pantano

Hay de todo en Miami, Mujeres hechas a base de bisturí, hombres moldeados por pastillas y ejercicios, madres que caminan en el supermercado con sus niños pequeños sentados en los carritos de compra, artistas, escritores, poetas, jardineros, amigos y hasta gente que vende flores en las esquinas como en  cualquier otra ciudad latina. Si, latina, porque dejémonos de tonterías e hipocresías, aunque Miami es una ciudad del sur de la Florida, no es menos cierto que en su mayoría está poblada por hispano parlantes provenientes de todas partes de Latinoamérica, donde los políticos corruptos y traicioneros le han robado sus futuros.

Lo primero que me recomendaron cuando llegué a Miami es que tuviera cuidado con los cubanos, que ellos eran los dueños de este patio y que ellos no eran muy nice, por lo que llegué con muchas reservas en torno a los isleños de esa hermosa y sufrida isla. En realidad me tomó poco tiempo para comprobar que en verdad los cubanos habían levantado esta ciudad, pero también que  como en todas las nacionalidades había cubanos nice y otros que no lo eran.

En mi caso dos cubanas marcarían mi vida de manera positiva. La primera Mercedes Soler, quien con su amabilidad y su forma de ser tan humana capto que había algo en mi que quizás sería interesante que yo compartiera con otros. Así insistió varias veces hasta que me convenció de entrar a los medios de comunicación tras ser mi profesora en el Koubeck Center de University of Miami.

Esa llegada a los medios con la bienvenida de mi familia de América Teve siempre formarán parte de mi historia. La bienvenida de Flavia Azar (argentina), Roberto Bizcón, Daniel Silva y  Adrián Valdez (cubanos), aún la recuerdo con mucho cariño, porque a pesar de no tener nada de experiencia en el mundo de la televisión, confiaron en que podría desarrollarme como productora, periodista y como ser humano.

Fueron muchas las horas que le regalé al canal y las que el canal me regaló a mi, porque nunca lo vi como un trabajo, aquello fue parte de mi vida en un momento donde había dejado atrás a mi familia. Ellos se convirtieron en padres, hermanos y amigos. Y así llegó un Emmy sin proponerme ganar nada, se me premiaba por amar mi trabajo con tanta pasión que hasta soñaba con las historias que produciríamos. Así también Mercedes Soler habló de mí en la revista Vouge como uno de sus orgullos (que compromiso tan grande!).

Mi vida de inmigrante había encontrado un ancla, gracias a todas estas personas y a muchas otras, algunas de las cuales no siempre fueron amables, pero que ayudaron a forjar el carácter determinado que hoy ostento, y a las cuales les agradezco su crueldad, su prepotencia y hasta sus desconsideraciones. Porque todas ellas fueron poco, para las grandes cosas que se construían dentro de mi desde el perdón y la comprensión de que no todos nacemos con la misma estrella brillante en nuestras almas.

Pasó el tiempo y mi amor por la literatura me movió a la osadía de mandar un poemario a un concurso de una revista que ni siquiera conocía, pero que al ojearla me encantó por su rigurosidad en las ediciones y contenidos, así conocí la Revista Baquiana, mentora de tantos talentos latinoamericanos. Por mi edad, sería el último año  en el que podría concursar en este certamen que se llevaría  a cabo en el Centro Cultural Español. No fue hasta el último día de recepción de materiales que decidí mandar aquellos poemas que recopilé hasta convertirlos en el poemario Poemas de Otoño, el cual mereció ser primer finalista.

Así llegó a mi vida la segunda cubana que marcaría mi trayectoria profesional, Maricel Mayor Marsán a quien conocí años después de aquel reconocimiento y que además de ser súper amable y entregarme el diploma que nunca recogí por estar de viaje, me aconsejó bastante sobre el mundo literario al que me había adentrado y a quien le dejé saber lo importante que había sido para mi aquel certamen, al darme  más seguridad  en mi quehacer poético.

Hace más de un año que decidí dejar el mundo de la televisión, ese corre corre diario detrás de noticias, vídeos y primicias, para dedicarme de lleno a la edición de una revista cultural, la cuál llena largas horas de mi tiempo de alegrías y de maravillosos descubrimientos;  uno de ellos los escritores y artistas cubanos que viven en Miami, también venezolanos y de otras nacionalidades, quienes me han permitido ver una cara más diversa de Miami, llena de hermosas creaciones y amistades sinceras.

Gracias a esa multiculturalidad de Miami he crecido, he aprendido, he entendido, me he convertido en alguien diferente, que me gusta más que aquella niña que llegó a este pantano en una burbuja llena de sal y de mar.

Para bien o para mal, Miami y su gente han ayudado a esculpir la escritora que soy.