewis Carroll utiliza para semiotizar el concepto de la realidad subjetiva y perceptible solamente en la interioridad del individuo. O sea, los unicornios también existen si yo los veo en mi mente. Y si al leer esto, los piensan, pues también existen en ustedes. Weird, huh?… Más extraño es saber que el libro ha gente desde Wittgenstein, los Beatles –and “I am the Walrus”… goo-goo-g’yoo….- y José Isaac de Diego Padró.

En Babia: manuscrito de un braquicéfalo– J.I. de Diego Padró

La gran novela puertorriqueña (declarado por mí). Nada igual se ha escrito antes ni después. Insoportable y fascinante. Abrumadora y ligera. Totalizadora e inclusiva. Lo mejor de todos los mundos, desde astrología y espiritismo, pasando por la filosofía y la metaficción, hasta llegar a la ciencia y la ciencia ficción. Buena receta para una novela de 700 páginas y publicada en 1940, cuando 80% de la población boricua era analfabeta! Y uno puede que le guste o no, pero lo que logra de Diego Padró en una época cuando lo que se leía era La charcaYuyoIsla Cerrera y La Llamarada es sorprendente. ¿El protagonista? Un pobre infeliz poeta que tiene que trabajar como traductor en una compañía mercantil, y vive una doble vida: la de asalariado, claro, y la de aberrado.

Amberes– Roberto Bolaño

Dijo Bolaño una vez: «Escribí este libro para mí mismo, y ni de eso estoy muy seguro». Este libro es una lectura inacabable. Es novela hecha de poesía. Es un desmadre en orden. La mayor parte del tiempo uno no sabe ni lo que pasa, pero, ¿a quién le importa? La genialidad es que así es la trama: no saber lo que es irreconocible. Como un crimen que no tiene pistas. Y todo esto en 55 pasajes comprimidos en 119 páginas.

The Fight Club– Chuck Palahniuk

“I wanna have your abortion”, le dice Marla a Tyler, vendedor de jabones hechos con grasa obtenida de las clínicas de liposucción y quien funciona como alter-ego del narrador, un esquizofrénico Juan del Pueblo de cuello blanco que trabaja en la Genérika (the pun is intended) corporativa. Y ya. Suficiente como para destrozarle a uno todo lo que han construido anteriormente. Y con su glaseado: “Listen up, maggots. You are not special. You are not a beautiful or unique snowflake. You’re the same decaying organic matter as everything else”.

Naked Lunch– William S. Burroughs

Libro maldito, condenado y censurado en los Estados Unidos, y un ejemplo magnánimo de lo que es libertad de expresión. Burroughs lo escribió, luego, a fuerza de tijeras, lo fragmentó y luego utilizó la técnica del “cut-up” para reestructurarlo. Homoerotismo, fantasías sexuales, drogas, alucinaciones y, sobre todo, el angst existencial hacen de esta novela una de las obras de mayor pertinencia entre los escritores de hoy. De paso, su técnica de decir y no decir mucho, en la que el lector se implica para rehacer –si acaso- algún sentido, es fundamental en el Ámberes de Bolaño.

Ensayo sobre la ceguera– José Saramago

Estilo indirecto e indirecto libro en una novela que comienza con la inexplicable ceguera que ataca a un conductor mientras espera el cambio de luz en un semáforo. Luego, como un virus porcino de la vida, la ceguera se propaga y lleva a la condición humana a su bestialidad rotunda. En una cultura que prima el sentido de la vista, ¿qué significa la incapacidad de ver? Argumento tan viejo como Edipo… ¿ya ven?

En la masmedula– Oliverio Girondo

La poesía tiene sus magnitudes. Hay poetas que dicen algo y otros que dicen mucho, como igual existen los que no dicen nada. La cosa se complica cuando uno no dice nada y se cree que dice. Pero cuando uno intenta no decir nada para decir algo, y le sale, el lector se calla la boca, se rompe la cabeza, maldice al poeta y a su progenitora, y luego del rapto, llega la maravilla de saberse comunicado sin entender un pepino de lo que leyó. Y ahí está Oliverio Girondo. Por tanto, no tengo nada que decir, y así, mejor cito un fragmento de “Al gravitar rotando”:

En la sed
en el ser
en las psiquis
en las equis
en las exquisitísicas respuestas
en los enlunamientos
en lo erecto por los excesos lesos del erofrote etcétera
o en el bisueño exhausto del “dame toma date hasta
el mismo testuz de tu tan gana”
en la no fe que rumia
en lo vivisecante los cateos anímicos la metafisirrata
en los resumiduendes del egogorgo cósmico
en todo gesto injerto
en toda forma hundido polimellado adrroto a ras afaz subrripio
cocopleonasmo exotro
sin lar sin can sin cala sin camastro sin coca sin historia […]

Y eso es todo… por ahora….

Les invito a que hagan su propia lista.