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Por Gabriel del Gotto
https://soundcloud.com/gabriel-del-gotto/mademoiselle-de-paris

 
Cada vez que Dios se enfermaba, yo reencarnaba. En mi otra vida, es decir, justo la anterior a esta, no fui nada importante. Formé parte de una multitud que se agolpaba alrededor de la guillotina comiendo palomitas; tuve dos cabras, un caballo y un pavo con mal de Parkinson. Me enamoré perdidamente de una de las parteras de la familia Lavoisier, la cuál desapareció en la revuelta aquella en La Bastilla, mientras yo trabaja. Nada, normal, como quien no quiere la cosa, pasaba mis días en una peste de París tratando de echar adelante el negocio de la venta de cadáveres a la ciencia medica; llegada la revolución, el negocio cayó en picada por la saturación del mercado. Yo era pobre, pero honrado, y claro, como las desgracias nunca vienen solas, justo caigo en la quiebra, justo enfermo de tuberculosis.

Un primo mío, de aquella otra vida, leal a Danton, murió antes de cobrar el triunfo de la revolución, al tropezar torpemente en una de las escaleras de Versalles. Me debía el equivalente actual a 500 pesos dominicanos, con los que iba a comprar medicina para tratar mi tuberculosis. Morí dos semanas más tarde, ya que tampoco pude vender ninguno de mis animales. Vaya crápula.

Pero no todas mis otras vidas fueron tan malas: fui eunuco en el antiguo Egipto, niño decapitado durante el imperio Maya, remero vikingo, y apedreador de putas y crucificados en el Jerusalem de la década del 30, en ese entonces, mis reencarnaciones eran mas vigorosas, deportivas se podría decir.

Todo esto lo sé porqué en mi memoria viven cosas que nunca viví: caras desconocidas, paisajes; momentos. Es como si mi memoria fuese el olvido de otro. De niño, todas las veces que he sido niño, pensaba que la noche era una gran sabana que cubría a toda la tierra de pies a cabeza, y las estrellas eran los hoyitos por donde se filtraba la luz, esto ha sido en todas, y si tengo la mala suerte de seguir reencarnando, seguro pasará en las demás; de ahí mi seguridad en lo que digo. Uniendo cabos sueltos, he logrado armar el rompecabezas de al menos 9 vidas pasadas.

Los entendidos debatan sobre el tema, yo no tengo ninguna duda, siempre he sido un incomprendido de mi época, es decir, de todas las épocas. Así que, decidan lo que decidan, no empecemos a hablar de ziprasidona.
 
Aparte de que Dios ha estado enfermo, -y digo esto porque de no ser así no podría ser ateo-, y de que siempre he pensado eso de la noche, ha habido otro factor común, y sí, cómo toda historia de amor que no pretende serlo, ese factor ha sido una mujer. En todas mis vidas la he perseguido y me he aferrado a ella, fue mi ama mientras servía de eunuco en Egipto, la madre que me entregaba al verdugo cuando fui niño decapitado por los Mayas, la imagen que tenía en mi memoria cuando remaba hacía el nuevo mundo en aquel barco vikingo, y fue la puta por la que morí al tratar de salvarla, metiéndome en medio mientras la apedreaban. Todas las veces que la vi me enamoré instantáneamente de ella, con tanta furia y pasión, como sólo el mar o una revolución podrían conocer. Pero eso va a cambiar.

En esta vida ya la conocí, es ella, siempre es ella, lo que pasa es que he llegado a la conclusión, de que, a diferencia de mi, ella no recuerda nada de sus vidas pasadas, a pesar de que, por alguna razón, siempre hay algo que la coloca cerca del lugar donde vivo, de mi edad, o de los hechos que me empujan a encontrarla y a joder nueva vez, la que en principio parecía una reencarnación tranquila, dedicada únicamente a por fin tener éxito y hacerme millonario. Ella sabe que existo, ustedes también lo saben, por algo estoy aquí, pero lo que desató todo esto, es menos complicado que todo lo contado anteriormente: la reconocí justo cuando me encerraron; me enamoré, le escribí poemas de amor, baladas y volví a hacerle el amor todas las noches en mis sueños, ahora con su nueva cara, con sus facciones de mulata, porque ella sigue oliendo como huele la palabra “todo”. Mas que caminar, flota. Cada sonrisa suya, es una y otra vez, un nuevo genero literario, ustedes la han visto, se han dado cuenta seguro. Yo no soy Robespierre ni Erik el Rojo, no volvamos a hablar de eso, les dije, fue una mentira inocente al llegar. El problema es que, ella sólo quería a un amigo, insistí durante meses, nos llevábamos bien, ¿por qué no?, soy un tipo simpático. Bien pude ser su amigo y conformarme, pero necesitaba cerrar ese circulo de reencarnaciones absurdas, que poco a poco, me habían ido apagando. No sé si es una frígida viajera del tiempo, es la única explicación razonable, si es que existe algo razonable en este mundo, pero lo único que yo necesito realmente, es que me liberen, que me permitan cerrar este rito milenario y pueda yo conquistarla, para hacerle el amor eternamente. Prometo que seré bueno, si ustedes le cuentan lo que les he contado, ella reaccionará, que sepa de todos los besos que tengo guardados, de todo esto que me impide simplemente desaparecer en la historia. Se dará cuenta que no miento, volverá conmigo; no querrá inyectarme más esas cosas.