ron

Por Rey Andujar

Hay muy pocas cosas por las cuales sentirse orgullosa de ser Dominicana, y deja de interrogarme y pídeme otra cerveza. Esa es Bernarda, que por fin pudo llegar a Chicago después de un buen par de semanas detectivescas. A ti es un lío conseguirte… Qué carajo es lo que te pasa. Llegó sin maletas y arrastrando un viento de finales de septiembre que decidió anunciar que el verano era definitivamente cosa del pasado. Me paso semanas sin querer hablar con nadie. En las paredes he dejado constancia de mis obscenas relaciones con los aparatos telefónicos. La queja de Bernie es que a ella ni siquiera le devolvía los mensajes de correo electrónico y para colmo, hace poco decidí dejar el fókin facebook. Too Much Drama. Para siempre. De camino a la casa fuimos al supermercado por flores, pasta y mucho vino. Empezamos la noche con una película de Godard y aquel six pack de cerveza austro-húngara. Bailamos un tango Mucha Mierda Orquesta Típica como los de antes y, todavía con la sonrisa en los ojos de aquella vez que nos conocimos en su fiesta de Quince en el Hotel Lina, me besó los párpados para rebuscar en el fondo del bolsillo del sobretodo amarillo, un regalo envuelto de verde. Era un disco con los Grandes Éxitos de Fernandito Villalona. Ya nadie dedica canciones, o es que somos unos viejos… tú cumples treinta y tres ya mismo, ¿verdad? Lo cierto es que con Bernie no hay como tomarse en serio, ni siquiera como escritor. Hace tanto que aprendí a no hablarle de tramas ni de tinta; ella es algo más que un recuerdo que se te aparece en el Bronx cuando menos te lo esperas. Huí a Chicago, con todo este frío que se avecina, a ver si me dejaba de morder la memoria más tierna. Pero sus manos vienen, sus merengues pegados y de antes. Viene siempre, con el beso en el buche de ron de la desgracia y el otoño.