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Por Jimmy Valdez

 Pues lo que interesaba no era la raza del hombre, ni la despiadada manera en la que fruncía la tarde su embarazo de rostros antiguos; la ausencia de inscripciones en la arena que contaba lo vigente, quedando el verano aún por llegar y lo hundido en el alma como una certeza casi mecánica, No. Lo que importaba era otra cosa, algo impreciso, nada demasiado puro; ni la edad de un pájaro implacable, ni la viperina delgadez de su lengua, pues para el entonces ya había caído la única sonrisa en la comisura de sus labios; de un golpe se apagaba lo más notable de aquel espiral de trompetas, ella se llevaba el único mordisco hasta la tumba, él continuaría el camino como si apenas hubiese saludado por cortesía.

Y entonces marido y mujer siguieron calle abajo mirando los aparadores, yo doblé en la esquina con un ruido de hombre roto.