pembroke

Por Rey Andujar

Obvio es que soy su último novio, que hablemos de las cosas que hicimos, las que dejamos de hacer. Tasalia es un imán para gente con pasiones que carcomen. A mí los cuerpos se me entregan con tó, dice riéndose, imitándome el acento y pretendiendo ser cute. Ha investigado sobre mi persona; confiesa que no hay mucha sustancia en la blogósfera. Escribo y tengo un tono apresurado. Me salto tramas con el pretexto de que no son éstas sino el lenguaje lo que amarra.

Me veo con Tasalia en la primera nevada de invierno. La comidilla es que viene duro, como si los otros no lo fueron. Es un restaurante-teatro que se esfuerza en parecer italiano; se cae a pedazos y está en plena 18th. Llega ella, sacudiéndose los copos. Ni vino ni café… no gracias. El exceso de maquillaje no le queda mal. Luego de asediar a un camarero con preocupaciones relacionadas a la procedencia orgánica de la miel para su té, procede a explicarme que lo de nosotros fue verano y punto. Deja Chicago… Neil, el fiancé, regresa de Irak. North Carolina es el destino. Hay un trabajo allí en la UNC de Pembroke. De alguna forma conté con esa guerra para seguir disfrutándola en la noche bohemia de Pilsen de pintores turulatos, poetas de brocha loca y mimos de marzipán, las aceras rebosantes y frías, la nieve de tres días. Cuánta tristeza por un lado. El otro lado es terrible porque la última visita de Neil fue tensa. A Marine can’t never get too comfortable. Ahora por Skype él promete regresar y organizarse alrededor de ella. Y qué del gusto, del cariño, le pregunto, a lo que ella responde, Eso es suplementario, la importancia está en la promesa, en las promesas mejor dicho.

La comida no viene nunca. No hay cómo salvarse de la catástrofe. El cuerpo de Tasalia, las caderas, el vientre terso, tenso, la boca joven, los ojos claros, las repeticiones, los pechos agudos… se me va ese cuerpo caliente. Tiempo, pienso en voz alta mientras ella habla que te habla, de Neil, de cómo desarma las bombas, de lo estresante que es estar in the Military. La comida llega fría y en platos equivocados. Se sufre mucho, bastante, aquí también. Sé que están en una guerra allá, pero no es tan fácil aquí, menciono al fin. La mesa se envuelve en un silencio pequeño. Me doy cuenta que he dicho una estupidez empujado por la incomodidad, el desprecio súbito, la cafeína, la molestia con el servicio en este restaurante de mierda. Pide la cuenta, cuestión de arruinarme, y se envuelve en un sobretodo que la aprieta, exagerando cintura y el plexo solar… cuerpo que he de extrañar en la festividad, en el corazón quebrado.