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GG

Cuando llegué a Miami vine sin pensarlo mucho. Claro, uno no piensa en lo que puede pasar cuando no sabe que algo va a pasar; en fin que vine contenta a emprender una nueva aventura.

Nuestra primera casa fue horrorosa, ubicada en una zona donde todas las casas son iguales, sin personalidad, sin ese flow de yo misma soy, que debe tener una casa que se respete; pero lo peor fueron los muebles con los que venía aquel bizcocho color pastel alquilado.Una oda al mal gusto vestidos de naranja, que era lo único aceptable que estaba disponible cerca de la oficina de mi esposo profesional, felizmente ingeniero y trota mundo.

Definitivamente allí no quería vivir, pero con el pasar de los meses el naranja ya no me molestaba tanto y el vecino chino que prendía la podadora a media noche ya pasaba desapercibido.

Todo me parecía ajeno, hasta el punto de que no me importó salir nunca al patio de la casa, el cual podaban todos los meses y en el que solo veía dentro de sus verdes el verde de mi isla perdida.

Mientras mi esposo se dedicaba a ser ingeniero, para lo cual estudió bastantes años, yo me dedicaba a ser ama de casa, de lo que no me interesaba aprender ni a freír un huevo. Los días pasaban como si se repitieran y no hubiera nadie que los editara, trayendo a mi mente una y otra vez la misma pregunta:

-Qué diablos hago yo aquí en este pantano?

Con dos hijos pequeños,  un marido viajando por el mundo y mi maestría forzada en quehaceres domésticos, no pasó mucho tiempo para que me sintiera miserable. Los amigos hacían falta, los padres hacían falta, los lugares, el mar, la iglesia, el cura, los vecinos y demás comparsa hacían falta…hasta yo me hacía falta!

Miami era un lugar agreste, seco, donde lo plano del terreno se extendía a mi vida. Que aburrimiento santísimo!

Los padres del colegio de mis hijos, todos de nacionalidades diferentes solo hablaban de los hijos, de las clases de las tardes, de los cumpleaños de los amiguitos de los chiquitines…yo sin embargo no me sentía especialmente atraída por esos temas, es más dejé de ir a algunas reuniones escolares, para no tener que enfrentar horas extensas hablando de las tareas, los ensayos de ballet o de las notas escolares.

Miami no lograba enamorarme, esta ciudad había conseguido que me alejara del Dios de las iglesias, de mi esposo, de mis hijos, de mi misma, nada me motivaba a nada, los días pasaban entre lavar y doblar ropa, ir al supermercado, cocinar, llevar o traer a los niños y los pequeños ataques de pánico que aprendía a conocer en este exilio.

En solo un año mi vida había cambiado radicalmente, hasta que un día sin más ni más, la empresa donde laboraba mi  esposo nos envió a Connecticut  para que él continuara conociendo el mundo, ahora desde otro lugar, en el que todo seguía casi igual, pero a 24 centígrados bajo cero.

Un día cuando la locura rondaba la casa, salí a dar un paseo y se me ocurrió tomar el tren a New York; nunca  imaginé el rumbo que tomarían las cosas cuando en medio del ruido,  la gente y el frío, tomé un lapicero y un pedazo de papel que guardaba en la cartera y empecé a escribir.

Todo cambió desde entonces y me dediqué a contar cosas, a ver cómo la poesía pasaba por el frente y yo tomaba redes de palabras para atraparla, antes de que volara lejos.

Al volver a Miami un año después, decidimos vivir en Downtown, de donde espero no irme nunca, Brickell me abrió sus bazos y me sedujo, Wynwood me tatuó los ojos con sus murales y su colorido, con sus poetas y artistas.

Los eventos culturales como la Feria del Libro, Art basel, las noches de galería, las obras teatrales, los nuevos amigos que no solo hablan de sus hijos, si no que comparten intereses similares a los míos le han brindado a Miami un nuevo rostro.

Y así sin quererlo empecé a amar esta ciudad, una ciudad a la que muchos venimos de paso, y de la que pensamos marcharnos, sin antes saborear su verdadero sabor, sin adentrarnos en su verdadera identidad, la cual está muy lejos de los malls, by the way!

A casi ocho años de mi exilio, lo que empezó como una aventura se ha convertido en mi vida, una vida que he forjado a base de tropezones, de mucha lucha y sacrificios, de mucho amor dejado en el camino, de muchos sueños perdidos y encontrados.

Miami se ha convertido en mi amante, veamos cuánto dura este romance!