mar

Por GG

Luego de ser publicado por Editorial Media Isla, recibí la agradable noticia de que el escritor poeta dominicano Frank Báez, había tomado de su tiempo para leer y hacer algunos comentarios sobre Mar de Fugas, mi primer libro de cuentos.

Para mí, estos cinco años que han transcurrido luego de ese parto literario han sido un período maravilloso, en el que colegas y amantes de la lectura se han acercado a este libro, que empezó a tomar forma en el vagón de un  tren rumbo a New York, la ciudad que amo. Un trayecto que me ha brindado el placer de conocer a interesantes personas y que me ha conducido de nuevo a las aulas de una universidad en la bella Barcelona, luego de haber jurado no volver a estudiar jamás…pero esa es otra historia.

Un recorrido que también me han permitido construir un puente con ese lector al que no trato de complacer cuando escribo, pero que se hace mi cómplice cuando es atrapado por alguna de mis historias o por mi poesía.

Gracias Frank por tomarte el tiempo de leer Mar de fugas  y por  compartir tus apreciaciones sobre este primer hijo literario que ya no es mío.

___________________________________

 “No se me asemeja en nada a otros textos relacionados con la diáspora que he leído. ¿Es o no es un libro de la diáspora? En primer lugar, no habla sobre la nostalgia ni el exilio”.

F. B.

Sobre Mar de fugas

Por Frank Báez

De acuerdo al académico Arturo Victoriano, la diáspora es ya un género en la literatura dominicana actual. Tan sólo la cantidad de novelas, poemarios y cuentos que se publican en el exterior y que se basan en el desarraigo, la nostalgia y el exilio dominicano, respaldan este comentario. No obstante, a pesar de esta realidad, hay una serie de literatos que desestiman este género. Quizás se deba a lo complicado que resulta conceptualizarlo.

Es lo mismo que ocurre con el resto de los géneros, cada vez que llegamos a una clasificación, hay una nueva publicación de un autor inesperado que la contradice y que lleva a repensarlo todo. Esto es lo que me pasa cuando leo Mar de Fugas, el primer libro de Glenda Galán, compuesto de quince relatos, ambientados en gran parte en los Estados Unidos. De entrada, digo que no se me asemeja en nada a otros textos relacionados con la diáspora que he leído. ¿Es o no es   un libro de la diáspora? En primer lugar, no habla sobre la nostalgia ni el exilio.

En la página 28 escribe “No miro para atrás por miedo a sentir algo.” Tampoco es un libro que pretende ser la voz de una comunidad. El libro más bien versa sobre la cotidianidad de una serie de mujeres dominicanas emigrantes en los Estados Unidos que empiezan a replantearse su vida. Así vemos que cuento tras cuento estas mujeres se van transformando bajo el influjo de ciudades, de amantes y de la literatura. A diferencia de otros textos acerca de la diáspora, sobre todo aquellos que se refieren a aspectos de nuestra memoria histórica, Glenda Galán parece escribir con su memoria mediata.

Por supuesto, hay viajes de vuelta a Santo Domingo y hasta remembranzas familiares, pero no hay en ninguno de estos una búsqueda directa de historias grandilocuentes ni nada parecido, ya que resultaría redundante, puesto que el mismo accionar de estas mujeres refiere de por sí una tradición de represión.

Vuelvo e insisto: no me recuerda a ningún texto escrito sobre la diáspora. Pero sí me recuerda a ciertos cuentos de Jeannette Miller. Especialmente, cuando se refiere a esos personajes femeninos que se encuentran en una encrucijada y están dispuestos a olvidar para bien o para mal. Porque quizás el material del que se encuentran hechos estos cuentos no está en el pasado, sino en el futuro.

Quizás por esto el título de Mar de Fugas. Lo que me lleva a pensar en una imagen que veo cada mañana cuando paso cerca de la Dirección General de Pasaportes que está ubicada en el Centro de los Héroes, casi esquina George Washington.

Me refiero a ciertas mujeres, quienes supongo acaban de recibir su pasaporte y que cruzan la George Washington y se detienen en el malecón, dándole la espalda a la ciudad, sosteniendo con una mano la cartera y la otra usándola como visera para ver el mar y sobre todo el horizonte que cada vez se vuelve más huidizo para ellas. Duran un largo rato mirando hacia allá hasta que cruzan la avenida y vuelven a sus cotidianidades y a su pasado.