9

Hoy al levantarme recibí un mensaje de mi amigo Máximo, en el que hablaba de dejar fluir las cosas, por otro lado mi amigo José  comentaba en otro texto escrito por el que buscaba una palabra que no encontraba para definir algunas situaciones. Ambos me hicieron reír con sus mensajes, como si hubieran estado espiándome anoche mientras meditaba en la locura que se ha desatado sobre la tierra en estos últimos años.

En realidad, no es el mundo somos nosotos que hemos crecido y hemos dejado de ser niños, hemos dejado la inconsciencia de vivir cada día como si la vida solo nos perteneciera a nosotros y ahora no solo podemos ver al homeless pedir dinero para darse un pase, que le permita olvidar el frío; ahora vemos que no se puede ser feliz a plenitud mientras otros sufren en las calles o en los campos de batalla.

Esa consciencia que se adquiere mientras crecemos y que nos aleja de la ignorancia del que todo lo cree, todo lo espera, todo lo perdona y lo deja fluir.

Dejar fluir como sugiere Máximo es un estado ideal para los seres humanos, que total, vamos a morir de todas formas suframos las cosas o no. Pero para dejar fluir del alma siendo ya adultos, hace falta sanar, encontrar esa palabra de la que habla José, que nos haga entender que nada es nada, que solo el amor es.

En un día como hoy, en el que hago conciencia de haber perdido varios años de mi vida, sin lograr ni siquiera haber llegado a la puerta del lugar donde creí se encontraba esa palabra; en un viaje que solo me ha desgastado y drenado, me propongo dejar fluir todo cuanto hay fuera de mi y cierro la puerta de mi corazón para que nadie pueda sugerirme  dónde buscar esa palabra que solo habita en mi.