Por Gabriel Marco
in memoriam Hernán Peirotti, profesor de literatura inglesa
La muerte es eso que le ocurre a los otros,
pero ese día lo sorprendió la muerte.
Cuando uno se muere
se reconcilia con su propia ciudad,
reconoce su destino de calles,
de gustos y de preferencias.
Había vivido casi toda su vida aquí,
pero había elegido su patria literaria.
De su país
tenía a los amigos
y todas esas cosas
deplorables de la cultura popular.
Una vez se enamoró
pero ya no se enamoraba con frecuencia,
prefería la soledad
de las librerías.
Tal vez pensó
en el dilema de las interpretaciones de La Tempestad,
tal vez se sintió bien pensando en esas cosas.
Aunque no ignoraba que tenía devotos
-no les prestaba atención-
prefería el ejercicio familiar
de la sencillez y el silencio.
(No era romántico al modo en que muchos entienden
el romanticismo.)
Por supuesto, no hubiera aprobado este poema.
Ahora
tiene más amigos que antes.
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