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Por Glenda Galán

Cuando era pequeña, mami trabajaba mucho, de hecho hoy a sus setenta y tantos años sigue siendo productiva, algo que me llena de orgullo por haber tenido en ella un modelo de honradez y lucha a seguir, y sobre todo de reinventarse a cada momento.

Mami se perfumaba cada día en su ritual de belleza,

Maquillaje,

ropa,

Perfume, perfume, perfume.

beso de despedida.

Sus largas ausencias siempre  me produjeron cierta ansiedad, que yo calmaba encerrándome en su closet. Generalmente, una niña de cinco años dentro del closet de su madre, anda en busca de maquillaje o tacones para probárselos, yo, en cambio, buscaba esa parte de ella que extrañaba, y que encontraba impregnada en sus ropas.

Recordé aquellos años mientras andadaba de compras con mi hija.

–Mami huele a ti, ¡huele a ti!–, me dijo al entrar a una tienda.

–¿A mi?, ¿a que huelo yo?

–Hueles a estas flores moradas.

Desde ese día, trabajo junto a mami en un acampo de lavandas.