perPor Gabriel del Gotto

Mi ropa siempre hiede, mi mamá dice que el otro día encontró a dos ratones y a un lagarto haciéndole el amor a una de mis medias. Pero que se puede decir, además de que siempre me han parecido intrigantes, las observaciones de mi querida madre, son como destellos de un Discovery Channel fruediano de otra dimensión. Soy de los que opino que Stephen Hawking copio su «Breve historia del tiempo» de algún ensayo de 4to de la básica de ella.

Decido salir, al escuchar la bocina del carro negro de Alejandro, quien me ha pasado a buscar. Desde la sala, mi madre me pregunta si querré cena, no le respondo, es bien sabido que esa clase de preguntas departe de los padres son preguntas trampa. Si no respondo, no existirán replicas, ni regaños, es todo.

Al montarme al carro negro de Alejandro le saludo y decido bajar el volumen de la radio.

-Pero maricón… deja la vaina… e pegajosa esa cancioncita -dice, desentendido

-El herpes también -respondo, mientras voy recostando mi espalda al asiento.

-Consigueme un cigarrillito por ahí, burgués stalinista -dice mientras se rasca la nariz

.

Le regalo un cigarrillo, el odio que se experimenta al regalar un cigarillo es tan breve como un pestañeo, pero aún así se siente.

-No, mi hermano, no me limpie ningún maldito crital, ese crital ta ma limpio que tú, !coño! -Dice Alejandro a un adolescente con cara de estar recolectando para poder volar, que se acerca hacia su carro sosteniendo una esponja que gotea un liquido grisaceo que bien pudo haber sido alguna vez H2O.

Abro el periódico, entre los tapones matutinos de la ciudad de Santo Domingo, siempre es recomendable llevar consigo un buen periódico para comentarlo con los demas o en su defecto una novela corta, dígase, algo así como “La Divina Comedia” o los tres tomos de mas de trescientas paginas de “Don Quijote de la Mancha”, o quien sabe, todo lo que tu carro pueda cargar en libros, los tapones son grandes colaboradores de la literatura.

-Oye esa vaina loco, naufragó otra yola -digo indignado mientras leo, meditativo- mierda coño, happy hour pa lo tiburone, ¿tu te puede cree eto?-digo, mientras sigo ojeando las paginas, los periódicos dominicanos deprimen, eso es bien sabido.

Eso por poco le pasa a un primo mio loco… -dice mientras baja su mirada.

-No jodas men, ¿como así? -le pregunto

”Este programa es traido a ustedes gracias a Kentuky Fried Chicken” dicta la radio, mientras Alejandro tararea hacía una joven que cruza la calle: “Chicken back, la asesina volvío… la asesina que mato mi corazón volvió, volvió, volvió, volvió”

-Maricón, pero ponme atención mano, deja la loquera… ¿que fue lo que paso con tu primo? -le pregunto impaciente, mientras me dispongo a bajar nueva vez el volumen de la radio.

-Ah, no loco, e que ese primo mio quedo huelfano de chiquito, lo crío la abuela, y el taba medio loco, el quería sé dique pelotero, vete a ve, un hombre que lo que mide son cinco pie; nueve pulgada, no puede negá que e banilejo y cuando la abuela murió, pue el había dejao losetudio dique pa ice a entrená pa la liga de lo cachorro, la que queda pol la Ovando y al vesé sin etudio ni na y un panita de él que se iba también pa Puerto Rico, pue el decidió buscasé los veinte mil peso que cotaba el viaje y se fue y a mitá del camino dique que arranco a llové y entoncé… ehh… eperate, dame un segundo -saca de su bolsillo el celular, mientras vuelve a mirar hacía el semáforo- alo, no pero dime, aja… si… oh… loco, live ur life alone, mamagüevo, tu no necesita a nadie pa sé felí, suelta a esa mujer del diablo en banda, no la llame, tu no vite como Dayana volvío loquita conmigo, porque le di banda papá… si, pero e que no, no la llame, esa mujelsita del diablo tuya, repira por el drama e, no pol lo pulmone loco, no, no, no, si, ta bien, yo te llamo, no le pare.

Alejandro guarda en su bolsillo el celular, sube el volumen de la radio, se queda callado, mientras maneja y a la misma vez rasca su barbilla.

-Pero sigueme contando men… ¿que paso depué?
-Ah… na loco, el llego bien

-¿Y porqué tu me dice que el tuvo al naufragá?

-Ah, por eso, porque arranco a llové
.

-Maldito cuento del diablo ese tuyo…-le digo, mientras recuerdo que no desayuné, tengo hambre. Miro por la ventana, me sonrío al ver al hombre que vende queso de hoja hablar con una policía de Amet, me gusta ver a las mujeres policías, pueden ser especímenes que bien cualquier manatí confundiría como parte de su especie, pero aun así me parecen hermosas. Quedo en blanco, el silencio. Acaricio mi nuca, miro las alfombras del carro.

-No loco, e que toy pensando en Dayana, ya ella nunca me llama men- dice melancólico Alejandro.

-Yo creía que ustedes taban bien, mano… ¿Que paso?-le pregunto sintiendo cariño por el.

-Bueno… na -responde desde sus adentros, como una suplica para estar solo consigo mismo.

Durante el resto del camino, no agregamos palabras. Fingí terminar de leer el periódico, no puedo leer nada más, seguí mirando hacía las calles, a las gentes de a pie. Llegamos a la oficina, me desmonto.

Al entrar en esta, noto como todos siguen cubriendo sus noches de fiestas y alcohol entre los cubículos, creo que los odio a todos.

Llamo a mi Ana, le digo que la quiero, me dice que ella también, que esta ocupada. Debe estar con otro. Huelo mi hombro, mi mamá tiene razón, mi ropa siempre hiede. Observo con asco mi computador, quizá no debería ni entrar a Facebook.