Por Juan Dicent
Cerca de mi casa tengo dos bodegas. En ambas me fían.
La “Coquí Mini Market” es administrada y atendida por dos hermanos boricuas, asistidos por un utility mexicano. De más está decir que el mexicano está ilegal, whatever that means, y que las condiciones de trabajo son muy parecidas a las de un carga piedras en la construcción de cualquiera de las pirámides, en cualquier hemisferio. Creo que no tiene días libres, entra a las 11 de la mañana hasta el cierre, yes, around midnight dear Thelonious. Aquí hay un buen uso de la palabra utility, como un Bugs Bunny tercermundista juega todas las bases. Carga cajas, limpia pisos y ventanas, atiende la caja cuando el hermano de turno se come su ajó con habichuelas, busca fundas de hielo, tumba con una vara plástica papeles higiénicos muy altos, vigila que los palomos no roben, saca crackheads sin dinero, hace sandwichs con productos Boar, en fin, indispensable. No me gusta mucho ir a esta bodega. Siempre me toca el turno del hermano lento. Siempre hay una fila en la caja. Siempre se hace un lío con el cambio. Siempre cobra de más. Siempre está en el limbo.
-Bueno mister son 12 con 25.
-No, no puede ser.
-Bueno mister let me sumar de nuevo.
Los que esperan para comprar un dutch y enrolar y continuar jugando Modern Warfare para Xbox 360, suspiran cambiando el peso del cuerpo de pie a pie.
-Bueno mister son 7 con 45.
-No, todavía e mucho.
-Bueno mister let me sumar de nuevo. Hey mister, no me abra la yuca que then you have to buy it nene.
Todos en la fila se prometen no volver a esta bodega, la vida corre por Morris Park, y este señor no puede, con la ayuda de una calculadora, sumar correctamente una cocacola, un funny fingers y una tarjeta de llamada de dos dólares. Pero es que uno sale del tren, recuerda que se está muy cómodo acostado frente a la televisión con una membresía de Netflix, y entra esperando un milagro.
-Bueno mister son 5 con 60.
-Close enough.
La “Van Van Grocery Store” debe su explosivo nombre a la conjunción de dos calles en honor a dos hombres con Van al principio de sus apellidos. Atendida por una familia dominicana, papá bodeguero, hijo mayor bodeguero, hijo menor bodeguero, hija bodeguera, primos bodegueros. Esta bodega tiene el segmento femenino del barrio. Es mi favorita. La fila se mueve rápido y casi siempre tienen un tema dominicano saltando alegremente como pelota de playa. Papá bodeguero es un filósofo. Sus aforismos tocan cualquier vaina.
-Comer habichuelas con dulces en Semana Santa es una costumbre de países pobres.
-Nochebuena, y yo trabajando, el bodeguero no es gente.
-Vladimir Guerrero y David Ortiz son de Nizao, parece que de ese pueblo nada más salen negros.
La hija bodeguera aparece de noche, de martes a viernes. En verano uno puede notar que sufre de vitiligo, descoloraciones en los codos y en el antebrazo izquierdo. En otoño sus cabellos se vuelven más negros. Te mira, no te mira. Abre brevemente la boca, te saca la lengua. Suma al vuelo 20 artículos. No se parece a ninguna musa de Godard, nunca se ha preguntado si colocar el adjetivo delante o detrás le cambia el significado a la palabra, pero sí comparte el deseo femenino de tener un hijo. Une femme est une femme.
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