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A mi amiga luchadora,  no te rindas!

– Que ya no te quiera, no significa que no podamos vivir cerca.
Así le expresó el marido de Mariluz, mientras le explicaba su plan de divorcio.

Hacía varios meses que ella lo había notado distraído, poco cariñoso y hasta alterado, algo que no era común en el hombre que la había elegido a ella -según sus palabras- para pasar el resto de su vida.

El padre de Maririluz había muerto de un infarto antes de que ella contrajera nupcias con Alfredo. Ahora ella entendía de golpe el afán de su marido para que compraran una propiedad que quedaba junto a su piso en Madrid.

El, que vivía del paro, tendría ahora una propiedad y otros tantos inmuebles que adquirieron en los últimos 6 meses, desde que  a el se le metió entre ceja y ceja que debían invertir aquel dinero, que ya no le dejaba muchos beneficios en los bancos de Santo Domingo.

En aquel momento ella accedió a invertir casi toda la herencia en comprar esas propiedades pensando que realmente era lo mejor para su familia, pero ahora que estaba al borde del divorcio pensaba que había sido una estúpida al no darse cuenta de las verdaderas intenciones de su cuernero marido.

– Mari, si vivimos cerca no tendré que estar dando viajes para visitar al niño y no tendremos que pelearnos por dividir las propiedades que tenemos, tu te quedas con este piso y yo con el de al lado, no te parece conveniente?

-Mira maldito cabrón a mi no me digas lo que tengo que hacer con mis propiedades, si crees que vas a vivir ahí al lado con esa maldita con la que te tas emburujando, tas muy equivocado.

Esas fueron las últimas palabras que intercambiaron el día del cumpleaños de Mariluz hace ya una semana, cuando vino a mi consulta en buscando consejo legal.

Ambas nos miramos fijamente  cuando  llegó a la puerta de mi oficina y luego de conversar por unos minutos, la invité  a una copa para celebrar sus 40’s, pues 3 golpes en los brazos y una bofetada no eran un regalo decente para festejar la llegada de una nueva vida.