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Y el premio es para…

Esa frase parece tener un poder  mágico, para el artista que es premiado en algún certamen y para el que no logra ganar, o ni siquiera entrar a algún concurso.

No estoy segura si las premiaciones artísticas sirven para algo más que para ponerlas en un resumé y ponerte  a ti en el spot, de los que antes ni te conocían o simplemente te ignoraban,  pero que luego de completarse la frase que te da como ganador de algo, te aborrecen y envidian.

Siempre que se habla de premios y de las controversia que algunos generan, recuerdo a una compañerita de tercer grado, a la que le dio con llevar al aula lápices de Hello Kitty .

Una de las niñas que asistía a clases conmigo,  siempre se quería juntar con ella por los lápices, mientras que otras la aborrecían, porque les daba envidia que ella tuviera algo que ellas querían tener, pero que sus padres no les compraban.

Yo permanecía en una línea neutra, porque si nunca fui su amiga, cómo iba a justificar de la noche a la mañana, ser  amiga de esta niña, sin que se diera cuenta que era por los lapicitos?

Por otro lado, tenía tantas cosas en la mente qué pintar con mi lápiz Berol Mirado amarillo, que no podía detener mi jornada creativa de cómics, por estar chismeando o  envidiando a nadie.

Meses después, mami me compró algunos lápices de Hello Kitty y saben qué? no dibujaban tan bien como los que tenía antes!

Los guardé para usarlos algunas veces, pero mi Berol siempre me acompañaba al recreo, mientras pintaba miles de mundos, en los que la envidia era representada por un muñequito muy feo con los ojos siempre cerrados y la bondad con un gran corazón en el pecho.

Años más tarde, bueno, seamos sinceros… muchísimos años más tarde, fui nominada a varios premios que tuve el honor de recibir, todos permanecen en sus cajas, guardados para mis hijos, quienes han tenido que dar de su tiempo mientras me dedico al trabajo, excepto uno que  colgué en su habitación, como recordatorio de que mis triunfos y los de ellos son uno.

Lo que aprendí de esas premiaciones?

absolutamente nada!

Me di cuenta, si,  de que  ganar o perder no es tan importante, aunque el premio envuelva dinero. Uno gana porque disfrutó el proceso creativo, porque  se entregó a un proyecto, eso es lo que se aprecia en el producto final, y lo que posteriormente se premia.

El premio es simple estímulo que no debe creerse mucho, es un escalón que te compromete a ser mejor en lo que haces y te despierta a una nueva realidad, donde la envidia y los resentimientos de algunos afloran llenando el ambiente de hedor.

Ese olor a fracaso que provoca el triunfo de algunos,  en los que nunca en sus vidas han sido tomados en cuenta para nada, es tan fétido que si te descuidas sales mal oliente.

Están los que no son capaces de celebrar el éxito de los demás, de admirar las grandezas que posee cada ser humano para aprender de ellos. Que tristes y que pequeños son esos!.

Pero también los hay, que celebran contigo y se te acercan para aprender algo de ti, y muchas veces terminas tu aprendiendo tu de ellos, porque donde hay buena onda, todo va y viene!

Lo práctico es mandar a los resentidos y envidiosos a freír tusas,  concentrarnos en celebrar el don de crear arte, el don de ser felices, a pesar de la infelicidad que provoque en algunos resentidos, los miles de lápices que tenemos en las manos para seguir dibujando nuestros triunfos.